El hombre blanco americano, para sobrevivir, necesita trazar su propio destino y afirmar su propia personalidad. Ambas cosas están ahí, sólo hay que verlas.
Vivir atados al pasado europeo no tiene sentido. Menos al pasado inmediato. Podemos ser amplios porque recibimos sangre y cultura de toda Europa, pero no somos europeos.
Nuestra historia es también la India antigua, los pueblos del este, Persia. Podemos abandonar lo que mató a Europa. Podemos asumir nuestros propios problemas y dejar de ser euro dependientes, para ser blanco americanos.
No me molesta la libre circulación de nuestra gente entre América y Europa, pero tampoco nos cambia mucho. El pancriollismo no es eso. La hermandad no obsta a que debamos centrarnos en nosotros mismos.
Nosotros hemos sido europeos, pero los europeos nunca han sido americanos. De modo que es más fácil que nosotros entendamos Europa que ellos entiendan América. Eso lo vemos todos los días. El eurocentrismo hace que los europeos opinen sobre lo que nos pasa a nosotros. No parece tener el mismo valor lo que nosotros opinemos sobre lo que pasa en Europa.
Europa no va a salvarnos ni nosotros salvaremos a Europa. Mi opinión sobre el separatismo catalán, debe tener el mismo peso que la opinión de los europeos sobre la crisis en Venezuela. Pero no es así. Por eso tengo la prudencia de no opinar sobre eso. Ellos deberían tener la misma prudencia. No hay que hacer política con el pellejo ajeno.
Añorar ser lo que una vez fuimos, antes de zarpar, es sentarnos para siempre sobre lo que ya no vamos a ser nunca más.
Nuestros bisabuelos quemaron las naves. O lloramos como pusilánimes sobre las cenizas, o comenzamos a ser lo que debemos ser.