Ad portas de una nueva celebración –celebración para las masas mestizas chilenas, para los criollos inconscientes y demás identidades sin auto-reconocerse como tales- de las tan esperadas “Fiestas Patrias”, me atrevo a decir que, como Identitario que soy, nosotros, los criollos, nada tenemos que conmemorar ni mucho menos celebrar.
Pues, como todos sabemos o deberíamos saber (excepto aquél ignorante que ni sumar sabe), un 18 de septiembre de 1810, se comenzó el proceso hacia la Independencia de Chile y, con ello, se dio inicio a la destrucción de la Identidad Criolla a que dieron origen nuestros ancestros conquistadores y colonos europeos, imponiendo así, a todos quienes en ese entonces habitaban este territorio, la artificial nacionalidad chilena.
¿Por qué, entonces, deberíamos sentirnos parte de una nación artificial, de un Estado artificial?
Debemos tener siempre presente que lo único en común que tenemos con esta sociedad, atomizada por las fuerzas del Estado, es sólo un territorio. Un territorio, y un Estado, aglutinador de pueblos e identidades diferentes. Pueblos e identidades que debiésemos seguir un mismo camino, pero con destinos diferentes: la destrucción de este Estado y nación artificiales, consiguiendo así la construcción de nuevas Naciones, ya no creadas por medios artificiales, sino que con un sentido de pertenencia natural, cual es la Sangre.
En lo personal, esta fecha no debiese tener ninguna importancia para quienes nos autoproclamamos como Identitarios, más que el rechazo a la conmemoración y/o celebración de ésta. Un hecho como este, que rompió el vínculo con nuestros ancestros, que destruyó nuestra cultura y, peor aún, no permitió el desarrollo de nuestra comunidad, no tiene porqué cobrar importancia para quienes estamos conscientes de no pertenecer al Estado de Chile.
Como se ha sostenido innumerables veces, el fortalecimiento de nuestra Identidad, como Comunidad autoconsciente de pertenecer a ella, no está dentro del Estado, sino que fuera de él, por lo que nos debemos oponer con fuerza al orden establecido por éste.
¡Que arda la bandera y el Estado de Chile!