Finalizando el año 2016, se produjeron por lo menos cinco hechos destacados y de trascendental importancia: Brexit, la Victoria de Trump, el auge de organizaciones y partidos nacionalistas en Europa, las victorias estratégicas de Assad en Siria, y los atentados terroristas en Europa. Definitivamente, estos hechos han cambiado el rumbo de lo que se venía gestando a nivel de política internacional. Estos cambios auguran transformaciones a nivel mundial todavía insospechadas y que podrían indicar que nos encontramos ante un aparente cambio de período político. Estos cinco hechos configurarían un escenario propicio para el desarrollo de la causa identitaria de los pueblos a nivel internacional.
Por un lado, el Brexit significó el cuestionamiento de raíz de la viabilidad de la Unión Europea como organismo e institución aglutinadora y reguladora de los países europeos, al cuestionar sus políticas (tanto monetarias, de libre circulación, dependencia legislativa y jurídica). La salida del Reino Unido de la Unión Europea se presenta como un proceso a seguir y emular para muchos candidatos de países en el bloque (como, por ejemplo, Holanda, Italia, Francia, entre otros). Recuperar las competencias nacionales de los diversos países europeos y poner fin a la Unión Europea es una de las grandes consecuencias que derivarían del Brexit en el mediano plazo, lo que significaría terminar con una de las grandes herencias del mundo de la post-guerra, y configuraría radicalmente el escenario político mundial al entregar soberanía real a los países que la conforman.
La victoria de Donald Trump como presidente electo de EEUU ha generado diversas reacciones a nivel mundial, polarizando cada vez más su figura. Es un personaje singular y polémico porque no proviene del “establishment político”, tampoco posee una trayectoria en este ámbito y tampoco se rige bajo la toda poderosa e incuestionable “corrección política”, más bien es todo lo contrario: por no tener pelos en la lengua se ha ganado adeptos y enemigos, sin embargo, las claves de su victoria están relacionadas con cristalizar los anhelos cada vez más sentidos de un sector importante del pueblo norteamericano: el hombre y mujer blancos, que han sido afectados enormemente por la inmigración masiva, la falta de seguridad, la falta de trabajo y el riesgo de perder su cultura y tradiciones y dejar de ser el grupo preponderante en su propio país. Para ello Trump propuso dos medidas centrales dentro de su programa. La primera, proteccionismo económico, rompiendo con la tradición de los programas económicos de libre mercado, apoyando la industria nacional y los empleos locales y “proteccionismo social”, al proponer medidas contra la inmigración ilegal, y aquella que venga de países denominados “conflictivos”. Estas medidas se presentan como un cambio de los paradigmas y un ejemplo a seguir para otros países.
El auge nacionalista en Europa se entiende por varios factores y es un proceso de acumulación de fuerzas y experiencias de los pueblos europeos y de las organizaciones afines a este proyecto, que se vienen desarrollando en contraposición a los planes multiculturalistas de las élites mundiales y del proceso modernizador de la globalización y el liberalismo. Esto se suma a la crisis económica de la zona euro en conjunto con la invasión de inmigrantes económicos de diversas latitudes que buscan exprimir los recursos europeos. Estos hechos dieron el sustento necesario para que se pudieran desarrollar organizaciones de este tipo, presentando a los europeos una realidad que ya no se ve solamente en los noticiarios como hechos aislados y lejanos, sino palpándolos en su diario vivir, generando credibilidad en sus discursos.
La guerra civil Siria, que entra en su sexto año, parece dar un giro lento pero progresivo que indica una tendencia a favor del gobierno de Bachar al-Assad, al haber conquistado prácticamente la totalidad de las grandes ciudades en manos de terroristas, a excepción de Raqqa, capital del Estado Islámico. Estos avances junto con el sostén de Rusia, la contención que realiza este último país a Turquía y la cada vez menor injerencia norteamericana en asuntos domésticos, hacen que el nuevo proceso de negociación abierto esté más cerca de obtener resultados positivos, logrando así centrar sus esfuerzos en el aniquilamiento del EI, lo que repercutiría en el freno progresivo de inmigrantes al viejo continente.
Los atentados terroristas en Europa están desenmascarando la verdadera cara de la política de asilo de la Unión Europea y de las élites de ese continente. Su irresponsabilidad ya ha causado la muerte de varios de cientos de personas con el pretexto de justificar sus políticas de asimilación, etnocidio y sustitución planificada de población nativa por extranjeros, sólo por motivos económicos, es decir, optimizar las tasas de ganancias de las grandes empresas, con mano de obra muy barata. El gran problema de los atentados, junto con las muertes que generan, obviamente, es su propia naturalización por parte de los propios gobernantes europeos, quienes les exigen a sus ciudadanos que aguanten estas consecuencias ya que es el costo que deben pagar los pueblos europeos para lograr la integración de estas hordas extranjeras. Pero lo que realmente se está generando son expresiones espontáneas de rechazo, protestas, movilizaciones cada vez más ascendentes y masivas de grandes contingentes de personas hastiadas y aburridas de tanto cinismo y mentiras por parte de sus gobernantes. Este malestar está siendo captado progresivamente por organizaciones identitarias europeas, las que están canalizando el descontento de forma organizada.
Ante este escenario, ¿cuál es el rol que nos toca jugar a nosotros, los eurodescendientes y criollos?
Ante este escenario de cambios profundos que se nos va presentando tenemos dos tareas fundamentales. La primera es aprovechar el escenario político internacional favorable para poder romper con los paradigmas impuestos del liberalismo progresista, la corrección política y la multiculturalidad, para poder fortalecer una posición discursiva favorable a las posiciones identitarias en el territorio donde nos encontramos. La temática identitaria ha dejado de ser un tema tabú que se hablaban en círculos cerrados entre unos pocos entendidos que evitaban ser tachados de extremistas e intolerantes, por decir lo menos, ahora se presenta como una temática recurrente y fundamental en la discusión de los medios de comunicación de masas y en las sociedades occidentales. Apelar a ganar el debate ideológico es una de las tareas del momento.
La segunda gran tarea es asegurar nuestra existencia étnico-cultural, esto significa realizar todos los pasos necesarios para evitar nuestra asimilación y extinción en una sociedad mestiza como la que nos encontramos. Ante esto resulta urgente comenzar a emprender el camino de la diferenciación de los criollos, por medio de un proceso de asentamiento planificado y dirigido a conservar nuestras particularidades en una comunidad étnica autónoma basada en la autodeterminación. Es un proceso largo, pero se debe afrontar desde ya, para que en un futuro próximo podamos ver los resultados, para ello podemos aprender de experiencias parecidas en otras latitudes.
En resumen, los cambios producidos a nivel internacional reflejan los nuevos aires que se van aproximando, configurando un escenario favorable que nos exige asumir nuevos desafíos para la causa identitaria y criolla.