No hace mucho que hablaba aquí mismo sobre el país interior y el país exterior, y hoy nos vemos sorprendidos (?) por la medida gubernamental de dotar los camiones de valores de empresas privadas con Carabineros («de Chile»), para su protección y vigilancia.
Y claro, si la industria del rubro perdió, mediante tres ataques, 3 mil millones de pesos en una semana, algo así como mi sueldo acumulado durante 800 años. Lo curioso es que medidas que podrían ser tan populistas como procurar órganos para ser trasplantados, subsidios varios y hasta una que otra beca (así como pasándole el dato al Gobierno), son dejadas de lados o bien tratadas con soluciones más malas que parche curita chino, mientras medidas como la presente son aceleradas al punto que se ha probado que la capacidad de respuesta del Gobierno es de menos de una semana, algo «envidiable» para todos nuestros vecinos.
Más curiosa aún es la desfachatez con la que el Gobierno se pronuncia, muy suelto de cuerpo, sobre estos asuntos que, en un país de gente inteligente (o mejor dicho, no tonta), debería restarle apoyo popular y, por consiguiente, los preciados votos.
Apelando a la estupidez inherente a la Democracia como la entendemos luego de 1789, el Gobierno toma medidas que sencillamente van en detrimento de los intereses de la mayoría, puesto que es con el dinero de los impuestos que pagan todos los habitantes de esta república construida pensando en el grosero montón, para luego transformarse en una estructura que oprime a sus habitantes mediante un Estado parasitario y no comensal, puesto que, en la dura realidad, lo que el ciudadano común obtiene del Estado, que se supone es garante de sus derechos, es muy poco.
Mientras el ciudadano de a pie se enfrenta a unas cifras de delincuencia que hace tiempo no se veían, el Gobierno de todos los chilenos destina los fondos del tercer estado y el personal de las fuerzas de seguridad y de orden a proteger no al débil, sino al que nada hace por el bien de esa mayoría por la que el Gobierno dice velar.
No deberían ocurrir este tipo de robos, pero si entre las masas populares no pueden repartirse el beneficio que obtienen las industrias del rubro, no es lógico que parte del sector privado se vea beneficiado con los recursos de las masas para sus fines particulares.
¿A alguien le queda alguna duda sobre la fidelidad de los gobiernos chilenos?