Dugin contra el Racismo

Dugin contra el Racismo

Artículo publicado originalmente como “Dugin contra Racism”, por Giuliano Adriano Malvicini, en Counter-Currents. Traducción por A. Garrido

La mayoría de los nacionalistas blancos son conscientes a este punto que Alexander Dugin no es uno de los nuestros.

 Dugin ha declarado que ve a la raza como una construcción social. Podemos asumir con seguridad que no está siendo simplemente poco sincero, ya que esta afirmación es coherente con su posmoderna y relativista orientación teórica, así como con las declaraciones que ha hecho anteriormente en el sentido de que la idea de solidaridad racial blanca es tanto irrealista como potencialmente peligrosa.

Cuando se trata del mito de la “solidaridad de la raza blanca”, es una completa utopía que conduce no sólo al holocausto de los judíos, sino que también al genocidio de los eslavos. Los restos del Tercer Reich son una base para esta miserable, contradictoria y completamente falsa concepción. El mundo anglo-sajón es una realidad sociopolítica y cultural. Los habitantes de Europa Central son algo diferente. El mundo oriental de Cristianismo ortodoxo y eslavos es una tercera realidad. Estoy seguro de que muchos pueblos no-blancos de Eurasia están mil veces más cerca de nosotros en espíritu y cultura que los estadounidenses (Alexander Dugin, “The Magic Disillusion of a Nationalist Intellectual“).

 

En otras palabras, Dugin sostiene el punto de vista de que cualquier forma de identidad racial positiva entre blancos conducirá inevitable y fatalmente hacia “un nuevo holocausto”.

 Probablemente, Dugin sigue a Alain de Benoist al ver el concepto de raza – y al fenómeno del racismo – como un producto de la Ilustración, un fenómeno moderno (y para Dugin, “moderno” siempre significa “malo”). Alain de Benoist está en lo cierto en que el concepto de raza fue primero formulado en el contexto de la Ilustración, como una de las bases de la nueva ciencia de la antropología.

Esto en sí mismo no constituye suficiente fundamento para rechazar el concepto de raza. Incluso antes de que el concepto de raza fuera formado, la raza era un hecho biológico, al igual que el ADN existió antes del surgimiento de la ciencia de la genética.

Pero como constructivista social y lingüístico, Dugin discutiría que la idea de raza pueda existir en ausencia de un concepto de raza. Filosóficamente, Dugin considera que nada ha sido fuera del lenguaje y las relaciones sociales. Él argumenta que el relativismo posmoderno es filosóficamente compatible con el tradicionalismo, ya que “desde el punto de vista de la ‘tradición integral’, la diferencia entre ‘artificial’ y ‘natural’ es en cambio generalmente relativa, como que la Tradición nunca conoció algo similar al dualismo cartesiano o kantiano, separando estrictamente lo ‘subjetivo’ de lo ‘objetivo’”. (“From Sacred Geography to Geopolitics”). Dugin intenta interpretar la postmodernidad – con su crítica relativista de la universalidad de la razón ilustrada, la base del proyecto de la modernidad – como una apertura al camino para un resurgimiento de modos de pensar tradicionales, pre-modernos y pre-racionales, fuera del “Logos Occidental”. El enfoque relativista de Dugin es parte integral en todo el proyecto de la “cuarta teoría política”, ya que es también la base filosófica para la idea de un etno-pluralista mundo multipolar.

Puede ser que Dugin suscriba a la idea de que para que el concepto biológico de raza sea significativo, esto es, para que sea posible categorizar a los individuos como pertenecientes a cierta raza, deba existir un individuo racialmente puro que pudiera encarnar una norma o estándar de comparación. Ya que a nivel genético, sin duda no existen tales individuos, el concepto de raza está supuestamente privado de su fundamento científico y  revela tener sólo significado social.

