Todos somos anarquistas respecto de algo y prusianos respecto de algo. Podemos ser anarquistas respecto del sistema y del estado, pero prusianos respecto de nuestra propia disciplina, clan, oficio, pensamiento y comunidad, por dar algún ejemplo.
Mi bisabuelo italiano y uno de sus hermanos, eran anarquistas. Posiblemente mi abuelo paterno también lo fue, al menos hasta hacerse peronista. Muchos anarquistas se hicieron peronistas. Sobre toodo entre la gente que estaba cerca de Eva Perón.
No creo que los principios del anarquismo sean incompatibles con mi pensamiento político. Más bien tenemos una cuestión de límites. No soy universalista sino al contrario. Creo en el desarrollo particular de las personas y las comunidades, pero según sus posibilidades y las leyes naturales. No creo que el anarquismo esté reñido con la naturaleza, según de qué corriente hablemos.
Hoy por hoy, no queda más alternativa que ser anarquista respecto del sentido del mundo. Sólo faltaría determinar el contexto. Y mi contexto es identitario. Soy un etno anarquista, por decirlo de algún modo. La idea de nación en el sentido en el que yo lo considero, no es más que la afirmación de una identidad y su vida y desarrollo según las leyes naturales.
De todo el corpus del pensamiento anarquista, hay mucho que puede tomarse tal cual está. No hace falta inventar lo que otros ya han pensado y escrito muy bien. Y sobre todo me gusta del anarquismo el realismo. Creo que los ideólogos de mejorar las cosas son unos imbéciles optimistas. Para construir primero hay que destruir. Es inevitable.