Artículo publicado originalmente como “Dugin contra Racism”, por Giuliano Adriano Malvicini, en Counter-Currents. Traducción por A. Garrido.
El ethnos continúa existiendo como el sustrato de las sociedades tradicionales. Por ejemplo, el ethne pre-indoeuropeo continúa existiendo como la tercera función de las sociedades indo-europeas. Dugin explica el surgimiento de las civilizaciones tradicionales a través de la emergencia del pastoralismo nomádico, esto es, la aparición, desde sociedades agrícolas autóctonas, de pequeños grupos nómades de pastores guerreros.
Domesticando animales que eran más grandes y fuertes que ellos, estos pastores desarrollaron tecnologías de “poder pastoril”, que hizo posible a unos pocos regir las masas. Trataron a los grupos étnicos que conquistaban “como ganado”. De esta manera, estos señores de la guerra y conquistadores, cuando finalmente se establecían en territorios conquistados ya habitados, se convertían en las primeras elites políticas. Estas bandas de guerreros fueron la Männerbund, el núcleo del estado pre-moderno.
El origen del Estado, entonces, se encuentra en guerras y conquista y la apropiación de territorios ya habitados. Cuando el ethnos libera guerra contra sus vecinos, los extermina o asimila (asesinando y a veces canibalizando a los hombres, tomando sus mujeres como esposas, y adoptando a sus niños). El pastor-guerrero, en cambio, conquista y subyuga al ethnos conquistado, gobernando, explotando, pero también protegiéndolo (como lo haría con la propiedad del ganado), mientras que al mismo tiempo mantiene una separación racial estricta del grupo conquistado (“el rebaño”). La elite de este nuevo tipo de sociedad es “racista”. Como pastores, aplican técnicas pastoriles de crianza a los seres humanos. La conquista, para ellos, significa aprovechar y “montar” las fuerzas que han sido superadas, en lugar de aniquilarlas. Esto también significa que históricamente, el conflicto de clases tiene su origen en el conflicto étnico.
El surgimiento del estado marca el surgimiento de una sociedad étnicamente heterogénea, estratificada y no-orgánica, radicalmente diferente en naturaleza al ethnos. Dugin propone la palabra griega “laos” para distinguir esta etapa del “ethnos” (Aunque Dugin falla en citar la fuente, su discusión sobre el “laos” proviene fuertemente del brillante trabajo sobre etnología de la guerra del etnólogo nacionalsocialista Wilhelm E. Mühlmann, Krieg und Frieden: Ein Leitfaden der politischen Ethnologie [1940].)
La armoniosa y orgánica unidad del ethnos ahora está perdida. La tensión y violencia de la conquista son inherentes en el nuevo orden social, que está estructurado por jerarquía y patriarcado. La relación con “el otro” ha sido introducida en su corazón. Esto significa que un elemento de crisis, entropía y desorden ha entrado en el núcleo de la sociedad y desde ahora amenazará constantemente su estabilidad y cohesión. El “otro” conquistado, es incluido en la sociedad, pero al mismo tiempo excluido. Es mantenido a distancia por la clase dominante. Surge una sociedad estratificada estructurada por un sistema de castas.
Ya que la cohesión del ethnos es mantenida a través del matrimonio entre diferentes clanes endogámicos dentro de la tribu, y basados en equilibrio y polaridad, no existe necesidad de ley o jerarquía. Su cohesión es mantenida por mitos normativos, que son en sí un tipo de exégesis del espacio simbólico. La justicia es concebida como un equilibrio mantenido por medio de un intercambio simbólico y especie de reversibilidad “igualitaria” de las relaciones sociales. Aquellos que matan deben ser (simbólicamente) matados, aquellos que comen deben ser (simbólicamente) comidos, retornando a la economía circular del cosmos. Esta es la razón para la iniciación, por ejemplo – el cazador o guerrero debe ser simbólicamente matado para poder matar sin perturbar el equilibrio. Todas las obligaciones sociales son entendidas como formas de deuda simbólica (deudas de honor).
