Publicado originalmente en Counter Currents Publishing.
Si pudiese elegir ser cualquier personas del Siglo XX, no dudaría un momento en elegir a Ernst Jünger. El hombre hizo caso todo lo que fue posible hacer en su tiempo, y estiró los límites de lo que un individuo puede lograr en su vida hasta su punto de ruptura. Su sola increíble longevidad (murió apenas un mes antes de su cumpleaños número 103), abarcó el Reich del Kaiser, la Revolución Conservadora, la República de Weimar, el Tercer Reich, la República Federal Alemana, y finalmente la Alemania reunificada en su década final – estando activo en todas ellas. Como tal, su vida en sí puede ser vista como un símbolo de Alemania en el Siglo XX, aunque siguió siendo no-convencional a lo largo de todas sus fases.
Aunque Jünger es comúnmente percibido como un prusiano aristócrata, nació en una familia de clase media en Heidelberg, Baden-Württemberg. Jünger fue bastante activo en su juventud, y desarrolló una temprana pasión por la lectura y la escritura. En 1913 escapó de su hogar para unirse a la Legión Extranjera Francesa y logró llegar a Argelia, pero fue dado de baja por el servicio tras solo seis semanas después de que Servicio de Relaciones Exteriores de Alemania (actuando en nombre de su padre) informase a las autoridades legionarias que Jünger era menor de edad.
Sin embargo, Jünger no tuvo que esperar mucho más para cumplir su sueño de convertirse en soldado, con el estallido de la Primera Guerra Mundial al verano siguiente. El 1 de Agosto de 1914, el día que Alemania declaró la guerra, Jünger se enlistó voluntario para el 73º Regimiento de Infantería de la 19ª División Hannoveriana. Después de recibir su entrenamiento, fue enviado en Diciembre al frente en Francia. Jünger vio el combate durante todo el resto de la guerra, siendo herido catorce veces, y también fue condecorado con la Cruz de Hierro de Primera Clase, así como con la Pour le Mérite prusiana. Después de la guerra, escribió una serie de libros basados en sus experiencias, el más famoso Tempestades de Acero (In Stahlgewittern), el libro por el cual es aún más conocido en el mundo anglófono, y que estaba estrechamente basado en los diarios que mantuvo durante el conflicto.
La lectura de Jünger sobre la guerra fue no-convencional en eso, a diferencia de otros escritores de la guerra, él rechazó el pacifismo, enfatizando las cualidades afirmadoras de la vida, aventureras, y casi místicas de la experiencia en la industrializada guerra de trincheras. Esto no quiere decir que celebrase la guerra, ya que sin duda no omitió los aspectos desagradables y feos del combate, pero Jünger adoptó un enfoque Nietzscheano y amoral, que veía a la guerra moderna como una oportunidad para el crecimiento y trascendencia personales. También estuvo ausente en Tempestades de Acero toda aproximación biográfica o política; uno podría aprender muy poco sobre política o estrategias militares al leerlo, e incluso menos sobre la vida de Jünger antes de la guerra. Los primeros borradores del libro contenían varios pasajes celebrando el nacionalismo alemán, pero Jünger, quien revisó el libro muchas veces en años posteriores, llegaría pronto a eliminarlos de futuras ediciones, manteniendo el enfoque únicamente en la experiencia de guerra vista por el soldado del frente.
Los libros de guerra de Jünger se convirtieron en bestsellers durante el período de Weimar y especialmente después, durante el Tercer Reich. En 1920 aseguraron su veneración en los círculos nacionalistas alemanes, incluyendo al emergente Partido Nacionalista Alemán. Sin embargo, Jünger siguió siendo teniente en el Ejército Alemán, y como tal, se abstuvo de participar en política, y posteriormente registró cómo durante este período luchó contra la drogadicción como resultado de las heridas físicas y psíquicas que sufrió durante la guerra (un problema que pronto superó). Al salir del Ejército, participó brevemente en los nacionalistas Freikorps, pero lo dejó bastante pronto por cuenta propia, al considerar que la gente en su interior era en general de bajo carácter, y quienes frecuentemente le pedían dinero prestado.
