Llega otro dieciocho de septiembre y las calles amanecen con sus casas enarbolando una vez más el masónico tricolor, y de nuevo, las masas amorfas y marrones sacan a relucir su patriotismo que aflora una vez al año, en el mejor de los casos, siendo la excepción los periodos en que la selección de fútbol anda bien. Sin embargo, el punto no va en cuan volátil es la mente de los chilenos a la hora de conmemorar acontecimientos históricos, sino en cuan poco interés tienen las personas en realizar una mirada retrospectiva a la historia de su propio país para juzgar con ojos críticos y objetivos.
No importa que la sociedad no esté compuesta por historiadores, sino que esté conformada por ignorantes que no desean salir de su ignorancia, o sea, lisa y llanamente por tontos. No me refiero con esto a que se celebra la Primera Junta de Gobierno y no “el cumpleaños de Chile”. No. Independiente del carácter que tuvo en la realidad esa reunión de viejos vinagres cuyos efectos somníferos no quiero ni imaginar, el tema es que el 18 de septiembre de 1810 se comienza a fraguar la realización práctica del plan maestro de los intereses imperialistas británicos, por medio de aristócratas adoctrinados y sus logias pro-masónicas, para desestabilizar a su acérrimo enemigo comercial: el imperio español. Es en las tan exaltadas fiestas “patrias” donde comienza la historia de la formación del actual Estado chileno opresor y destructor de identidades. Gran monstruo bastardizador al que hoy sus esclavos masoquísticamente rinden homenaje. Gentes que desde el norte a la zona austral exaltan a la abstracción a la que pertenecen no por un real deseo de organización comunitaria ni por un desarrollo de un grupo humano con un mismo pasado e Identidad, sino que sólo por el hecho de que los avatares del destino los hicieron nacer dentro de los trazados de las fronteras políticas acordadas entre cuatro paredes, para facilitar la extracción económica dentro del territorio. Los intereses geopolíticos no tienen contemplaciones. Cuan grandes maquinarias absorben sin ninguna piedad.
Para más recacha, ni siquiera nuestro territorio recibió el influjo masivo de inmigrantes europeos como dos de nuestros vecinos orientales, por lo que, a diferencia de ellos, estamos incapacitados para hacer la vista gorda a nuestra tarada concepción o para lanzar un gigantesco “Bueno, ya” que retumbe en todos los rincones del Universo. No hay excusas, ni por donde se le mire.
Errores como los que usualmente vemos en estas fechas son incluso predecibles de parte de aquellos que no tienen ningún mínimo interés por lo que pase afuera de sus vidas diarias, por aquello que les estorbe el poco tiempo libre que tienen fuera de las rutinas en que han caído producto de la gran máquina tecnocrática y deshumanizada a la que denominamos “civilización occidental”, denominación que engloba a lo que conocemos como Sistema. Por lo tanto, lo que simplemente es imperdonable es que gente que sabe en el fondo de su casi completamente olvidada racionalidad todo lo que aquí se ha expuesto, lo ignore deliberadamente, ya sea por cobardía al no querer olvidar viejos hábitos familiares, o simplemente porque le gusta el hueveo fetichista. Son también víctimas de la manipulación doctrinaria que el Estado ha ejercido durante más de doscientos años, de la que tanto se creen salvaguardados.
La única solución es que ardan los próceres y las banderas, y que caigan los credos y su imbecilidad.