Discurso pronunciado en el Cerro Santa Lucía el sábado 10 de Octubre, en la tercera ceremonia de Fuerza Nacional-Identitaria por el Día de la Raza.
Europea fue la mano autora del descubrimiento y la conquista. Europea…pero también humana. Naturaleza humana que a ratos se olvida cuando las pasiones cierran el paso a las reflexiones, porque una leyenda negra que satanice a los conquistadores en base a propaganda, resulta tan perjudicial como una leyenda blanca que los divinice, y justifique ridículamente sus indudables errores.
En un contexto de paz y democracia como el de hoy, resulta extraordinariamente sencillo lanzar duras sentencias y críticas contra nuestros ancestros: esos hombres y mujeres que fueron forzados a vivir tiempos, de aventura y violencia, de incertidumbre y escasez, de sueños y dolor. Ese inseparable compañero llamado dolor.
Desde la comodidad del hogar podemos jugar a ser cientistas políticos y estadistas, evaluando meticulosamente el proceder de los hombres en la era de los imperios y las conquistas. ¿Pero qué dirían ellos si desde aquel remoto siglo XV, pudiesen ver a nosotros, sus descendientes, esclavizados, no por una dominación violenta, sino por un sistema económico, jurídico, y el más penoso aburguesamiento?
Las críticas recíprocas serían legítimas, pero sin duda existe una notable diferencia entre nuestra crítica a ellos por sus errores dirigiendo un imperio, y ellos criticándonos a nosotros por no poder ni siquiera dirigir nuestras particulares vidas.
Somos autores de nuestro destino, y con ello también los primeros culpables de nuestros males. Nosotros nos sentimos cómodos sabiéndonos amos de nuestro futuro. Pero no así un amplio sector de esta sociedad chilena. Esa mayoría, esa enferma mayoría, que en cambio se siente cómoda con su rol de víctima, de explotado, de esclavo esperando su venganza, y que en lugar de hacerse cargo de sus errores, prefiere culpar de todo a la economía y a la política, a dictadores y presidentes, a leyes y constituciones, a elites e instituciones, a dioses y demonios. Y así por décadas, duermen tranquilos por las noches imaginando que están haciendo todo a la perfección, y que si algo sale mal, la culpa de seguro la tiene alguien distinto. Por eso, no nos extrañemos si en las vísperas de otro 12 de Octubre, esas mismas personas vuelven a lloriquear con su cómodo rol de víctima, culpando esta vez a los conquistadores por todos y cada uno de sus fracasos. Los conquistadores, nuestros ancestros, no buscaron consenso público para tomar sus decisiones. No buscaron respaldo en urnas de votación, pues no les hacía falta otra cosa que una idea y su voluntad. Su estirpe ha sido minoría en el mundo, ha sido minoría en América, y lo seguirá siendo también en el futuro ¿por qué habrían de buscar comprensión en las mayorías?
Vivimos tiempos en que el resentimiento y la lástima son ingredientes indispensables para que la opinión pública apoye alguna causa étnica. Y como ni los criollos ni sus ancestros inspiran resentimiento ni lástima, debemos asumir que nuestra causa jamás logrará simpatía popular en Chile. No obstante, no necesitamos a las masas. Basta con que los criollos tomemos conciencia, voluntad, y demos el gran paso hacia nuestro definitivo reconocimiento como pueblo. Nuestros ancestros conquistadores destruyeron otros imperios y levantaron el propio. Y nosotros, sus descendientes, podemos a su vez derrumbar los Estados que alguna vez levantamos. Si esto último es necesario o deseable, lo decidirán las circunstancias, pero es sin duda una prueba de la terrible fuerza de nuestra estirpe de reyes, señores, navegantes y exploradores.
Hermanos criollos, recordemos hoy las grandes gestas, pero no nos desgastemos buscando gratitud ni respeto entre aquellos que descienden y se identifican con quienes tuvieron la mala fortuna de ponerse en el camino de los nuestros. Aún queda mucho trabajo por delante despertando a nuestros hermanos a lo largo y ancho de esta gran América. Que ésa sea nuestra prioridad.
Nuestros ancestros conquistaron un continente y sus pueblos. Ahora nos toca a nosotros conquistar a NUESTRO pueblo a lo largo de este continente. Y si todo esto suena a una misión ambiciosa, honraremos a nuestros ancestros con el carácter pionero y ambicioso que les permite casi 5 siglos después, seguir despertando las más violentas y humanas pasiones.