Jünger escribió una gran cantidad durante el período de Weimar, fue también estudiante de biología, zoología, botánica, y se convirtió en un destacado entomólogo, un campo en el cual continuaría interesado a lo largo de su vida (de hecho, una especie escarabajo incluso lleva su nombre). También se convirtió en fotógrafo experto. Escribió muchos ensayos para diversas publicaciones nacionalistas – si Counter- Currents hubiese existido en esa época, Jünger seguramente habría contribuido – en las que hizo bien conocido su desdén hacia los valores de la democracia. Nunca se unió a ningún partido, sin embargo, y aunque mantuvo contacto con nacionalsocialistas así como con otros partidos, se negó a participar de cualquier manera directa. De hecho, los nazis le ofrecieron dos veces un escaño en el Reichstag – en la primera ocasión, en 1927, lo rechazó bromeando que, “Es mucho más honorable escribir una buena línea que representar a sesenta mil idiotas en el parlamento”.
Fue al círculo conocido como la “Revolución Conservadora” que Jünger estuvo más estrechamente relacionado, sin embargo: aquellos pensadores que no estaban meramente comprometidos con las luchas polémicas del día, sino con aquellos que estaban reevaluando la política – de hecho, todos los aspectos del mundo moderno, incluyendo la misma naturaleza de la sociedad en sí – a su nivel más fundamental, rechazando no solo la democracia liberal sino que también al Comunismo, buscando una nueva síntesis de las tradiciones aristocráticas y jerárquicas con el socialismo. Fue un proyecto monumental que quizás no tiene precedentes en Occidente desde los antiguos griegos. El círculo incluyó a Oswald Spengler y Arthur Moeller van den Bruck, e influenció a Martin Heidegger y Julius Evola, entre muchos otros. Como muchos de los Revolucionarios Conservadores, Jünger se relacionó libremente tanto con la Derecha radical como con la Izquierda radical, y estuvo tan interesado en actividades de los comunistas y anarquistas alemanes, como de los nacionalistas.
Jünger fue especialmente cercano a Ernst Niekisch, quien fue el líder de la corriente conocida como los “Nacional Bolcheviques”, que buscaba combinar el nacionalismo con los mejores elementos del Comunismo, y Jünger fue un frecuente colaborador en el periódico de Niekisch, Widerstard (Resistencia). Muchos años después, comentó que si Niekisch se hubiese convertido en el líder de Alemania en los 30’s en lugar de Hitler, la historia de Alemania en el Siglo XX habría tomado un curso completamente diferente y más exitoso.
En 1932, Jünger publicó lo que aún es considerado como su trabajo filosófico más importante: Der Arbeiter (El Trabajador), que destacó el tipo de civilización que él imaginaba para el futuro (más sobre esto después). Fue también durante este año que publicó sus últimos escritos nacionalistas, adoptando una actitud apolítica desde ese punto en adelante.
Saludó sin entusiasmo el ascenso al poder de Hitler y su partido. Rechazó todas sus ofertas para publicaciones oficiales, se negó a permitir que sus escritos aparecieran en publicaciones oficiales nazis, ni aparecería en transmisiones de radio nazis. Jünger se refugió de la mayor parte de la vida pública, aunque continuó escribiendo y publicando, y sus primeros libros de guerra fueron celebrados más que nunca antes. En 1939, publicó la novela “En Los Acantilados de Mármol”, que es una levemente camuflada alegoría al totalitarismo, describiendo una comunidad tradicional y aristocrática de pastores destruida por un despiadado dictador conocido como El Jefe Guardabosques. Si la novela estaba dirigida como una alegoría al Nazismo o al Comunismo, o ambos, es aún debatido. Sorpresivamente, el libro nunca fue prohibido, y Jünger nunca entró en lista negra por publicarlo, probablemente por la alta consideración en que era tenido personalmente por Hitler debido a su historial militar y sus libros de guerra.
A pesar de su antipatía hacia los nazis, Jünger fue nuevamente llamado al Ejército Alemán un poco antes de que estallase la Segunda Guerra Mundial y le fue dado el rango de capitán, que de buena gana aceptó. Le fue asignada la dirección de la Segunda Compañía del 287º Regimiento de la Wehrmacht, y participó en la invasión a Francia en 1940, ganándose otra Cruz de Hierro. No obstante, Jünger vio poco combate durante el resto de la guerra, y fue asignado como oficial en la ocupación de París. Uno de sus deberes era censurar cartas; luego afirmó haber salvado las vidas de varias personas destruyendo cartas que sabía que las habrían llevado a conflicto con las autoridades. Además de esto, pasó la mayor parte del tiempo visitando librerías en París y compartiendo con artistas y escritores como Pablo Picasso y Jean Cocteau. También mantuvo una serie de diarios durante este período (recientemente publicado en inglés como Un Oficial Alemán en el París de Ocupación que se considera estar entre sus más grandiosos trabajos.