La estabilidad y cohesión de las civilizaciones tradicionales, por el contrario, tiene que ser asegurada por la ley y la autoridad del Estado. Las civilizaciones carecen de la cohesión natural y orgánica del ethnos. Por esto es que los incansable y nómades conquistadores-pastores son civilizadores – fundando y construyendo las instituciones legales, políticas y religiosas de las civilizaciones tradicionales pre-modernas. Es en este punto que la estructura jerárquica tripartita de las sociedades indo-europeas emerge. Es el comienzo del tipo de sociedad tradicional aria descrita por Evola, y los clásicos, occidental, activo, “fálico y masculino logos” fundado sobre la exclusión del caótico “otro” femenino. Este logos masculino es precedido por el más primordial, ctónico, femenino, pasivo e inclusivo “logos caótico” del ethnos. Este logo caótico es identificado con el ethne (Rusia) eurasiático, caracterizado por fuerzas étnicas “caóticas” y dionisíacas. La involución o entropía de Occidente es causada por el endurecimiento del logos clásico, mientras que supuestamente se desprende a sí mismo de su elemento nativo, el logos dionisíaco, eurasiático, y caótico. El “logos caótico” más primordial trasciende e incluye al logos fálico dentro de sí, en la misma manera que Eurasia incluye a Europa.
Con esta nueva relación con un “otro” en la forma del ethnos subyugado, una crisis, una grieta ha sido introducida en la sociedad. Esta crisis o grieta es expresada en términos ideológicos y metafísicos como la división del cosmos en un mundo material, temporal, múltiple y sensible por un lado, y un mundo supra-sensible, eterno, unitario y trascendente, por otro. Por una parte, tiempo y devenir, en los que los seres surgen y decaen, son creados y destruidos. Por otro, el reino más allá del tiempo, de la permanencia, estabilidad, inmortalidad e incorruptibilidad. En lugar de la polaridad y complementariedad del cosmos del ethnos, ahora se alza un agudo dualismo metafísico entre orden trascendente por un lado, y desorden inmanente, entropía e involución, por el otro.
La superación de esta grieta traumática entre Ser y devenir, tiempo y eternidad y la reintegración del todo sagrado ahora se vuelve un horizonte escatológico, o límite, de historia. El laos no es ahistórico como el ethnos, pero el horizonte de su historia no es el infinito, lineal, secular progreso y crecimiento económico, sino que un mito mesiánico. Los miembros de las nuevas elites comienzan a interpretarse a sí mismos como sujetos de la historia, como teniendo una misión histórica y destino: por ejemplo, como los fundadores y constructores de imperios. A menudo, hay imperios uniendo Oriente y Occidente, como en el caso del homónimo de Dugin, Alejandro Magno. Otros ejemplos podrían probablemente ser la Horda Dorada de Genghis Khan, o las conquistas islámicas. Estas ambiciones imperiales siempre permanecen arraigadas en proyectos mesiánicos, en mitos escatológicos, y el imperio en sí permanece anclado en un centro sagrado – Roma en el caso del Imperio Romano, o en el caso de las conquistas islámicas, la Meca. La ciudad de convierte en imago mundi, un microcosmos del imperio, que a su vez, como el ethnos, es identificado con el mundo como tal. Para los romanos, el imperio era el mundo, y el emperador personificaba el centro, el centro sagrado de la soberanía.
El individuo heroico se convierte en el sujeto normativo del laos. En un sentido, este es el surgimiento de un tipo de individualismo – no el individualismo burgués de la modernidad, sino que un individualismo asceta, heroico y aristocrático del “hombre diferenciado”, correspondiente a un mito heroico normativo. Este nuevo individuo de elite, este nuevo “sujeto” de la historia es representado no sólo por el héroe, sino que también por el rey, el filósofo y – en el Judaísmo e Islam – por los profetas. Son los “guardianes” de Platón, o los “pastores del Ser” de Heidegger. Ya que la clase dominante está compuesta por ex pastores nómades en lugar de granjeros, el modelo del gobernante es el pastor. Él reúne al disperso y múltiple rebaño del “laos” alrededor del polo del Ser y la tradición. El modelo es pastoral recolector, en lugar de agrario cosechador. El pastor toma sobre sí la misión conservadora de batallar contra la diáspora, muerte, caos, ilusiones, y el insidioso proceso de decaimiento y pérdida de significado. Ellos ven como de su responsabilidad librar guerra contra la falsedad, ilusión, muerte, la nada y la entropía del tiempo, que dispersa, disuelve y fluye. El tiempo es el río del olvido, Lethe. La palabra griega para verdad es a-letheia, “inolvidable”. Este tipo de individualidad heroica es similar a la figura de Heidegger del auténtico Dasein resuelto. Su individualidad e integridad está basada en la abierta confrontación con la muerte, transformando el límite de la muerte de un pasivo proceso de entropía en una activa decisión, una responsabilidad, fundado un “posible ser-como-un-todo”.
