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Como ya hemos visto a lo largo de, a estas alturas, ya unos cientos de artículos, ninguna identidad local europea se debería posicionar sobre las demás, puesto que no reflejaría bien lo que queremos, que es una idea y destino común para un pueblo de origen común: en el Cono Sur, todas las naciones y banderas de Europa han confluido en una sola identidad, por lo que buscar la determinación según nacionalismos europeos locales no sólo es algo ocioso, sino que poco exacto. Para la mayor parte de los casos, es difícil decir «yo soy 100% (‘escribir nacionalidad europea específica aquí’), y por lo general, si lo fuera, tendría poco impacto en un contexto territorial e histórico distinto.

Blancos fuera de Europa, en el sur del mundo. Hay millones de ellos que se rigen por una diametralmente opuesta estacionalidad en relación a sus parientes en el Hemisferio Norte. ¿Qué símbolo podría ser común para todos los hombres blancos del Hemisferio Sur? Por un tema histórico, y también estético, sin duda, el Aspa de Borgoña es un símbolo interesante y llamativo relacionado con la llegada de los primeros europeos a América, pero que, objetivamente hablando, difícilmente podría representar a un australiano o a un afrikaner.

El otro problema que reside en el Aspa de Borgoña, además de su especificidad, es que es un símbolo originado a partir de un hecho antropogénico y cultural, el que no necesariamente podría reflejar a todos los hombres blancos del Hemisferio Sur. Es así como en vez de mirar hacia abajo, en la tierra, donde habitan y caminan los hombres, debemos volcar nuestra vista hacia el cielo, que es la guía de los hombres. En el firmamento, hay una constelación en especial que ha guiado a todos los navegantes que se han aventurado a cruzar el Ecuador, y que ha regido a aquéllos que han decidido empezar el mundo en un lugar que es la visión especular de lo que se ve en el Norte. Donde el agua gira en otro sentido, donde las estaciones del año comienzan en otra época, donde el Sol nace y muere mientras, en el Norte, el Sol muere y renace, nos rige la Cruz del Sur.

La Cruz del Sur, independiente de su nombre, no proyecta nada cristiano, y estaba en el cielo desde mucho antes que la aparición del primer ser vivo sobre la tierra y el mar. En su antigüedad y pertenencia al Dios-en-Todo, i.e., la Naturaleza, así como su reinado en el Sur, reside lo especial de esta constelación: evoca a algo mágico, a algo que sin ser eterno, trasciende. Y eso es lo que deben hacer los hombres blancos en el Sur: sin ser eternos, deben trascender. Hasta cuando las estrellas ya no brillen.