Maestros de la venganza, maestros de la revancha
Incitadores del caos, mensajeros de la rabia
Todo lo que te queremos hacer, es lo que nos hiciste
Todo lo que te queremos quitar, es lo que nos robaste
No puedes matarnos, ya estamos muertos
No puedes matarnos, ya estamos muertos
No puedes matar la verdad, ya estás muerto
Me quitaste mi pasado, yo quiero tu futuro
Me quitaste a mis padres, nosotros queremos a tus hijos
No puede haber justicia en tierra robada
No hay donde esconderse, no puedes escapar del destino
¡Revancha, hijos de puta!
Body Count, «Masters of Revenge»
Si la muerte de Michael Brown fue un hecho común o no, no está en discusión. Sabemos que la policía estadounidense dispara a voluntad todo el tiempo, y las bajas civiles (muchas de ellas, inocentes) son moneda cotidiana.
Quienes abogan en favor de la mayoría blanca, apostarán por una baja de rigor, y quienes abogan por la defensa de las minorías (siempre que éstas sean no-blancas, claro está), apostarán que el hecho fue racialmente motivado. Otros, los que abogamos por la segregación racial y étnica, apostamos por que los hechos que resultaron como consecuencia de la muerte de Michael Brown, pudieron ser evitados.
Si bien muchos pudieron creerse el cuento de la diversidad cultural y racial y que, por ende, los conflictos étnicos o raciales serían cosa del pasado, lo cierto es que ello, en ningún caso, ha sido así. Es más, el conflicto racial, enquistado hace siglos en la historia de Estados Unidos, no termina allí.
Los violentos disturbios a raíz de la decisión del gran jurado de absolver a Darren Wilson, los que se extienden hasta el día de hoy, son sólo una alerta para la población blanca de Estados Unidos que aún se niega a aceptar la realidad del fracaso de la sociedad multiculti.
La lírica de la canción de Body Count citada al comienzo de este artículo es un reflejo de un pensamiento sincero por parte de un grupo musical de raza negra, los cuales, como grupo humano, no tienen mayor tapujos en asumir que se sienten distintos, que están en guerra contra la sociedad y que los blancos deberían temer.
A diferencia de los blancos, los negros no sienten la necesidad de complacer a nadie y son impermeables a la corrección política, mismo flagelo que tiene sumido a los blancos en la culpa, la auto-negación y el odio hacia si mismos.
El documental de Craig Bodeker, «A Conversation About Race«, deja demostrada esta carencia de corrección política, por ejemplo, en instancias en que Bodeker pregunta acerca de los inmigrantes mexicanos. Los blancos dieron múltiples rodeos para dar respuestas ambiguas, mientras que los negros sencillamente dijeron «Mándelos de vuelta». Sin adornos.
Sin importar la culpabilidad o inocencia de Michael Brown en el asunto, la población negra se lanzó a las calles a demostrar su rabia, sea saqueando, sea destruyendo, sea incendiando, algo loable, en vista de que defender a brazo partido a un integrante de su grupo raya en lo irracional y, aún así, demuestran su unión como raza.
Por otro lado, la población blanca, independientemente a su reprimida identificación racial, no serían capaces de movilizarse y manifestarse con la fuerza que lo han hecho las masas negras en Ferguson, y es que la sobredosis de civilización, de decoro y de buenas costumbres es lo que tiene castradas a las masas blancas, enjauladas en la prisión invisible de la corrección política, del humanismo totalitario que sume todo en una realidad insípida y mojigata.
Mientras no cambie esta situación de una sociedad multicultural unida por la mentira (i.e., la de la búsqueda de un mundo más inclusivo, unido y comprensivo) y el miedo (i.e., la centralización de la violencia y la aplicación de la violencia proxy sobre todos los grupos humanos, con el fin de mantener una sociedad «pacífica»), los maestros de la venganza seguirán siendo otros, y las masas blancas seguirán siendo meramente espectadoras. Nada más.