El olvido de los nuevos inquisidores

El olvido de los nuevos inquisidores

Contra sus mentiras | Autor: | 30.11.2014

Hace unos siete años, escribí un artículo llamado «Correctitud Política: ¿La nueva Inquisición?». De él, saco este extracto:

En 1616, el científico Galileo Galilei estableció en respuesta a un cuestionamiento, por medio de una investigación científica, que el Sistema Solar no era Geocéntrico, sino Heliocéntrico (tal como lo proponía Copérnico), girando la Tierra alrededor del Sol. El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición (representante del aparato judicial de la Iglesia Católica), so pena de ejercer todo el Rigor de Dios sobre Galilei por herejía, lo obligó a retractarse de su investigación.

En 2007, el científico James Watson, premio Nobel de Ciencias, estableció por medio de una investigación científica en respuesta a un cuestionamiento, que la Evolución no tiene porqué ser igual en todas las latitudes, por lo que la capacidad intelectual de un grupo humano debería ser distinta a la de otro. Las principales instituciones científicas del mundo, el World Jewish Congress, la ONU y distintas ONGs, so pena de desprestigiar y declarar inválidas las investigaciones de Watson, lo obligaron a retractarse de su investigación, basándose en que “toda investigación que sea contraria a los ideales de Igualdad entre los pueblos (establecidos en la Revolución Francesa, 1789), carece de razón científica”.

¿Ha pasado la Correctitud Política ser el órgano judicial unidireccional de los dogmas del ordo democrático liberal, tal como el Santo Oficio de antaño, manipulando a la Ciencia (una herramienta explicativa para los distintos cuestionamientos de la mente humana)?

Si la Ciencia mantiene su característica de servir al conocimiento del ser humano, indistintamente de sus intereses y sólo con el fin de buscar explicaciones, seguiría estando acorde a su nacimiento, a su leivmotiv, pero si la Ciencia ha pasado a servir intereses de algún grupo de personas, entonces habrá dejado de ser una Herramienta imparcial, desviándose de su objetivo inicial.

Contrastando distintos fundamentos ideológico-religiosos de diversas doctrinas, y analizando la posición de la ciencia en cada uno de ellos, se puede discernir sobre el contexto histórico (hechos) y el contexto sociopolítico (tendencias), y luego de determinar el enfoque de la ciencia de antaño y la ciencia de hoy, así como su evolución de una ciencia espiritual a una material, pueden buscarse puntos cruciales en la historia que definen la dirección que toma ésta el día de hoy.

Al estudiar casos y el impacto de la correctitud política en la ciencia, se determina el vínculo de la correctitud política con las doctrinas de corte décadent indicadas, directa o indirectamente, por Friedrich Nietzsche, Arthur Schopenhauer, Platón e Immanuel Kant.

Como resultado, sale a la luz que la ciencia no puede comprenderse como una sola disciplina ni como conocimiento per se, ya que es un sistema de conocimientos,  es  decir,  un  conjunto  de  verdades  encadenadas,  en  oposición  a  un mero  agregado  de  conocimientos, siendo el ‹‹porqué›› el principio fundamental y alma mater de todas las ciencias.

La ciencia primigenia se basa en torno a la búsqueda de respuestas simples para resolver preguntas simples o complejas sin pasar a través del método científico (hasta entonces desconocido). A partir de estas preguntas –la esencia del porqué– nacen la teología y las cosmogonías, buscando respuestas casi etéreas para satisfacer dudas para cuestionamientos de carácter práctico.

La peligrosidad del cuestionamiento queda plasmada en la fábula del “Árbol del Conocimiento”, donde las penurias caen sobre el hombre por la desobediencia. Este hecho se hace más evidente en el Medioevo –posterior a la amalgama cultural Roma-Judá–  donde la esencia del porqué y las respuestas encontradas fuera del conocimiento teológico oficial son penadas por el aparato judicial-religioso (la influencia heleno-semítica en el cristianismo primigenio mantenía prohibición cualquier investigación científica que pusiera en tela de juicio el origen mismo de la religión: el despertar politeísta hebreo que luego evolucionó a un monoteísmo donde se concentraban todas las fuerzas y a su vez inventaba la dualidad.

 El mayor conflicto entre Conocimiento y Religión es en el punto de la espiritualidad (la razón del hombre más allá de mera materia), criticando los creyentes la imposibilidad de existir la necesidad espiritual del conocimiento sin caer en el materialismo a menos que la necesidad provenga de alguna deidad, aunque sus propuestas, junto con ser insatisfactorias, caen en lo vicioso y redundante.

Estableciendo el precedente de la Revolución Francesa como el golpe de gracia frente a las monarquías de la sangre, las instituciones y las viejas estructuras, así como la liberación definitiva de la ciencia del yugo de la fe que la mantenía prisionera de los dogmas, podría definirse la revancha libertaria del socialismo como el catalizador de progresos científicos de la Época Contemporánea, aunque también se marca una clara tendencia décadent debido a la necesidad de “ajustes de cuenta” de los iluminados y la nueva ciencia liberada, en contra del Antiguo Sistema. Esta moral de la décadence, semejante al papel de los feligreses del Antiguo Sistema, ha permitido cierto estado de síntesis dialéctico entre Ciencia y Progresismo.

La Ciencia, al haberse fusionado con la globalización, el Progresismo y el materialismo dialéctico, ha pasado a ser el brazo intelectual de la Democracia, volviéndose parcial y dirigida (political correctness) por intereses de concordancia política y afinidad ideológica con el Lliberalismo.

Capitulando: La Ciencia se ha fusionado con el Progresismo, y toda investigación que se haga fuera de esos parámetros está condenada a ser desautorizada y carecer de validez. Actualmente, la Ciencia se encuentra en un estado de limitación (peso del liberalismo, versión moderna del rigor religioso de antaño), obligada a establecer verdades oficiales, previo filtro de la estructura dominante.

Hoy las circunstancias han obligado a James Watson a vender el merecido Premio Nobel que ganó en 1962.

El pecado de Watson fue el de desafiar el paradigma dictatorial de la Igualdad, al difundir los resultados de su investigación, donde demostraba diferencias de IQ entre razas humanas. Como es de esperarse, a nadie le importó que Watson demostrara que los orientales poseen los coeficientes intelectuales más altos, sino que se sugiriera que los afrodescendientes son menos inteligentes que los blancos, lo que hizo rasgar vestiduras y chillar ante tan incorrectos resultados.

Hoy, James Watson, como científico, está acabado. Como un paria de la sociedad, James Watson ha sido aislado y reducido hasta ser olvidada su existencia. La Nueva Inquisición no sólo destruyó su reputación, sino que también lo condenó al sepulcro del olvido.

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