Ya que Dugin ve a la raza como una construcción puramente conceptual, él puede libremente manipular y extender el significado del término “racismo” para incluir varias formas de discriminación que no están normalmente incluidas bajo este término: racismo cultural, civilizacional, tecnológico, social, económico, e incluso de glamour y moda. El concepto de “racismo” se encoje y expande (convirtiéndose simplemente en sinónimo de discriminación sobre la base de normas que son subjetivas o relativas) hasta el punto de que casi cualquiera puede afirmar ser víctima de él. Definiendo al racismo como “cualquier intento de elevar una apreciación subjetiva al estatus de teoría,” él puede afirmar que no sólo el Nazismo y Fascismo, sino que también el Comunismo y Liberalismo son racistas, ya que postulan a un cierto sujeto político como normativo (el proletariado o el ilustrado individuo burgués). Hay sin duda elementos racistas en los escritos de Marx. Él veía favorablemente al colonialismo, como un medio para modernizar e industrializar a las naciones no-europeas, lo cual era una condición previa para la transición final hacia el Comunismo. Él estaba convencido también de que algunas razas estaban condenadas a perecer, ya que eran inherentemente incapaces de sobrevivir a la inevitable progresión histórica hacia Comunismo.

Dugin también vuelve al anti-racismo contra la modernidad y el progresismo. Es “racista”, por ejemplo, juzgar negativamente a inmigrantes subsaharianos o árabes por su incapacidad para adaptarse a las modernas sociedades occidentales, tecnológicamente avanzadas. De hecho, los puntos de vistas tradicionales de árabes y africanos respecto a la mujer, la homosexualidad, la crianza de los niños, la ciencia evolutiva, sería un signo de su superioridad. Por otro lado, él ve la idea de progreso en sí misma como inherentemente racista, ya que implica que la sociedad moderna (que significa sociedad occidental) es universalmente normativa y superior a las sociedades tradicionales no-occidentales. Estos últimos, él dice, no deberían ser considerados como atrapados en formas sociales arcaicas sólo porque carecen de creatividad o capacidad intelectual para construir civilizaciones. Por el contrario, es porque ellos son más puros, menos decadentes y han conservado la tradición más completa que la raza blanca. Ellos son tecnológicamente y materialmente menos avanzados, pero espiritualmente superior a la meramente materialista civilización de Occidente.

Desde la perspectiva de la Ilustración, todas las sociedades están inherentemente esforzándose hacia el tipo normativo de la sociedad moderna occidental, pero simplemente aún no han logrado tener éxito. Los derechistas explican esta falla como la prueba de la inferioridad racial de las poblaciones no-occidentales, mientras que los izquierdistas lo explican como la consecuencia de la explotación colonial e imperialismo occidental. Ambos comparten la premisa implícita de que la modernidad occidental representa la más avanzada y deseable forma de sociedad. En las sociedades occidentales, ser “moderno”, junto con la juventud, el dinamismo, y la “apertura de mente”, es la norma antropológica, en el sentido de que aquellos que rechazan o fallan de alguna manera estar a la altura son juzgados negativamente por ser atrasados, deficientes mentales, socialmente impresentables, etc. Esto es sin duda una desventaja social – y consecuencialmente política – para los conservadores de todo tipo, una que comparten con los inmigrantes no-occidentales en las sociedades occidentales.  Dugin concluye de esto que los conservadores deberían aliarse con inmigrantes conservadores (especialmente musulmanes), contra el liberal establishment blanco (no, no establishment judío – Dugin hace la vista gorda sobre la cuestión judía, y cree que la “decadencia” occidental es simplemente la completa madurez y manifestación de la esencia de Occidente).

Por más que la mayoría de los occidentales más “progresistas” intenten deshacerse del racismo y la exclusión racista, en un mecanismo que los psicoanalistas llaman “el retorno de lo reprimido”, sigue entrando sigilosamente por la puerta trasera, tomando nuevas formas inconscientes, de modo que, como Dugin observa correctamente, incluso la corrección política en sí misma es “transformada en disciplina de exclusiones políticas puramente racistas”. No sólo los “racistas” blancos sino que conservadores religiosos y nacionalistas son sujetos – con completa impunidad – a formas de exclusión social, agresión, desprecio abiertamente exhibido, intimidación, y violencia física y psicológica que están claramente actuando fuera de precisamente aquellos patrones de conducta que en cualquier otro contexto son denunciados como “racistas”. Estos grupos, que a menudo se componen por los “perdedores” de la sociedad blanca, sus grupos social y económicamente más vulnerables, incluyendo a la clase trabajadora, los desempleados, habitantes de áreas rurales y pensionados, son rutinariamente escupidos y humillados por los medios del establishment como cultural, moral, intelectual y biológicamente deficientes (“basura blanca”, “hillbilies endogmáticos” y así sucesivamente).

