Toda propaganda criollista, es decir, propaganda a favor del criollismo, en algún momento será comprendida como propaganda blanca, algo que es correcto pero no del todo exacto, puesto que las condiciones de criollo y blanco, si bien no son excluyentes y aún más, están relacionadas, no son equivalentes en complejidad, puesto que “blanco” es algo superior a “criollo” en escala de generalidad (de más básico a más complejo), ya que el criollismo no involucra sólo un elemento racial, sino que también cultural, territorial, histórico, etc.
Inmediatamente después de ser comprendida la propaganda criollista como propaganda blanca, será comprendida como propaganda racista (es decir, propaganda en contra de los grupos no blancos), acercándose en tiempo récord a ser vetada por el público, para luego sus stickers y volantes ser rasgados, sus fotos y videos censurados de la red, y, finalmente, ser aplastada por una avalancha de contrapropaganda sin sentido hasta provocar el olvido de la propaganda racista.
Realmente, no debería sorprendernos que toda palabra a favor de cualquier figura o grupo “dominante” (ser blanco, ser hombre, ser heterosexual) sea relacionada de inmediato no con estar a favor del grupo, sino con estar en contra de los demás grupos más “débiles” y “minoritarios”. No debería sorprendernos ni tampoco deberíamos lamentar mayormente este hecho, porque para mendigar por derechos y victimizarse no estamos aquí, sino para conquistar espacios para nosotros, con la diferencia que no lo hacemos por un espacio en esta sociedad, sino por un espacio fuera de ella, hasta crear nuestra sociedad aparte; nuestra propia sociedad. Si lucháramos por un espacio en esta sociedad, pecaríamos de inconsecuentes pues continuaríamos alimentando la misma sociedad multicultural y diversa (i.e., de muchos tipos humanos pero con un solo pensamiento) que creemos y sabemos que conducirá a todos los grupos a la degradación y fusión.
Tratar de voltear la situación de “pro-criollo/pro-blanco = anti-todos-los-demás” resultaría una tarea inmensamente agotadora, y definitivamente inútil pues, recordemos, no queremos un espacio dentro de esta sociedad, así que, ¿qué nos importa lo que el resto piense? Pero, pese a lo anterior, nos enfrentamos a un problema: ahí “afuera” hay muchos de nosotros que por décadas y décadas han sido bombardeados con información y propaganda políticamente correcta sobre la afirmación de la identidad de grupos “dominantes”, dejándola reducida a una vulgar propaganda de odio, algo que no ocurre con los grupos “dominados”.
Dicho de otra manera, la propaganda “criollista/blanca = racista” siempre será entendida como muy de Derecha (revisar “La Nueva Derecha Criolla”, para no confundirse con los partidos de Derecha liberal e igualitaria), creando anticuerpos discursivos en algunos individuos (la mayoría, en realidad) pertenecientes a nuestra minoría objetivo. Desgraciada y paradójicamente, el Cono Sur no es lo suficientemente liberal como para aceptar la existencia de una opinión de este tipo sin querer prohibirla. La manera de sentar las bases de la discusión debe replantearse en dichos círculos. Y ésa es una tarea prioritaria.