En defensa de los ‘fachos pobres’
Chile es un país altamente clasista, realidad que ha estado presente desde los comienzos de la ocupación hispana del territorio, con el sistema de castas del período colonial como uno de sus más antiguos registros de esta realidad. Junto a este clasismo no está sólo íntimamente relacionado una estructura casi inviolable de movilidad social real (con más o con menos ceros en las cuentas bancarias, hay individuos que nunca serán aceptados en ciertos círculos sencillamente por ser unos “recién aparecidos”, o por no haber nacido en las cunas de la “aristocracia” (vanidoso nombre que se otorga para sí la plutocracia chilena, y que es usado también por la Izquierda)), sino también un profundo resentimiento de parte de los grupos menos beneficiados (con ceros en sus cuentas) por el sistema económico (aunque, indirectamente, éste los beneficia de una u otra manera con un bienestar que no conocerían de imperar los sistemas económicos que tanto desean) hacia todo tipo de polo donde se acumule el bienestar, especialmente hacia aquellos sectores que históricamente (y algunos, histéricamente) han estado más favorecidos, ayudando a mantener la estructura social que conocemos.
Y surgen los fachos pobres, que es el nombre despectivo otorgado por la Izquierda no parlamentaria a aquellos individuos que, sin tener necesariamente un pensamiento definitivamente de Derecha, son partidarios de mantener el status quo tal como está, validando desde su status social que la estructura se mantenga en vez de – como desea la Izquierda – echar por tierra todo un aparato basado en la desigualdad y la búsqueda de la acumulación de capital solamente porque unos pocos tienen mucho. Para los guerreros de la justicia social, esta injusticia (pues, para ellos, la igualdad es sinónimo de la justicia) es imperdonable.
En respuesta a los fachos pobres, la Izquierda no parlamentaria, grosera, resentida, llena de taras e incongruencias, busca ridiculizarlos a través de todos los medios al alcance de su comodidad, usando frases tales como «Es de facho pobre» para atacar a cualquiera que no está a favor de ciertas reivindicaciones sociales, ni apoya los derechos sociales, ni aboga por una inmediata confiscación de los bienes de algunos para poder ser repartidos de manera «justa» entre las masas pobres.
La Izquierda odia a los fachos pobres porque no están tan llenos de odio contra lo establecido (siempre y cuando lo establecido signifique que unos están económicamente mejor que otros, sin importar que todos estén mejor a pesar de que no estén en igualdad de condiciones) como le gustaría, porque no apoyan el avance de la imposición de los derechos sociales por sobre toda la población (lo que, paradójicamente, no beneficiaría a todos de manera igualitaria, ya que no le correspondería a todos una repartición igualitaria; al menos, no en las primeras fases) y, por sobre todo, la Izquierda odia a los fachos pobres porque carecen de la lealtad de clase que quieren que todos los no-ricos tengan, lealtad que en realidad es una hermandad en el resentimiento porque, honestamente, tampoco se apoyan entre los mismos pobres no-fachos.
Como la Izquierda lo entiende todo desde una perspectiva clasista, asume que, por defecto, todos los que pertenecen a una clase social deberían presentar algún tipo de solidaridad con los otros miembros de su clase por sobre todo el resto de las posibles clasificaciones humanas (es decir, un católico pobre no podría ser solidario con un católico rico, ni un europeo rico podría ser solidario con un europeo pobre pues, como el adjetivo pobre o rico es lo único que importa, da igual el sustantivo que pueda acompañar a la palabra que designa la clase: si son católicos, negros, blancos, chinos, musulmanes, etc. la única división válida es la de la clase social), por lo que los fachos pobres, al rehusarse a entrar en la dinámica de la lucha de clases (un burdo binomio de pobres vs. ricos), son tildados de traidores e inconsecuentes.
Sin embargo, desde la óptica del facho pobre, ser pobre y facho no es un oxímoron, pues para mantener el status quo no es necesario estar ubicado ni arriba ni abajo, no es necesario ser pobre ni rico, ni tampoco verse más o menos beneficiado por el sistema, porque para defender el status quo basta sencillamente con querer mantenerlo, lo que se logra viviendo igual que siempre. Así, no sería necesario ser millonario para ser facho, porque al aceptar el sistema como tal, no se apoya una redistribución igualitaria del capital, que es lo que le encantaría a la Izquierda, entonces un pobre perfectamente puede ser facho. Ahora bien, que algunos consideren una estupidez apoyar una estructura de amos y esclavos (extraña y reduccionista forma de entender el mundo, dicho sea de paso) es otro tema; después de todo, en gustos no hay nada escrito.
La Izquierda puede burlarse todo lo que quiera de los fachos pobres, no obstante, como expuse aquí, el facho pobre no es inconsecuente al defender al sistema. Probablemente, de lo único que se le podría acusar, dependiendo de la sensibilidad del observador, es de ser un poco masoquista y nada más. Pero si de inconsecuencia se tratara, quienes deberían hacer realmente un examen de conciencia y analizar sus acciones versus sus ideales, son aquellos individuos ubicados a la Izquierda: si fueran en realidad consecuentes, cada vez que reciben su sueldo deberían tomarlo y repartirlo en partes iguales entre todos para que todos puedan ver sus necesidades satisfechas. Si alguien es de Izquierda y no aplica esta redistribución, entonces no guarda gran diferencia con los partidarios del capitalismo a los que dice odiar. Y eso es absolutamente patético.