Como muchos oficiales mayores de la Wehrmacht, Jünger temió por el destino de Alemania cuando la suerte en la guerra empeoró, y fue inspirador para muchos que tomaron parte de la conspiración de Claus von Stauffenberg contra Hitler en 1944. Jünger estuvo en contacto con muchos de los conspiradores (incluyendo a Erwin Rommel), haciendo circular un documento secreto titulado La Paz, que era un borrador para un nuevo orden post-guerra y post-nazi para Europa. Aunque el rol periférico de Jünger en la conspiración fue conocido por los nazis, solo sufrió la baja de la Wehrmacht, y ningún castigo adicional – de nuevo, probablemente debido a la alta estima con que era tenido por los líderes nazis y por el público alemán en general. El hijo de Jünger, Ernst Jr., cadete naval, fue arrestado el mismo año por haber mantenido supuestas conversaciones subversivas, fue condenado a arresto en una unidad penal de la Wehrmacht, y fue muerto en combate en Italia, en Noviembre de 1944.
Después de la guerra, Jünger se encontró en la poco envidiable posición a la que todos los sobrevivientes de la Revolución Conservadora fueron arrojados: aunque nunca fue un nacionalsocialista, y aunque los resistió en alguna medida, fue una figura bien conocida de la Derecha y había contribuido al clima que permitió a los nazis ascender al poder, por no mencionar su servicio en la Wehrmacht. Como tal, aún era considerado con sospecha por parte de los Aliados, y en 1945 las autoridades británicas le prohibieron publicar por cuatro años. Aunque continuaría escribiendo y publicando por muchas décadas desde entonces, la nube oscura que se cierne sobre todos quienes se han negado a ajustarse a los lineamientos de las maravillas del Liberalismo y la Democracia, continuó siguiendo a Jünger por el resto de su vida, y de hecho, aún eclipsa su legado hasta el día de hoy.
En 1951, Jünger se embarcó en una aventura aún mucho menos ortodoxa: fue una de las primeras personas en probar el LSD. Albert Hofmann, químico suizo que originalmente sintetizó LSD por accidente mientras intentaba desarrollar un anestésico para mujeres en parto, fue por largo tiempo un admirador de los libros de Jünger, y tras someterse a la experiencia psicodélica él mismo, sintió que su único precedente eran ciertas descripciones líricas de estados místicos en las novelas de Jünger. Como tal (Hofmann recuenta la historia en su libro LSD: Mi Niño Problema), contactó a Jünger y le preguntó si estaba interesado en probarla. Jünger, quien ya había probado amplia variedad de drogas en su temprana vida, aceptó ansiosamente, y en 1951 Hofmann se presentó en su hogar, donde ambos lo probaron juntos (bajo supervisión médica). Jünger quedó bastante fascinado con la experiencia, sobre la que escribió de manera ficcional en su novela, Visita a Godenholm, recientemente traducida al inglés por Annabel Lee para Edda Publishing en Suecia.
Hofmann y Jünger continuaron viajando juntos ocasionalmente por muchos años desde entonces, aparentemente ya a los 90´s de Jünger (Hofmann igualmente vivió hasta la edad de 102, falleciendo en 2008). Jünger escribe sobre toda su experiencia con drogas en su libro aún no-traducido Annäherungen.
A pesar de su continua controversia respecto a su participación en la Derecha, Jünger no obstante se convirtió en una celebridad literaria en la Alemania Occidental de post-guerra, así como en Francia, donde la mayor parte de su trabajo ha sido traducido, y ganó muchos premios literarios a lo largo de Europa. De igual modo viajó por el mundo, y se dice que ha visitado todos los continentes excepto la Antártida. Su talla era tal en 1984, que cuando Alemania y Francia tuvieron una ceremonia de reconciliación en Verdun, el sitio de una de las más grandes batallas de la Primera Guerra Mundial, pidieron a Jünger que actuase como mediador entre el canciller alemán Helmut Kohl y el presidente francés François Mitterrand, siendo el segundo declarado admirador del trabajo de Jünger.
