Nosotros, los blancos del Sur, llegamos antes de la Segunda Guerra Mundial a América, hace cinco siglos o un siglo, da lo mismo. Digo esto porque por más influencia que hayan tenido ciertos hechos en la historia del mundo, nosotros no participamos. Hubo posicionamientos de los distintos gobiernos, en general favorables a los aliados, otros neutrales, pero no vivimos colgados de la Segunda Guerra Mundial. Mis hermanos son los blancos del Sur. Eso está más allá o más acá de las formas políticas europeas, ya sea las de la IIGM como de las que se ven hoy en día.
Hermandades podemos tenerlas, está claro, si hablamos de hechos actuales, pero lo determinante será lo que nos convenga a nosotros mismos, según nuestra madurez política presente y futura, nuestra personalidad, nuestra identidad propia, sin negar el origen, pero guardando un delicado equilibrio entre lo que pasó y pasa en Europa y lo que es nuestro centro, aquí en el Sur.
En esta loca aventura de América, que recién empieza, el que se hace cargo de formas políticas que se han dado del otro lado del mar y en otra época, se equivoca mucho. Tampoco tiene sentido hacerlo con las formas que se manifiestan hoy en día, por más afines que nos parezcan. Nuestro deber esencial es sobrevivir, fortalecernos y proyectarnos hacia el futuro. Lo demás está demás, sobre todo cuando no tenemos la capacidad mínima de auto determinarnos, y ni siquiera nos conocemos entre sí o tenemos la relación orgánica elemental entre nosotros, dentro de un continente inmenso, complicado y en general mucho más cruel que eso que llaman «el primer mundo».
Nosotros mismos, siempre primero, nosotros mismos.