Que la nacionalidad sea un derecho universal, reconocido incluso como un Derecho Humano, es algo que, para mi forma de ver las cosas, no tiene ningún sentido, pues ¿de qué sirve apegarse a una nacionalidad cuando ésta no es más, para el sistema imperante, que un vínculo jurídico entre el Estado y una persona, del cual derivan derechos y obligaciones?
¿Cuál es la necesidad de subyugarse a un Estado a través de dicho vínculo? Ninguna, puesto que lo único necesario para la supervivencia del hombre se puede alcanzar sin estar sumido a un Estado que te obligue, por lo demás, a estar sujeto a él.
Y esta obligación, que no es más que otra forma de control sobre la vida de las personas pintada como derecho, lo único que hace es vulnerar, a su vez, otro derecho que, dentro de nuestras ideas, es vital para el Identitarismo, cual es el de la Libre Autodeterminación de los Pueblos. Pues, es así cómo se obliga a renunciar a la Identidad de un pueblo para asumir otra ajena y carente de sentido.
Creo, sinceramente, que un acto simplemente simbólico, como el de un pueblo que exige renunciar a la nacionalidad que le ha sido asignada, es también un acto revolucionario, de subversión frente al Estado y, por tanto, un acto de valentía.
Los actos de los hombres no sólo deben mirar a una cuestión puramente práctica, sino que también deben acarrear una carga emocional y un simbolismo particular que deje en claro la voluntad de éstos. Por tanto, se vuelve necesario que todas las palabras dejadas acá, y que conlleven un actuar de nuestra parte, deben ser puestas en marcha.