Jünger continuó siendo productivo hasta avanzada edad, publicando docenas de libros – trabajos sobre ficción, incluyendo libros que podrían propiamente ser considerados de ciencia ficción, así como de no-ficción sobre una amplia variedad de tópicos (la edición final de sus Trabajos Recopilados consiste en veintidós volúmenes) – y muchos más ensayos, el último de los cuales fue publicado solo semanas antes de su muerte en 1998.
La pregunta que está probablemente en la mente de muchos lectores de Counter-Currents es, ¿Era todavía Jünger un hombre de Derecha después de 1932? No existe una respuesta fácil. Julius Evola, quien alabó el trabajo de Jünger en la era de Weimar, y publicó un libro en El Trabajador en 1960, consideró a Jünger un traidor por dar la espalda a su juramento de lealtad al participar (aunque periféricamente) en la conspiración contra Hitler en 1944, y lo vio como un vendido a los valores liberales de la nueva República en los años de post-guerra.
En cuanto a la primera acusación, aunque no pueda negarse, uno debe tomar en cuenta las circunstancias de la época. En 1944, Alemania enfrentaba una derrota cierta, y la anunciada política de Hitler de guerra total y luchar hasta el último hombre, ya estaba llevando a la completa devastación del país. Además, la mayoría de los líderes en la conspiración de Stauffenberg eran aristócratas prusianos que no tenían intensión alguna de permitir que Alemania se convirtiese en una colonia liberal anglo-americana como resultado de su éxito. En cambio, su intención era insistir en una Alemania independiente del lado de los aliados occidentales en una continua lucha contra los soviéticos – pero dejando claro que no tolerarían la rendición total del país. El deseo de Jünger por ver el derrocamiento de Hitler podría ser visto como una forma de lealtad a su pueblo, incluso si estaba expresando deslealtad hacia sus líderes.
En cuanto a lo segundo, pienso que es injustificado. Aunque Jünger claramente se suavizó en sus últimos años (se referiría a sus primeros trabajos como su “Viejo Testamento” – pero nunca desconoció ninguno de ellos), se puede ver claramente que incluso en sus escritos de post-guerra estuvo lejos de ser un demócrata liberal. Jünger siempre siguió siendo un elitista que buscó mantenerse aparte de la multitud, y expresó su horror ante los efectos deshumanizantes del cada vez más acelerado mundo moderno (como él predijo en El Trabajador). En sus últimas décadas, con todo, Jünger podría ser propiamente descrito como un anarquista – no en la forma que uno asocia con los antifa y las manifestaciones callejeras, sino que con la creencia en que el estado moderno se ha convertido en una prisión para el individuo, y que solo manteniéndose alejado de él, viviendo según los propios términos, y de acuerdo con valores creados por uno mismo, puede uno esperar conservar alguna libertad genuina en un mundo dominado por burócratas con fuerzas a su disposición increíbles y sin precedentes.
Pero también hay alguna evidencia de que Jünger nunca perdió realmente su interés en la Derecha. Por ejemplo, Alain de Benoist, el fundador de la Nueva Derecha Francesa, ha contado cuando estando en un stand de un festival de libros de Niza en 1977, Ernst Jünger inesperadamente se acercó a él, entablando una conversación. Como Benoist cuenta, Jünger estaba muy interesado en las actividades de su organización GRECE, y los dos continuaron compartiendo correspondencia hasta la muerte de Jünger. Esto es importante, dado que la Nueva Derecha es prácticamente una continuación de la obra de la Revolución Conservadora Alemana. También, como aprendí en el libro de Lennart Svennson Libro sobre Jünger, el diario alemán de Derecha Junge Freiheit, que ha sido publicado semanalmente desde 1986, reveló después de su fallecimiento que había sido suscriptor por largo tiempo. De acuerdo con uno de sus escritores, Thorsten Thalen, Jünger siempre llevaba el último número consigo a sus viajes, elogiando el periódico por tomar una postura no-convencional entre el conservadurismo mainstream y la Derecha radical. Por tanto, a pesar del hecho de que se abstuvo de comentar directamente sobre política, parece que Jünger nunca le dio la espalda realmente.
