Publicado originalmente por Nicholas Slattery en Counter-Currents Publishing, con el nombre «La trinidad fundamental (Parte I)«.
Traducción por A. Garrido.
Estoy seguro de que la gran mayoría de lectores de Counter-Currents, sienten que algo está profundamente mal en el mundo en que viven. Esta perspectiva será aceptada incluso, como bien puede ser el caso, si actualmente disfrutan de un estándar de vida material y tal vez de salud, muy superior al de la gran mayoría de Homos sapiens en la historia de las especies, e incluso que los millones de sus miembros que actualmente viven.
Cualquiera que lea Counter-Currents, especialmente la sección de comentarios, no puede dejar de sorprenderse por el uso frecuente de términos como “nosotros” y “nuestro”. Esta es una característica de aquellos quienes se identifican a sí mismos con ciertas tendencias que tienen diversos nombres: etno-nacionalismo es una, racialismo es otra, o la especialmente popular en Estados Unidos, “el Movimiento”. Existe, en efecto, un movimiento de personas con un fuerte sentido de pertenencia a la raza blanca.
Aquellos que poseen de este sentido probablemente están todos profundamente descontentos y sienten que están perdiendo en todos los frentes, que su raza está en un (irreversible) declive. Leyendo las contribuciones a esta u otras publicaciones similares, se confirma que esto es mayoritariamente lo que los blancos racialmente concientes tanto instintivamente sienten como racionalmente piensan. La razón para la sensación de pérdida indudablemente está basada en el hecho de que la raza blanca está declinando numéricamente y en términos de poder, y ha estado en declive en este sentido desde 1945. Este es un hecho que prácticamente nadie, sea blanco o no, racialmente conciente o no, seriamente discute. Las discusiones se concentran en la conveniencia o relevancia de ese desarrollo.
En otras palabras, “nosotros” no estamos desafiando a otros en lo que concierne a los hechos, sino que en cuanto a la importancia de eso hechos. Aquí llegamos a una importante e incluso fatal laguna, a saber, que habiendo tomado esta noción de “nosotros”, hemos fallado específicamente en volver a lo básico y separar la cualidad definitoria fundamental que constituye nuestra fe – o mejor dicho, conocimiento, porque no puede haber la menor duda de que en el plano ontológico más fundamental “nosotros” tenemos razón y “ellos” están quintaesencialmente equivocados – y el segundo nivel de opinión.
Por consiguiente, existe una muy recurrente confusión al decir qué es de principal importancia, una importancia que no puede ser negociada o discutida, y todo lo que es de importancia secundaria, que es materia de política, alianza, compromiso, Realpolitik, y negociación.
¿Cuál es el instinto primario, que podría decirse se extiende a todo ser, incluso para distinguir de la no-vida? Es la voluntad de ser lo que se es. Todo ser, todos los fenómenos por definición, serán lo que son. La energía o voluntad de ser, es la fuerza determinante de ser uno mismo. Al nivel de un miembro individual de Homo Sapiens, esto toma la forma, así como en todos los animales superiores, de una voluntad de sobrevivir como individuo. Los individuos que han perdido la voluntad de vivir o cuya voluntad de vivir ha sido subordinada a la búsqueda de una emoción o placer particular (adicción), son considerados en crisis existencial.
Los individuos saludables de cada especie de planta y animal en la tierra, buscan sobrevivir y prosperar. La supervivencia es desafío, mientras sea posible, a la Muerte. Para los animales más altamente desarrollados, no solo la supervivencia, sino que la comodidad y posiciones que aumenten el disfrute de la supervivencia, son fines para luchar. El Ser Humano no solo busca sobrevivir, quiere ser conciente de su éxito.
El Hombre no está satisfecho con el éxito, como evidencia la naturaleza. Él desea ser consciente de ello.
“Ningún hombre es una isla” dice el poeta. Los individuos humanos no existimos como y para nosotros mismos solos. No solo sería aburrido y sin incidentes (incluso el misántropo o ermitaño con sus libros, o por lo menos, leyendas y recuerdos, contemplan un espectáculo de actores humanos), en realidad sería un suicidio hacerlo. Necesitan trato social para sobrevivir y prosperar. Para este propósito, la gente no elige a seres de otra galaxia cuyas costumbres se desconocen, que parecen ajenos a ellos y cuya apariencia sea aterradora o repelente, ellos buscan familiaridad. Como seres sociales, las personas siguen siendo bastante narcisistas, buscando reconocimiento en las relaciones sociales.
Ésta de ninguna manera es una característica especial del Homo sapiens. De hecho, todos los animales hacen esto. En la búsqueda de otros nosotros/ellos, también se busca a nosotros-mismos/ellos-mismos. Las razas, que biológicamente hablando son una estación a medio camino entre una y dos especies, una especie en vías de evolucionar en dos, son los grupos sociales más naturales para que los individuos humanos se identifiquen. Históricamente, las sociedades humanas han a menudo destacado otros grupos sociales sobre la raza: clases y divisiones culturales, y recientemente y fatalmente, la división nacional. En otras palabras, los seres humanos han históricamente situado la división humana por sobre la división natural.