Por otro lado, el campesinado – la tercera función de la sociedad indo-europea – continúa viviendo su cíclica vida ahistórica, arraigada en un paisaje y centrado en la fertilidad y reproducción. Continúa existiendo como un ethnos, viviendo en un estado prelapsario de inocencia, una “edad dorada”. Ve los tributos que paga a sus nuevos gobernantes como sacrificios, y a los predatorios gobernantes como figuras sagradas. La elite, sin embargo, al separarse a sí misma de del cósmico todo social y entrar en una asimétrica e irreversible relación con “el otro”, ha pasado a un tiempo asimétrico e irreversible: la historia y la tensión escatológica de ser-hacia-la-muerte. Desde ese momento esta tensión comienza a relajarse, la desintegración es inevitable.
Ya que el ethnos está siempre trabajando para permanecer idéntico a sí mismo, no tiene relación con el “otro”. El ethnos está reunido alrededor de su centro sagrado, y no se define a sí mismo en oposición a “otro”. A diferencia del logos occidental, el logos del ethnos no está fundado en oposiciones binarias y exclusión, sino que sobre inclusión y asimilación (que puede tomar la forma física de un devorar caníbal del otro). En este sentido, la sociedad étnica es totalitaria y abierta, pero en un sentido completamente diferente que la “sociedad abierta” popperiana del Liberalismo moderno. Cualquiera puede ser asimilado en el ethnos, y el ethnos resuelve “el problema del otro” a través de asimilación – ya sea física, por guerras de aniquilación que culminan en la canibalización de los miembros de otros grupos étnicos, o mediante iniciación, esto es, el asesinato simbólico del individuo, para que él o ella puedan renacer como miembros de la tribu. Por lo tanto, pertenecer al ethnos de ninguna manera es un hecho racial o biológico, sino que un fenómeno social, simbólico y cultural. Aunque ethne general se define a sí mismo por la idea de un origen común, este origen común, Dugin lo enfatiza cuidadosamente, es un mito. Es una construcción social en lugar de un hecho biológico. La noción de etnocentrismo de Dugin no sólo es no-racista, no-nacionalista y sin-sangre, su noción de “ethnos” está también limpiada (o podríamos también decir, desencarnada, abstraída, y vaciada) de cualquier contenido racial. Como el concepto de “género”, es un concepto puramente social en lugar de biológico.
La conexión entre ethnos y canibalismo no debería sorprender a ninguno familiarizado con el mito griego. El ethnos está viviendo en “la edad dorada”, y la edad dorada es el reino de Saturno, Cronos (tiempo), quien come a sus propios hijos. El canibalismo del ethnos, en otras palabras, es el canibalismo del tiempo cíclico, que devora todo lo que engendra. En cierto punto, una transición toma lugar desde el reino de Cronos al reino de Zeus. Esta transición marca el comienzo de la civilización tradicional, olímpica y heroica. Dugin parece creer que la concepción circular del tiempo en las sociedades arcaicas es conservada en las prácticas religiosas de las civilizaciones tradicionales. Sin embargo, sería más correcto ver la heroica concepción tradicional del tiempo como lo inverso a la temporalidad del ethnos. Las sociedades tribales primitivas ven las estructura circular del tiempo positivamente, como garantizando la homeostasis del cosmos. Elementos que los separan a sí mismos del todo, tomando una existencia independiente y potencialmente fragmentando al todo, son constantemente reasimilados por el devorador círculo del tiempo. En la cosmovisión heroica, esta concepción es invertida. Cronos, en lugar de un gobernante y preservador de la paradisíaca edad dorada, se convierte en una figura completamente negativa, un monstruo voraz que debe ser superado por un celestial héroe olímpico (Zeus). El tiempo circular ya no es visto como la conservación del cosmos en cuanto inmortal totalidad sagrada. El tiempo, en cambio, es visto como una prisión, el estómago de Cronos. El tiempo es ahora existencia condicionada, el reino en que los seres surgen y perecen, son engendrados y destruidos en una circulación sin fin. El significado del tiempo es invertido, y es visto como entropía, un hambriento vacío, una figura de muerte y terror cósmico, y la tarea del asceta y el héroe es superarlo, pasar más allá el anillo de fuego.
