Cernunnos, el dios de los cuernos, debe ser, sin duda, uno de los dioses más destacados y reconocibles de los pueblos europeos.[1] Aunque más popularmente reconocido por su versión celta, este dios astado, cuyo culto está relacionado con la fertilidad y lo salvaje, proviene de cultos animistas anteriores, es decir, de la fría prehistoria europea[2]. Julio César habló del dios astado como Dis galli Pater (“padre de todos los galos), quedando asociado principalmente con Europa Occidental, a pesar que la figura del dios con pararrayos no fuera exclusiva de esta región.
Las huellas del señor de los cuernos han sido encontradas a través de toda Europa, sobre todo en lugares donde se desarrollaban cultos religiosos, como por ejemplo, en el centro de París. El libro Old England: A Pictorial Museum of Regal, Ecclesiastical, Municipal, Baronial and Popular Antiquities[3], editado por Charles Knight en 1847, da cuenta de hallazgos de bajorrelieves enterrados bajo la Catedral de Notre-Dame (Nuestra Señora), en París, representando a Cernunnos y al dios Esus, uno de los temibles dioses de la noche –según Marco Anneo Lucano–, entre otros. (Véase también The Influence of Shamanic Practice on the Deposition of Prehistoric Human Remains in Bogs, de Bridget Brennan.)
Al igual que la inmensa mayoría de lugares devocionales paganos de Europa, la catedral de Notre-Dame fue erigida sobre un lugar consagrado a los arquetipos que provenían desde la prehistoria. Aunque templo de adoración para dioses solares y uránicos, la moral que impregnó al panteón de dioses que comenzaron a poblar los antiguos lugares sagrados paganos –cuyas formas originales pasaron a ser consideradas como profanas– era ajena, extranjera, no europea.
Sin lugar a dudas, el estilo arquitectónico y el arte dispuesto en las catedrales góticas es europeo, y el patrimonio que éstas representan es en su mayor parte también europeo. Sin embargo, es necesario realizar el siguiente ejercicio mental: cuando, en mil años más en un futuro no tan distópico, Europa se vuelva un califato, y las formas religiosas actuales (es decir, judeo-cristiano-helénicas) sean reemplazadas por las formas del futuro (i.e., musulmanas), y el lugar sagrado de los dioses paganos, sobre el cual fue posteriormente levantada una catedral católica, cargue con una mezquita sobre él, ¿qué diremos cuando se incendie dicho recinto religioso, “lamentamos la pérdida de esta invaluable pieza de patrimonio europeo”, “esta mezquita era un símbolo no sólo de Francia, sino también de Europa”? Por supuesto que tal mezquita futura tendrá un estilo arquitectónico distinguiblemente europeo y, probablemente, tendrá finas piezas de arte europeo representando a Mahoma recibiendo la revelación de ángel Gabriel, o tal vez Mahoma dando la orden de masacrar a la tribu judía de Banu Qudaidah o, quizás, la pintura de algún guerrero de mil años en el pasado volando alguna embajada o atacando a Charlie Hebdo.
Efectivamente, será una enorme pérdida para el patrimonio de la humanidad, una gran y lamentable pérdida de un edificio histórico.
Pero, ¿qué pensarían los celtas? ¿Lamentarían los dioses de la noche la pérdida de una mezquita o, tal vez, la pérdida de una catedral católica? ¿Se acongojaría el corazón de Cernunnos al ver la pérdida de los edificios instalados sobre sus santuarios, lugares ahora consagrados a una moral ajena?
Si el avance cultural cristiano fue una realidad tan concreta como para, hoy en día, lamentar la pérdida de iglesias cristianas como patrimonio europeo, ¿por qué no sería perfectamente realizable un futuro culturalmente islámico en Europa cuando actualmente la influencia no es sólo cultural, sino también demográfica?
¿Qué pensarían los celtas?
Notas.
[1] Salman, S. (1986). The Horned God: Masculine dynamics of power and soul. Quadrant: Journal of the C. G. Jung Foundation for Analytical Psychology, 19(2), 6-25.
[2] http://europasoberana.blogspot.com/2013/05/huellas-del-jefe-de-los-cazadores-el.html
[3] https://archive.org/details/oldenglandpictor01knig