Kratos en kratei

Kratos en kratei

Contra sus mentiras | Autor: | 2.11.2014

The apes in their cages surrounded by thorns
That are forcing us to live here

Sepultura, «From the past comes the storms«

Respecto a si en Chile se vive algún tipo de supremacismo, esto es, la vía iliberal donde un grupo humano se posiciona por sobre los demás (no necesariamente en desmedro del resto), la respuesta sería .

Ahora bien, si este supremacismo es de carácter racial, como bien podría pensar algún comunero mapuche al observar –desde lo rural– a la clase gobernante chilena, la respuesta sería no, debido a que si bien los gobernantes y la “plana mayor” de Chile corresponden a individuos de raza blanca, lo cierto es que la raza blanca está presente en todas las clases sociales (variando en las proporciones, claro), aun cuando los estrados medio y bajo no tengan mayor peso en la toma de decisiones de gran alcance, ni tampoco en sus organizaciones comunales (si es que éstas existiesen).

Aquí viene lo paradójico: los pilares del supremacismo en Chile descansan sobre una relación dialéctica entre liberalismo e iliberalismo, ya que es completamente iliberal (o anti-liberal) el posicionarse sobre otros e imponer la voluntad de un grupo por sobre la del resto (como ya hemos visto que hace el anti-liberal y autoritario Lobby LGBT), a la vez que la libertad para elegir el separatismo es propio del liberalismo.

La clase –digamos– dirigente, exhibe no sólo un sistema de cruzas e influencias que en nada ha variado desde el Renacimiento, sino que sencillamente se ha instaurado como un tipo de nobleza no-formal, pero no por ello menos real. En efecto, la facultad subyacente reivindicada por la clase dirigente de definir quien entra y quien no entra en sus círculos, es la misma capacidad que se le niega al resto de las personas de origen europeo en Chile, la misma capacidad que está bajo ataque bajo el bombardeo constante de la corrección política y sus sirvientes: los medios de comunicación masivos y el Estado.

Sin ningún tipo de reparo, han creado –de forma abstracta, claro– un país dentro del país, donde el país interior (el suyo) sobrevive a través de un uso sin remordimientos del sistema neoliberal del país exterior (la porquería que nos dejan para que nos callemos). Lo gracioso es que la estructura está diseñada para que el país multicultural exterior termine creyendo que necesita las migajas del país interior y, peor aún, creyendo que el país exterior es todo cuanto sus ojos ven.

Por ejemplo, a la lucha incansable (y hasta «nacionalista») por los recursos naturales presentes en Chile, se antepone un violento golpe de realidad: los recursos no sólo no pertenecen a las masas, sino que tampoco son necesarios para la subsistencia y, es más, la explotación de éstos va en desmedro de la sociedad y la naturaleza.

¿Alguien piensa que la explotación de litio puede que la levadura de la economía chilena se levante? Y si alguien piensa así, ¿puede alguien creer que se va a ver beneficiado en su individualidad gracias a la explotación de estos recursos? Actualmente, la minería en Chile, por conceptos de royalty, deja cifras que corresponden a las migajas de las migajas de las ganancias de la explotación minera, produciendo que esta misma explotación, con su inyección de recursos para un sector del país que no es mayoritario, provoca que el costo de la vida sea cada vez más alto, poniendo en peligro los trabajos más tradicionales, el desarrollo local y la pequeña y mediana empresa.

La supremacía iliberal se defiende, cínicamente, a través de argumentos liberales, obligando a aceptar la aplanadora de la estructura pública para proteger los intereses de privados (¿alguien podría explicar eso?). Mientras nadie vela por los particulares que día a día sufren por las alzas del metro, la misma estructura que se supone favorece la colectividad favorece a los privados (i.e., particulares) para que persigan a todos aquéllos que se las han ingeniado para sortear –de forma poco honesta, claro está– los callejones cuasi-monopólicos de los precios. Al mismo tiempo, y propio de la misma esquizofrenia, el Gobierno, como vil perro policía al servicio del país interior, lanza discursos por un país (exterior) mejor y más justo.

¿Dialéctica liberal/iliberal, o esquizofrenia interior/exterior?

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