Así, hay una división en el sendero a la inmortalidad. Por un lado, está el camino de los padres o ancestros (pitryana), el pacífico sendero de la fertilidad y reproducción, el sendero del “ethnos” de Dugin, asociado con la religiosidad ctónica. Nuevas generaciones continúan y repiten la vida del os ancestros. Cuando el nieto se convierte en hombre, él reencarna al abuelo. Por otro lado, está el camino de los dioses (devayana), el camino del ascetismo y la iniciación, de guerreros y sacerdotes. Este el sendero heroico y viril de la acción y conocimiento (gnosis). Ve a la muerte sobre el campo de batalla como una forma de iniciación, y el sendero al conocimiento siempre pasa a través de la confrontación con la muerte. El sendero heroico es un individual sendero aristocrático, a la salvación o autorredención activa: la liberación de una existencia condicionada por el tiempo. La libertad del individuo por supuesto no es simplemente dada como “derecho humano” – la libertad, individuación y personalidad son conquistas. Ellas son ganadas a través de una lucha con la muerte y las fuerzas entrópicas. Cuando el individuo triunfa sobre las fuerzas de la muerte, él es divinizado, o incluso superior a los dioses.
El asceta y el héroe desprecian aquello que simplemente viene y se va – el cuerpo, lo físico, el mundo sensorial, apariencias y devenir – y luchan por superar el tiempo entrópico, alcanzando el estado de inmortalidad. En su trabajo sobre yoga, Mircea Eliade mostró que la ascética auto-liberación del individuo respecto del tiempo es lograda convirtiéndose en un microcosmos. Sólo convirtiéndose en el cosmos y el tiempo cósmico, puede el individuo superar el tiempo dentro de sí mismo. Por esto es que los hindúes Aghoi, adeptos al sendero del a mando izquierda, practican canibalismo ritual – el Aghori se identifica con el devorador círculo del tiempo mismo – él se vuelve el cosmos. A través del despertar de Kundalini, la columna vertebral en sí se convierte en el pilar del mundo, el axis mundi. Así, el individuo completamente realizado es “hombre cósmico”, aislado e incondicionado en el mismo sentido que el cosmos en sí es aislado e incondicionado. En la medida que el héroe logra auto-realización a través del sendero de la acción, nace la idea del imperio. El imperio es una totalidad cósmica. Éste establece un centro (un polo) y abarca al mundo. El imperio supera el tiempo y trae la historia a un fin. Todos los imperios son, en su dimensión metapolítica y esotérica, escatológicos. Para Dugin, la relación entre geografía sagrada y geopolítica es análoga a la relación entre tiempo sagrado (mítico) y tiempo histórico. El intento de teologizar la geopolítica coincide con un intento de abolir el tiempo histórico en tiempo mítico. El eurasiático “imperio del fin” de Dugin es un proyecto escatológico.
El surgimiento de individualidad heroica coincide con el surgimiento de formas políticas de soberanía. El soberano es un sujeto de la historia y una figura revolucionaria conservadora. Él trasciende el orden normal de las cosas y al hacerlo, lo suspende y lo conserva. Esta conservación es una re-fundación. El ethnos ya era “conservador revolucionario” en su dinámica: el cosmos del ethnos debe ser periódicamente destruido en un tipo de “revolución conservadora” (tomando la palabra “revolución” en su sentido etimológico) para ser renacido o revitalizado, igual que el ciclo del año es renovado en su punto más oscuro, el solsticio de invierno, el abismo oscuro del que el Sol retorna. Esta renovación se efectúa a través de la sacrificial entrega de ofrendas.
El surgimiento de una sociedad estratificada también coincide con el surgimiento de distintas esferas políticas y económicas. La esfera económica es el hogar, el oikos, un espacio cerrado, protegido de la irrupción de fuerzas caóticas elementales. En el ethnos, el chamán es el guardián del oikos, curando sus crisis y mediando sus relaciones con las fuerzas del caos. En el laos, las funciones políticas protegen la esfera económica, pero también la limitan y trascienden. Ellos protegen y delimitan en la manera que los pastores trazan los límites del pastizal.
