La primera fundación de Buenos Aires, mítica, perdida bajo el barro, es buscada todavía. El lansquenete alemán Ulrico Scmidl, escribe el primer libro en estas tierras del Sur, contando su historia.
Las ciudades míticas nunca mueren, pero a veces se hermanan. Hoy sea la palabra para hermanar dos ciudades criollas y míticas: Santiago y Buenos Aires. En ellas los criollos volvemos a levantar empalizadas, a resistir. En los miles de ciudades que hemos fundado, está nuestro espíritu, viven nuestros dioses, caminan nuestros fantasmas.
Acaso sea mejor que la primera Buenos Aires permanezca así, secreta, para que podamos verla sólo nosotros, desde la sangre, desde el mito. Desde la ceniza y desde el barro, ellos vuelven como dioses, nosotros hacemos culto de nuestros antepasados, y debemos organizar una cerrada defensa frente al que toque una sola estatua, un sólo símbolo, siquiera una memoria. Es una política de lo esencial: el mito tiene forma, tiene piel, tiene memoria.
Cada ciudad nuestra es Santiago, es Buenos Aires, comencemos a ocupar en toda su extensión nuestros espacios.