Golpeados tras puertas cerradas
Costillas rotas y magulladas, boca sangrienta
Cráneo roto y magullado, boca sangrienta.
Discharge, «State Violence, State Control«
No extraño, en ningún caso, que hoy se siga legislando en desmedro de la población y en favor de unos pocos, porque, como bien sabemos, las leyes de este país están dirigidas a beneficiar a quienes detentan el poder: el Estado y sus fieles sirvientes.
Y, siguiendo esta lógica, hoy nos encontramos con la propuesta de una “Nueva Ley de Medios Digitales”, la cual, entre otras cosas, nos impone cargas monetarias, nos obliga a entregar información sobre quiénes dominan un sitio web, a informar iniciación de actividades, junto con una restricción de sólo cuatro publicaciones por semana, a hacer un depósito en la Biblioteca Nacional y, además, de no cumplir con estas formalidades, sancionaría a los infractores con el pago de una multa que puede llegar hasta las 30 UTM.
Por otro lado, se prohíbe el anonimato, por lo que quien escriba estará obligado a tener que identificarse cada vez que quiera hacer un comentario o dar una opinión, sea del tema que sea.
Hasta aquí, la ruptura del anonimato parece algo bastante loable, invitando a cada persona, si es lo suficientemente digna, a hacerse cargo de sus palabras, dejando la protección del anonimato. Claro que la dignidad está relacionada íntimamente con la libertad, pues si el individuo —siendo libre de elegir— elige hacerse cargo de sus dichos, habla bien de él, mientras que, gracias a la misma libertad de elección, el individuo puede elegir seguir siendo un cobarde, calumniar en forma gratuita y seguir impune, amparándose en el anonimato, tal como los cobardes de publicaciones izquierdosas tales como Gamba.
Se es valiente o se es cobarde porque se puede, porque existe la libertad para serlo. Pero cuando existe una imposición a romper con el anonimato en una sociedad donde en realidad no existe una verdadera libertad de opinión, la tortilla se voltea hacia un amargo autoritarismo humanista digno de 1984.
Aunque cada persona debería hacerse cargo de sus dichos y de sus palabras, lo cierto es que, en un país en que día a día hay más temas sobre los cuales ya casi no se pueden hablar, debido a la corrección política, dicha medida se transformará en una herramienta de persecución hacia quienes criticamos y nos oponemos al sistema establecido. Y, claramente, la obligación de proporcionar toda la información señalada antes, facilitará dicha persecución, cada vez que se hagan comentarios y críticas dirigidas al mal actuar del Estado y sus autoridades.
Y es así como, en nombre de la democracia y el progreso, los mismos que ayer abogaban por mayores derechos y libertades para todos, hoy nos restringen a nosotros. Se llenan la boca y nos saturan con discursos sobre la Democracia y la libertad, pero no temen a la perseguir esas mismas libertades por las cuales dicen luchar, volviendo sus deseos de contrarrestar la antigua dictadura de la derecha liberal, en una nueva dictadura de izquierda liberal.