Parece increíble que a estas alturas del siglo XXI y de la historia estemos presenciando sucesos de este tipo, en que una potencia mundial por el solo hecho de serlo planee intervenir militarmente en el territorio soberano de otra nación con el fin de subyugarlo y convertirlo en su nuevo títere, como lo ha hecho muchas otras veces, incluyendo a nuestro largo y angosto Chile.
Ya lo dijo alguien por allá por la década de 1920: las sociedades internacionales no cumplen su tan alumbrado propósito de mantener la paz mundial y velar por la primacía del diálogo. A fin de cuentas, todo se trata de asegurar el reparto total de las riquezas de las naciones entre aquellos que barajan el poder tras bambalinas, y con esto no hago referencia a tal o cual Estado, sencillamente porque las transnacionales no conocen de patrias.
A la vista de que es casi inminente que en los próximos días se emprenda una campaña militar en contra de Siria, es triste que incluso la nueva clase de jóvenes supuestamente informados y críticos (más bien, pendejos saturados con información de Internet que con suerte tomaron su primer tratado político el año 2011 para no sentirse excluidos de las masivas manifestaciones) no puedan balbucear más que unas cuantas frases relativas al maligno imperialismo yankee, sin siquiera vislumbrar las causas de fondo de tan evidente atropello a la sana convivencia entre los pueblos. Porque, y todos deben saberlo bien, más que un ejemplo de la eterna prepotencia del gigante del norte hay causas más hondas que es necesario comprender a cabalidad para no caer en infantilismos. No solo en este caso concurren motivos de índole geopolítica, particularmente tendientes a ampliar la dominación talasocrática de las potencias atlantistas con centro de operaciones en Tel-Aviv, sino que se trata de subsumir a Estados con un sistema de gobierno que difiera de la visión democrática y liberal occidental, como lo fue en el caso de Libia con el Coronel Gadaffi. Y es quizás porque este tipo de regímenes no coinciden con el ideario abstracto del flower power que no reciben defensa de parte de masas histéricas.
Esperemos que esta intervención del oeste, provechosa o desastrosa para sus orquestadores, sea el fin de la predominancia de los valores occidentales para dar paso a un mundo multipolar, donde los pueblos libres puedan construir su destino de acuerdo a su carácter y necesidades, sin ser serviles al capital y la banca internacional.