La grieta cósmica o crisis inherente en el “laos”, sin embargo, no puede ser finalmente curada. Es progresivamente profundizada, saliendo de un proceso de entropía o involución que culmina con la modernidad. Como parte del movimiento entrópico, la figura del burgués emerge, una ambigua e inauténtica figura, similar al “das Man” de Heidegger. Para Dugin, el burgués no corresponde a la tercera función de las sociedades indo-europeas, sino que es un tipo de figura vacilante, intermediaria, delegando el combate a la aristocracia por un lado, y la producción al campesinado, por el otro. El burgués se caracteriza, como el das Man, por su evasión a la confrontación decisiva con la muerte – él no desafía a la muerte. En algún momento, el burgués usurpa la posición del aristócrata. Sin embargo, la relación entre elites sociales y grupo subyugados continúa siguiendo el patrón de nómades agresivos vs. Campesinos pasivos. Esta relación no está sólo expresada en la distinción entre hombres libres y esclavos, la estructura de castas o estructura de clases de la sociedad, sino que también en la visión expresada en el Talmud sobre los gentiles como animales sin los mismos derechos que los miembros de la tribu nómade de los judíos (no sólo los indo-europeos, sino que también los judíos son ejemplos de pastores nómades conquistadores). En la moderna sociedad capitalista, las elites sociales son todavía depredadoras, las masas subyugadas todavía son un rebaño de ganadería.
Por lo tanto, en el modelo de Dugin, así como existen tres teorías políticas, existen tres tipos históricos de sociedad: arcaica, tradicional (pre-moderna) y moderna – el “ethnos”, el “laos”, y la sociedad civil (con la nación como un intermediario transicional entre el “laos”y la sociedad civil post-nacional). Cada uno de estos tres tipos de sociedad parece corresponder a una de las teorías políticas modernas. Si la sociedad arcaica es un tipo de comunismo primordial, la sociedad tradicional es jerárquica, patriarcal, imperialista y dominada por la clase guerrera, y claramente corresponde al Fascismo. Es dominada por la figura heroica del “soldado político”, en lugar del político. La sociedad civil moderna, dominada por la clase mercantil, el individuo burgués ilustrado, corresponde al Liberalismo. La sociedad postmoderna es la transición a un cuarto tipo de sociedad, que quizás corresponde a la cuarta teoría política.
La crisis de la unidad orgánica del “ethnos” conduce a la formación del “laos” y la fundación de sus instituciones de sociedades tradicionales aristocráticas. La crisis y desintegración del laos conduce al surgimiento del moderno “demos” y al nacionalismo burgués. El centro sagrado del ethnos está perdido, y el individuo soberano se convierte en el nuevo centro, con “sagrados” e inalienables “derechos humanos”. El Liberalismo es también organizado por la relación entre un centro y una periferia, pero al final del ciclo la estructura del ethnos es completamente invertida – el centro de la sociedad moderna es aquel que previamente fue profano y negativo, y elementos del sagrado todo y formas no-individuales de existencia sobreviven como elementos marginales, residuales, espectrales o “demoníacos”.
Finalmente, la crisis y desintegración del individuo burgués en el período postmoderno conduce a una posterior disolución de todas las formas de identidad, culminando en la “muerte del hombre”, transhumanismo, y realidad virtual, la liberación de fuerzas sub-individuales de la identidad individual y – a través de híbridos y cyborgs – de los límites de la humanidad misma. Esto, probablemente, es el último final del ciclo y la culminación del nihilismo moderno. Humanidad, razón, e identidad individual, que originalmente marcaron el horizonte del proyecto moderno de “emancipación”, finalmente se convierten en límites que deben ser superados, para así alcanzar la total, perversa polimorfa, “esquizofrénica” y “acéfala” liberación del deseo y “otredad”.
En otras palabras, la libertad es un principio de caos, una entrópica fuerza corrosiva que destruye al liberalismo desde el interior. El momento en que el Liberalismo supera a todos sus adversarios políticos, debe ser protegido del poder que él mismo desató. El individuo ya no puede “liderar” las fuerzas destructivas liberadas por la modernidad. La modernidad entra en su fase crítica, la postmodernidad. El lugar del individuo es evacuado, un nuevo espacio es despejado, nuevas posibilidades son abiertas, una nueva pregunta toma forma: la pregunta por el sujeto de la cuarta teoría política. La cuarta teoría política emerge en el momento en que los “sujetos” de las anteriores tres teorías políticas son disueltos. El individuo se revela ser, en su esencia, el vacío central, una nada. El nuevo sujeto será el nuevo centro que será capaz de funcionar como un punto de orientación. El sujeto de la cuarta teoría política debe ser capaz de responder al desafío de liderar las potencialidades creativas no-realizadas que quedan en el Liberalismo, pero también en el Comunismo y Fascismo. Los restantes representantes del Fascismo y Comunismo, cree Dugin, son incapaces de hacerlo, atrapados como están en actitudes reactivas de resentimiento, nostalgia retrospectiva, e inercia.