¿Hacia una subversión identitaria?

¿Hacia una subversión identitaria?

Contra sus mentiras | Autor: | 7.11.2014

Que el Estado deba estar a favor del pueblo y servir al mismo, es cierto. Es la regla que todos esperan se cumpla, sin ninguna excepción, para alcanzar el tan preciado y enarbolado Bien Común.

Sin embargo, cuando son una multiplicidad de pueblos los que habitan un mismo territorio y que, además, sea mismo y único Estado el que ejerce el poder sobre éstos,  ¿cuál es el “bien común” que persigue el Estado para satisfacer a esos pueblos?

En un país como Chile, en el que conviven pueblos totalmente diferentes, es difícil, si no imposible, poder establecer cuál sería el bien común para “los chilenos”, puesto que a todos se nos ha impuesto esa artificial nacionalidad, ignorando –o mejor dicho, negando– la existencia de tan preciada diversidad étnica/racial presente en este país. Es así, como el bien común será tan variado como los mismos pueblos que habitan este territorio.

Dicho esto, cabe señalar que, en el mejor de los casos, es decir, ante la existencia de un sólo pueblo, étnica y racialmente homogéneo, en un mismo territorio y, por supuesto, autoconciente de su identidad –una Nación, si se quiere–, se justifica con creces el querer conquistar el Estado, para gobernar a su pueblo, por parte de los movimientos de corte “nacionalista”.

Ahora bien, el escenario teórico anterior no ocurre en Chile, ni en América del Sur en general, por lo que toda lucha por alcanzar el poder del Estado estaría perdida desde su gestación.

El escenario real (lo tangible, lo que ocurre) insta a tomar otras alternativas que nos lleven a buscar un mejor porvenir para los nuestros. Es, entonces, fuera del Estado donde debemos buscar ese mejor destino para nuestra comunidad. Más aun, esto se hace imperativo cuando tenemos un Estado que no hace más que poner en riesgo la continuidad de nuestro pueblo, mediante medidas que niegan la existencia de las identidades colectivas que conviven en Chile y la negación y/o transformación de la historia.

Es por ello que, encontrándonos en una situación tan crítica, la lucha por la supervivencia de nuestra identidad, se vuelve –en nuestro contexto– una lucha anti-estatal, una lucha contra el sistema establecido, pudiendo llegar, incluso, a la utilización de medidas definitivamente radicales contra el pulverizador de identidades.

Si bien puede que la la afirmación de oposición al poder estatal no evolucione, necesariamente, en una lucha de carácter violento contra el mismo, es necesario comprender que, una vez hecho el llamado al reconocimiento y el respeto por las identidades locales –como bien lo han hecho las comunidades indígenas con sus demandas de independencia–, y habiendo obtenido respuestas negativas por parte de la Autoridad y, peor aún, hay represión –por medio de la fuerza– contra quienes exigen sus derechos, la lucha contra el Estado multicultural debe, necesariamente, volverse violenta.

Es contraproducente actuar “de buena fe”, esperando respuestas que, en alguna medida, solucionen la situación del escenario actual.  Teniendo en cuenta que se nos ha negado todo, incluso, nuestros orígenes, ¿tendríamos algo que perder?

 

La violencia, ya sea espiritual o física, es una búsqueda de la identidad y el sentido.

Herbert Marshall McLuhan.

 

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