La sexualidad es una materia puramente privada, y no debe ser intrusivamente exhibida al público para ganancia personal o de estatus social.
Sri Dharma Pravartaka Acharya, LGBT Issues, The Dharma Manifesto.
Tengo una importante confesión que hacer: soy heterosexual.
Siempre me han gustado las mujeres, no puedo evitarlo, no puedo negarlo; es más, recuerdo que, cuando niño, me gustaban varias al mismo tiempo, sean de mi curso, de otro curso, del pasaje, etc. A medida que fui creciendo, me seguían gustando, y de pronto empezó a ser normal ir caminando por la calle y enamorarme en cada cuadra. Fueron amores fugaces, lo sé, pero no por ello menos verdaderos.
En fin, eso quería decir. Me estaba quemando por dentro y tenía que gritarlo al mundo. Me siento orgulloso de eso, y creo que todos y cada uno de los seres que viven en este planeta debe saberlo.
A mi declaración, puedo escuchar en mi mente el retumbante grito de la Humanidad: ¿A quién le importa?
Hasta hoy, no tenía idea que Rodrigo Hinzpeter tenía un hijo. Tampoco me importaba su prole, puesto que no significa nada para mí.
Hoy, me entero que no sólo tiene un hijo, sino que es gay. Ante eso, repito: ¿A quién le importa?
No soy tan histérico respecto a la homosexualidad como para querer mandar a un paredón a todos los homosexuales, de hecho, creo que hay cierta imposibilidad de volver a un homosexual en heterosexual a voluntad, tanto como es imposible volver a un heterosexual en homosexual a voluntad, pero tanto como es ridículo gritar a los cuatro vientos que uno tiene preferencias sexuales por el sexo opuesto, es también ridículo gritar que se tiene preferencia sexual por el mismo sexo.
Como no soy cristiano, no es un asunto que me quite el sueño, y tampoco iré a tratar de enderezar paraguas: son causas perdidas, tanto como lo es cualquier heterosexual para la causa homosexual. Que sean homosexuales no me interesa.
Así como a nadie le interesa que yo sea heterosexual, a nadie le interesa si alguien es homosexual. Si no me equivoco, a nadie le han hecho una fiesta por decir que le gusta el otro sexo, no veo por qué deberían hacer una fiesta si alguien reconoce que tiene afinidad por su mismo «equipo.»
Es más: en una sociedad igualitaria como la que pretende imponerse ante nosotros, todos los ciudadanos deben ser iguales, por lo que la cobertura, los beneficios, la celebración y el escándalo en relación a una preferencia sexual específica, es anti-igualitaria y ridícula.
Respecto a la inclusión, me atrevo a decir que T. E. Lawrence, Humphrey Bogart y Benjamín Subercaseaux estaban bastante bien incluidos en la sociedad. Ninguno de ellos hizo apología pública alguna respecto de su condición sexual, la que vivían para ellos, aportando con su obra a la sociedad, sin que la condición sexual primara por sobre la persona. Al no ventilar el asunto, no se volvió algo que le importara a nadie.
Cuando la identidad sexual prima por sobre la persona, el individuo pasa a ser un mero letrero, una propaganda ambulante de su proclividad, y todo lo demás pasa a ser secundario: lo que piensa, lo que opina, lo que cree. Al ventilar lo que a nadie le importa, borra su nombre, borra su ideología, y se borra a si mismo y sólo queda lo que sexualmente es: alguien que tiene relaciones con hombres o alguien que tiene relaciones con mujeres.
Sean lo que sean, homosexuales, heterosexuales, comunistas, ateos, feministas o veganos, sencillamente a nadie le importa.