Sería imposible resumir todo el trabajo literario de Jünger en un ensayo de esta extensión, pero existen tres trabajos que parecen ser epítome de los períodos arquetípicos de su pensamiento. El primero es El Trabajador de 1932, que marcó la culminación de su período nacionalista. Él no usó el concepto de “Trabajador” en un sentido marxista y clasista, sino que en un sentido arquetípico: el Trabajador es un hombre comprometido en cualquier tipo de esfuerzo productivo o creativo. Jünger creía que los procesos industriales que han dado forma y apoyado el área de las matanzas impersonales en la Primera Guerra Mundial pronto serían implementados en todo el mundo, en todos los campos, y que el individuo estaba condenado a ser tragado en los proceso de colectivización. Para Jünger, éste sería un mundo dominado completamente por fuerzas impersonales en que todos los valores tradicionales serían destruidos en favor de los bienes materiales: producción y consumo en masa. En resumen, sería un mundo hecho por nada más que números. Sin embargo, Jünger vio una posible ventaja en esta visión perturbadora: él también predijo el surgimiento de una nueva raza de Trabajadores-Titanes, hombres fáusticos que usarían estos nuevos poderes como medios para alcanzar objetivos sobrehumanos. La humanidad como la conocemos sería destruida, pero los Titanes del futuro podrían dar origen a algo nuevo y más poderoso, alcanzando un estado divino.
En 1951, Jünger publicó El Pasaje del Bosque, y estas son prácticamente las reflexiones de un hombre que ha vivido a través de los horrores de las Guerras Mundiales, y que ahora ve a su patria dividida y ocupada entre las fuerzas de la democracia liberal por un lado y el comunismo totalitario por el otro, que no están solamente aprisionando individuos bajo su gobierno, sino que amenazando con desatar destrucción apocalíptica en cualquier momento. Jünger ya no habla del potencial sobrehumano de los Titanes para hacer uso de estas fuerzas. En cambio, habla del “rebelde del bosque”, quien escapa al bosque (simbólicamente), como un combatiente de guerrilla, para escapar de los estragos del mundo moderno y las fuerzas del autoritarismo que buscan dominarlo y controlarlo (ya en su libro, Jünger afirma que Estados Unidos está “acercándose a la perfección” en esta técnica mediante el uso de la radio y la televisión). El rebelde del bosque es aquel que se refugia de participar en esta sociedad inhumana lo más posible, viviendo de acuerdo a sus propios valores, pero que busca socavar la sociedad ejecutando actos de resistencia (incluso si éstos están destinados a fracasar), o mediante disciplinas personales y prácticas religiosas. Jünger también hace un llamado a la tradición germánica del hogar como el propio santuario: el hogar propio es un lugar de libertad, escribe, no porque la libertad esté garantizada por la ley, que puede traicionarte, sino en cambio porque uno está preparado para luchar contra cualquiera que intente violar ese espacio.
Y finalmente, está la novela post-apocalíptica Eumeswil, publicada en 1977, que se basa en las ideas de Max Stirner y otros anarquistas. En ella, Jünger presenta el concepto de Anarca. “El Anarca es al anarquista, lo que el monarca es al monarquista”, escribe. El Anarca es quien participa completamente en la vida moderna, pero que por dentro no es parte de ella. Internamente, aún tiene sus propias creencias y valores, y se ve a sí mismo estrictamente como un observador de eventos. En otras palabras, él está en este mundo, pero no es de este mundo. Tiene un sorprendente parecido con la idea de Evola de apoliteia, y de “cabalgar el tigre”.
Lo que sea que uno piense de la vida y obra de Jünger, es innegable que él fue uno de los más prominentes miembros de una casta cada vez más escasa – de esos genios que dan importantes zancadas simultáneamente en campos muy diferentes, y que crean una brillante obra de arte a partir de sus propias vidas, tanto en términos de lo que hacen, cómo en su manera de vivirla. En nuestra era de hombres pequeños que son alentados a nunca crecer y a mantener sus ambiciones bajas, Jünger es una imponente figura de la Era de los Titanes, un hombre que se atrevió a vivir una vida en sus propios términos, y que en el proceso contribuyó a transformar al mundo a su alrededor.
Mientras una gran cantidad del trabajo de Jünger está disponible en casi cualquier otro idioma europeo, por alguna razón sus libros, además de Tempestades de Acero, nunca han sido atrapados por el mundo angloparlante, y solo una pequeña porción del cuerpo de su obra ha sido publicada en inglés. Afortunadamente, Telos Press ha hecho un esfuerzo para remediar esta situación, y en los últimos años ha emitido varias de sus obras traducidas. Una excelente introducción a la vida e ideas de Jünger es la película 102 Años en el Corazón de Europa, que consiste en una entrevista, intercalada con narración, que fue grabada por un equipo sueco solo unos años antes de su muerte.