Por un complejo de superioridad que salió de la nada, sin motivo aparente y sin ninguna justificación porque, poniéndonos serios y objetivos, no tenemos nada de qué sentirnos orgullosos en comparación a otros países (ah sí, la primera Teletón hecha fuera de EE.UU., y tener a Escandinavia lleno de «lanzas», desocupados y otros parásitos sociales), los chilenos tendemos a despreciar a los países vecinos de la zona norte, desde formas muy ingeniosas, a otros definitivamente burdas y sin sentido. Lo más gracioso, y paradójico, por decir lo menos, es que mucho de ese desprecio se manifiesta en forma de prejuicios étnico-raciales por parte de gente que no se diferencia de sobremanera respecto de los objetos de burla. En fin, eso es otro tema, un análisis distinto y despilfarro neuronal innecesario ahora.
El hecho: el avión presidencial boliviano tuvo una serie de inconvenientes para realizar una escala europea, debido a las presiones de Estados Unidos y la sospecha de que –el archibuscado por la NSA– Edward Snowden estuviera movilizándose oculto en dicho avión. Portugal, España, Italia y Francia negaron el uso de espacio aéreo, mientras que en el aeropuerto de Viena sencillamente se retuvo a Evo Morales y su avión –violación grave a la soberanía de cualquier país–, hecho que logra dar cuenta quién es el que tiene el poder en este mundo globalizado y postmoderno.
Llama poderosamente la atención de que Francia, que normalmente trata de demostrar que es un bloque independiente, haya actuado como un obediente perrito de EE.UU., esperando que le cayera una galleta en recompensa por su acción, algo que francamente se contradice con el espíritu de aquel país que sin temor al bloqueo internacional, vendía armas a los países árabes en conflicto con Israel.
Todo lo anteriormente nombrado repercute en una crítica hacia la copia feliz del Edén, es decir, se sospecha de Bolivia, país sin tanto poder económico, con índices de desarrollo muy por debajo de los que se pueden exhibir en algunos lados de Occidente, por un lado, y los perros falderos del Atlantismo hacen gracias motivados por el hambre y los correspondientes correazos «amistosos» que da cualquier dueño amoroso pero que debe mantener el control, por el otro, dejan implícita una duda que pocos se hacen: ¿Qué motivo de orgullo puede ser que jamás de los jamases se sospeche de Chile en un caso como éste?
Sí, o sea, ¿es que no nos percatamos que un país seguro, estable, y todas esas basuras chupamedias, significan en realidad que éste es un paraíso para que cualquiera pueda pasarnos a llevar, donde el Estado es enteramente funcional a los grupos económicos? ¿No nos percatamos que el nivel de servidumbre que exhibimos hace que no seamos sospechosos de nada que pueda alterar el orden mundial establecido? ¿No nos percatamos que nuestra fidelidad no es más que un gran y vergonzoso letrero que portamos en nuestras frentes de esclavos?
Las palabras del presidente Evo Morales cobran especial sentido en oídos chilenos: “Nunca nos van a intimidar ni asustar porque somos un pueblo con dignidad y soberanía”. ¿Dónde quedó nuestra dignidad? ¿En qué tratado o burdel barato dejamos abandonada la soberanía?
Ante la pregunta «¿Dónde en el mundo está Edward Snowden?», la respuesta es sencilla: aquí no. El país está regalado, y versos como «el asilo contra la opresión» no son más que consignas vacías indignas de lo que en realidad somos.