Si hubiera cien muertos blancos en las calles, quizás alguna gente reaccionaría. Pero el sistema ejerce otro tipo de violencia: de desgaste, de quiebre moral, de pequeñas heridas que van desangrando sin que se note mucho.
Se avanza sobre lo que queda de nosotros, con una estrategia indirecta, con una violencia soterrada que impide que la víctima reaccione. Se paraliza a la gente, se la rodea y se la inutiliza jurídicamente, socialmente, se la presiona hasta no dejarla vivir si no va en el sentido permitido. Se nos vacía, se nos controla.
Por eso nunca hay cien muertos blancos en las calles. En este momento no les hace falta y sería un riesgo. Que eso no ocurra no quiere decir que la gente no se muera de mil modos por lo que ocurre, pero muere en silencio y en el anonimato. Me refiero claro está a la mejor gente, a la que es consciente y no le gusta degradarse. Los demás están bien como están y haciendo lo que hacen.
No hay reacción porque naciones que soportaron millones de muertos, hoy no soportarían cien. No los habrá mientras el sistema de destrucción progresiva siga funcionando como hasta ahora, pero si se detiene porque la resistencia es mucha, entonces sí los puede haber. A esta altura, cien muertos blancos en Francia, en Sudáfrica, en EEUU, en Chile, en Inglaterra o donde fuera, deberían ser equivalentes para nosotros. Debemos comprender que ahora somos una nación global que, con sus matices, lucha por la supervivencia de su gente.
Somos una ciudadela sitiada, dentro de la cual la mayoría son traidores. Los países clásicos han servido antes, sólo como un medio para exterminarnos, haciéndonos desangrar entre nosotros. Perdimos la mejor gente en ello. Hoy cada patria carnal debe estar bajo la consciencia de una patria blanca global. No más guerras fratricidas.
No esperemos una noche de gloria. Nos horadan desde adentro y nos invaden desde afuera. Es una pequeña batalla por día la que hay que ganar. Nuestros hijos, nuestros padres y nuestros hermanos se pondrán quizás en contra nuestra: esa es la prueba de fuego. Ellos matan en forma directa como en Sudáfrica cuando tienen todas las de ganar o en forma clandestina, como hacen en Europa. En general te aíslan, te presionan y te destruyen anímica o económicamente, para luego ocupar tu lugar.
No esperemos una noche de gloria, ni nos probemos uniformes que ya no se van a usar. Construyamos poder y exijamos lealtad en forma cotidiana, fortaleciéndonos, esa es la forma de avanzar.