Aquellos que pueden ser descritos como parte de “nosotros”, a los cuales me referí al principio, seguidores “del Movimiento” si lo prefieren, insisten específicamente en el primordial rol de la naturaleza. Esto afecta a la insistencia fundamental sobre el rol primordial de la raza en la división humana, primordial, en cuanto verdaderamente primario: biológico, anterior a la cultura o civilización humana.
Es en el nombre de un orden natural que nosotros proclamamos nuestra rebeldía al mundo humano como lo es hoy. Es en nombre del orden natural o no es nada.
Esto me lleva al tercer elemento fundamental, después del individuo y la raza, el tercer principio de lo que prácticamente llamaría una santa trinidad, esto es, nuestro medioambiente. Ni el individuo humano ni una raza de humanos, ni para el caso de una especie aunque mezclada o constituida, pueden prosperar, y finalmente no sobrevivirá, si el planeta se muere. Si los suministros de agua de nuestro planeta fuesen todos contaminados, o si el Sol fuese bloqueado sin brillar sobre nosotros por meses, nosotros seríamos condenados como raza y como individuos, ¡incluso si todo lo demás fuese satisfactorio y estuviese trabajando perfectamente! Esto será así durante el tiempo que estemos confinados a este planeta, y siempre y cuando la Madre Tierra siga siendo nuestro único hogar conocido.
Creo que he esbozado los tres elementos esenciales, la trinidad, de “nuestra” causa. La raza, el individuo, el planeta. Considero a estos tres elementos innegociables en el sentido de que toda medida o desarrollo que me amenace en términos de esta trinidad son inaceptables. En el desagradable caso de que alguno sea llamado a hacer un sacrificio para salvar a otro, entonces un individuo sería sacrificado a una raza, y la raza al planeta.
No se puede ser transigente y toda lucha en relación a estos tres elementos es literalmente una lucha a muerte, un severo “ambos/o”. Aquellos que no puedan ver la vida en esos términos, por ejemplo aquellos cuya prioridad es estar lo más cómodo o ser lo más famoso posible durante el breve tiempo entre la cuna y la tumba a costo del interés de su raza o del planeta, o quien considere la salvación religiosa en otra dimensión o más allá de la vida en este planeta como por sobre cualquier raza o incluso de la supervivencia de la propia tierra, son negadores de la vida en sentido Nietzscheano. En el nombre de la vida, aquellos en esta lucha harán su destrucción.
Hay muchos, muchos, temas extremadamente importantes que son materia de debate, compromiso, alianzas, tratados, compromiso, debate, negociación. ¿Soy partidario de un gobierno más autoritario o más liberal? ¿Soy partidario de una sociedad más o menos permisiva? ¿Hasta qué punto creo que el Estado debería intervenir en una sociedad para hacer frente a los desequilibrios sociales? ¿Hasta qué punto creo en el derecho a la propiedad privada? ¿Hasta qué punto deberían hombres y mujeres disfrutar diferentes roles sociales? ¿Es la nación una unidad humana válida? Estas y muchas otras son ciertamente interrogantes vitales y divisorias que necesitan ser abordadas, pero deben siempre ser entendidas como lo que son, segundas en importancia a los elementos de enclavamiento primordiales de raza, medioambiente e individuo, en términos de supervivencia y prosperidad.
Es especialmente trágico que haya muchos blancos que entiendan plenamente la necesidad de salvar el medioambiente pero que en el mejor de los casos consideran la supervivencia racial como irrelevante, o conservacionistas raciales que consideran el deterioro e incluso la completa desaparición del medioambiente natural con una cierta indiferencia o complacencia. La protección de la raza y el medioambiente no son simplemente igual de importantes, son partes de la misma protección e ignorar un elemento de los dos es negar el tercero: a uno mismo.
No puedo ver otro mundo al que he intentado esbozado aquí. Esta es una visión clara. Las personas son bienvenidas a estar en desacuerdo conmigo pero si lo hacen, no consideraré que ellas y yo pertenecemos a la misma tribu, partido, “movimiento”, comunidad, llámelo como quiera. En última instancia, los considero enemigos potenciales. Los considero en una cierta manera que es incluso desconocida por ellos mismos, posibles instigadores de un enemigo oculto.
Sé que esto es la verdad fundamental. Cómo esta verdad se manifieste y cómo sea mejor propagada es otra tema. Desde un punto de vista, “nuestro” por lo menos, constituye el mero sentido común y la más natural voluntad de sobrevivir y prosperar. Sin embargo, no es solo la raza blanca la que está en indiscutido declive, también el planeta. ¿Cómo puede ser que los concientes, el “nosotros” de cara a la abrumadora evidencia para apoyarla, evidencia que los sistemas anti-vida a penas pueden ocultar, sean tan pesimistas por la causa de su verdad? En la segunda de mi serie de tres partes, destacaré los que considero son algunos de los peores errores en que repetidamente han incurrido los creyentes en nuestra causa.