Durante la última semana, el Congreso Nacional ha revisado el proyecto que declara al día 24 de junio como Día Nacional de los Pueblos Indígenas, evento conocido como We tripantu, y que por corresponder al Solsticio de Invierno en el Hemisferio Sur, es la fecha en que muchos pueblos originarios celebran el año nuevo.
Entre las distintas consideraciones de las cámaras, se encuentra la de derogar la ley que establece como feriado el 12 de octubre (alguna vez denominado “Día de la Raza”, que posteriormente fue llamado “Día del encuentro de dos mundos”) en que se recuerda el aniversario del Descubrimiento de América. En este contexto, y entre las distintas opiniones surgidas en torno a la discusión, la diputada del Partido Socialista Emilia Nuyado declaró que “el 12 de octubre (…) representa dolor para los pueblos indígenas, en Chile y americanos, genocidio, esclavitud, despojo, la invisibilidad de derechos territoriales, lingüísticos y culturales que hoy reclamamos”.
Es bien sabido que estas declaraciones no son una “opinión puntual”, sino que expresan con fidelidad un espíritu del tiempo: un espíritu antieuropeo que experimenta Occidente en su totalidad, y que es reflejado en la Izquierda por acción, y en la Derecha por omisión. Aún a riesgo de parecer un optimista ridículo, o una idealista de muy bonitas intenciones, puedo afirmar con seguridad que la Izquierda no podrá deshacerse del 12 de Octubre.
En su constante impulso antiesencialista, la Izquierda (especialmente aquella de principios más actualizados) es incapaz de afirmar el Ser de alguna identidad o grupo humano, sino identificando relaciones de opresión e injusticia que le permitan delimitar los márgenes de su sujeto revolucionario. El Indigenismo no es una reivindicación de las raíces indígenas en su entorno, sino que una enumeración detallada de todos y cada uno de los atropellos experimentados, en que paradójicamente, los “Otros” constituyen al protagonista y el “Nosotros” solo un telón de fondo. Sin referencia al genocidio, esclavitud, despojo, e invisibilidad, el Indigenismo no tiene mucho más que decir sobre alguna etnia indígena. Para la (nueva) Izquierda, el potencial revolucionario de un discurso no radica en que (en el caso indígena) sus descendientes tomen consciencia y acción sobre su situación étnica (menos aún con un Solsticio), sino que en su función como productor de nuevas subjetividades entre los individuos (sí, así de genérico); no importa lo que se es, sino lo que se hace.
Con o sin feriados, la Izquierda ha convertido en políticamente relevantes a fechas que de otro modo serían simplemente ignoradas. Es lo que ha ocurrido con el “Día del Joven Combatiente” o el “Golpe/Pronunciamiento Militar”, en que ellos recuerdan (nuevamente) una efeméride en que fueron aplastados con violencia. Lo mismo ocurre con el 12 de Octubre: olvidar la fecha implicaría renunciar a una herramienta, tanto de activismo como de cohesión.
Considerando la idiosincrasia chilena, asignarle la calidad de feriado a una fecha, lejos de otorgarle solemnidad, se reduce a reconfigurar el calendario con un nuevo “fin de semana largo” para panoramas que son mezcla de frivolidad consumista e indiferencia política.
El mestizaje, lejos de operar como un “encuentro entre razas” o una “reunión de las cualidades de pueblos distintos”, ha significado un proceso de disolución de la más íntima y profunda raíz ancestral. Esto ofrece condiciones que facilitan la indiferencia ante la memoria de los ancestros, pero también ante el destino de los propios descendientes. Porque para pesar de los zelotes racionalistas adictos a los modernos estudios genéticos, no basta con Saber que una misma población comparte determinados genes: es finalmente el Sentir lo que gobierna la acción, la decisión, y finalmente las más irracionales expresiones de «voluntad». Esta disolución de raíces en las Américas entrega un lienzo en blanco perfecto para que no sea la Memoria, sino que el Discurso lo que nutra el vacío quedado tras la muerte étnica.
Cuando el discurso se convierte en el nuevo productor de subjetividades, quien lo controla es quien define los márgenes de la identidad. Las paradojas son secundarias: poco importa que el Indigenismo, lejos de ser una respuesta indígena, sea un discurso occidental dirigido contra Occidente, y que por tanto, proyecte la colonización que supuestamente dice combatir.
Por eso, lejos del olvido del 12 de Octubre, la Izquierda solo le asignará una nueva e inolvidable función sometida a este extendido espíritu del tiempo.