Un nuevo 12 de Octubre y, con ello, una nueva “Marcha por la Resistencia Indígena”, fue lo que se vio y se mostró ayer en los distintos medios de comunicación. No resulta novedoso, en ningún caso, que las actuales comunidades indígenas que habitan este país quieran manifestar su descontento respecto a la actual situación que ellos viven, y que se viene repitiendo desde hace décadas. El hecho que estas comunidades muestren su interés por querer preservar su cultura, su identidad, nos abre los ojos, a los criollos, en dos sentidos:
Primeramente, nos muestra que, a pesar de las medidas de atomización impulsadas por parte del Estado chileno, seguimos siendo distintos los pueblos que habitan en Chile.
Segundo, nos da buenísimas lecciones en cuanto a la lucha por la supervivencia de los pueblos se trata.
Las comunidades indígenas, o mejor dicho, sus activistas, han sabido perfectamente cómo llevar a cabo su lucha, manteniendo siempre activa la agenda de contingencia actual en Chile. Ahora bien, me pregunto, ¿es correcto que lo que ellos hacen? ¿Está bien la forma en que ellos actúan? Asumiendo como propia la autoridad para discernir entre lo bueno y lo malo, respondo estas preguntas.
En cuanto al fondo, es decir, a lo que ellos hacen (entiéndase, en este sentido, al activismo llevado a cabo por dichas comunidades), desde una perspectiva identitaria, creo que es totalmente correcto que lleven una lucha por la supervivencia de su pueblo, de su cultura, de su identidad. Tienen plena conciencia de componer y pertenecer a un pueblo que saben que es distinto a lo que se entiende por «chileno» y, por supuesto, distinto también del pueblo criollo. Siendo esto así, avalo con plena conciencia las demandas de independencia de los pueblos indígenas, pues considero ridículo el querer seguir forzando a convivir a pueblos totalmente distintos, más aún cuando lo único en común que éstos tienen es sólo un territorio.
En cuanto a la forma, esto es, si los actos ejecutados por las comunidades indígenas, o por quienes adhieren a sus protestas, producto de sus manifestaciones, serían los correctos o no, me encuentro en un punto de divergencia, puesto que considero que la lucha por medio de la violencia es totalmente válida cuando no se obtienen las respuestas esperadas por parte del Estado en el momento en que se actúa de forma “pacífica”.
Ahora bien, dicha violencia la considero válida, siempre y cuando esté dirigida a quienes tienen la responsabilidad de responder ante esas demandas, que en este caso particular correspondería al Estado de Chile. Pero, ejercer la violencia en contra de las construcciones históricas que son muestra del legado cultural que dejaron quienes llegaron a estas tierras, continuando su legado a través del pueblo criollo, es algo con lo que no puedo estar de acuerdo. ¿Qué se consigue abriendo heridas del pasado, volviendo un conflicto que en realidad es con el Estado, en un conflicto de carácter étnico? La respuesta es nada. En este sentido, creo que hay algo que las comunidades indígenas deben comprender: no se debe recriminar a la sociedad actual por hechos del pasado, sino que se debe accionar en contra de lo que ocurre ahora, en el presente. Es el Estado quien debe responder por las demandas de independencia de los pueblos. Nosotros, los criollos, herederos de la sangre y la cultura europeas, no tenemos culpa alguna que sentir por la situación que viven las comunidades indígenas; por lo mismo, no hay una razón por la cual pagar los platos rotos de dicha situación.
La lucha por la supervivencia de los pueblos, en un plano de coherencia básica, debe ser llevada por quienes realmente pertenezcan a éstos. Ver a personas que, claramente, no guardan ningún vínculo genético, ergo, natural, con la identidad de un pueblo luchando por los intereses de éste, es algo que no deja de llamar la atención. Sobre todo, cuando podemos ver que son criollos los que portan banderas de pueblos indígenas. No es algo nuevo que muchos presenten sentimiento de culpa y sientan que tienen el deber de responder ante las demandas de las comunidades indígenas, ya que así han sido enseñados toda su vida, pero no creo que sea tanta la ceguera de esas personas como para vestir, portar y defender símbolos que no les pertenecen. Un apoyo, pero desde una trinchera externa (quizás, como este mismo blog) podría ser más coherente, más aún cuando el conflicto con el Estado, siendo malentendido, desemboca en un conflicto étnico con la misma gente a la que pertenecen muchos de los que los apoyan.
¡Arriba el derecho de autodeterminación de los pueblos; arriba la identidad y su defensa; arriba la lucha por todos los medios contra el Estado multiculturalista!