Las bulladas y no carentes de escándalos elecciones primarias, las que no tienen ningún tipo de validez en cuanto a deberes ciudadanos se refiere, han servido de función introductoria (algo así como los payasos que hacen un show antes de que comience el espectáculo propiamente tal) al circo pobre que comienza a perfilarse con mayor claridad, como para darle cierto dejo de legitimidad al circo, dejo que tiene bastante tufo a rancio y podrido más parecido a un wáter de estadio que a una arena llena de monos piojosos y payasos decadentes. La legitimidad, falsa, por supuesto, se basa en ti. ¡Uy, qué país más democrático: tenemos la posibilidad de decidir qué candidato queremos que vaya a las elecciones presidenciales! Y a la mierda, porque ya dijimos que el circo se parece más al baño del estadio: el que elijamos entre pichí izquierdista y caca izquierdista, o pichí derechista y caca derechista, invariablemente nos conducirá a una vorágine eleccionaria que terminará en la flamante coronación de un excremento.
Que “votando podemos cambiar las cosas” es otra de las tantas trampas que por año hemos repetido una y otra vez como mantra nauseabundo para demostrar el descontento, obligándonos a votar y, de esta manera, seguir validando a los títeres rellenos de aserrín que tenemos por representantes del pueblo, los que toman decisiones que no nos representan. Para peor, nos creamos conceptos e ilusiones que nos encierran aún más en el palacio de los espejos: ¿Duopolio, de qué me hablan, si son siempre los mismos? Además, “Duopolio” es del léxico de los izquierdo-hippientos-ecologistas-afectados, esos mismos pajarones que creen que pueden ganar las elecciones, amparándose en la necia presunción de que el 80% que no votó les pertenece a ellos. En todo caso, los pajarillos de Dios están en todos lados, y que Allamand pretendiera que tras la mariconada que le hizo al sonrisitas Golborne, los partidarios de este último lo votaran, nos demuestra que la estupidez es transversal a todos los círculos.
La democracia es funcional al sionismo, al capitalismo, al neoliberalismo, a la inmigración descontrolada, a la integración forzosa de pueblos originarios, a las soluciones habitacionales indignas y hasta para la basura que nos deja el TLC, pero en ningún caso es funcional o útil para el pueblo, porque tras cada pacto o asistencia entregada, hay una puntada con hilo curado dispuesta a condenarnos aún más al abismo, y a volvernos un camino de espaldas latigadas para que marchen los cuatro jinetes del Apocalipsis: Especulación, Progresismo, Atlantismo y Mestizaje.
Sean felices y voten por el futuro presidente. Pierdan sus horas de sueño, asoléense, y llenen sus corazones con ilusiones vanas, excepto, claro, si son bacheletistas. Desde aquí me sentaré a ver cómo se matan para elegir al próximo candidato, porque con una crisis de representación como la que se viene, el festival de las chuecuras, mariconadas y puñaladas en la espalda será muy, muy divertido.