Las incesantes denuncias de racismo de Dugin a veces parecen sospechosamente una parodia intencional de la corrección política contemporánea, que ve normas discriminatorias por todos lados, y es posible que mientras acepta la deconstrucción postmoderna del concepto de raza, él intente convertirlo en una deconstrucción del término “racismo” en sí mismo, ampliando el concepto ad absurdum, hasta el punto de vaciarlo de significado y volverlo contra sí mismo. En lugar de intentar, como la mayoría de los conservadores, resistir el relativismo posmoderno sosteniendo ciertas normas morales absolutas, la autoridad de la tradición occidental y estándares universales y objetivos de racionalidad, su estrategia es superar los últimos residuos de presupuestos ideológicos modernos empujándolos a sus conclusiones posmodernas extremas. En otras palabras, su estrategia es cooptar el relativismo postmoderno, en lugar de resistirlo.

Sin embargo, surge una contradicción cuando en La Cuarta Teoría Política, Dugin condena el racismo, y sobre todo, al Nacionalsocialismo alemán, no sólo por razones epistemológicas, sino que también por razones morales. La condena de Dugin a las consecuencias morales del racismo es tomada simplemente como axiomática y no sujeta a ninguna crítica filosófica. No está claro sobre qué base moral esta condena al racismo occidental sea compatible con el relativismo absoluto, la negación de que exista algún punto de vista universal desde el cual puedan ser hechos juicios normativos sobre otras culturas (incluyendo juicios morales). ¿Son la esclavitud y genocidio sólo moralmente reprobables cuando son cometidas por occidentales modernos, pero no cuando lo son por otros grupos? Dugin aparentemente piensa que sí, como lo muestra la siguiente declaración que ha hecho en Facebook sobre la esclavitud y explotación (¡como comida!) de africanos negros por otros africanos negros.

 

Existen tribus africanas en la costa oeste-atlántica que crían esclavos humanos para  comerlos. Lo encuentro perfectamente razonable y completamente responsable. Si matamos animales con nuestras propias manos, los contemplamos sufrir y morir, cortamos su piel y separamos sus huesos, tocando sus órganos internos – o si por lo menos imaginamos intensamente ese acto cada vez que comemos nuestra comida, estamos completamente cuerdos y podríamos proceder algún día aplicando – en guerras – la misma actitud hacia humanos. En la guerra es esencial tomar responsabilidad del acto de matar. La responsabilidad muy similar está conectada con el acto de comer comida animal. Pero animal significa sensitivo, lo que presupone sufrimiento. Hagámoslo con plena responsabilidad – comer así como pelear, en una palabra – la responsabilidad de matar. O abstenerse. Es libre elección.

 

Podemos asumir que esta es una declaración hecha de buena fe y no simplemente un intento banal de “choquear a los burgueses”. Es completamente coherente con la posición de Dugin de relativismo cultural, de acuerdo al cual todas las declaraciones normativas sobre otras culturas deben ser suspendidas, ya que no hay normas universales sobre la base de las cuales semejantes declaraciones puedan ser hechas (aunque podemos preguntarnos cómo este tipo de relativismo moral es filosóficamente coherente con su pretensión de ser cristiano). Dugin está aparentemente criticando la hipocresía burguesa, esto es, la falla al tomar responsabilidad moral por el asesinato y explotación que presumiblemente son las condiciones que hacen posible la “decente” sociedad burguesa. Dugin elabora su apología al canibalismo en la siguiente manera:

 

Matar o no matar (comer o no comer): ‘haz lo que quieras’ pero nunca mientas. (Continuando el tema vegetariano/caníbal). Lo que es bueno o malo depende del conjunto de valores aceptados en la sociedad. Vivimos en una sociedad, la otra gente vive en otra. Toda sociedad mata, asesina y comete actos de violencia – sobre seres humanos o animales. Pero algunas sociedades lo reconocen e incrustan la muerte, asesinato y violencia en sus conceptos sagrados. Las otras sociedades, haciendo exactamente lo mismo o peor hipócritamente, niegan que, apelan a la no-violencia, tolerancia y promueven la paz vía asesinato y guerra. Por lo tanto no juzgo la violencia en sí misma, eso depende de la cultura – algunas culturas la sacralizan, algunas no – pero cada grupo humano comete los mismos actos – matar, torturar y comer. Por lo tanto, sólo he señalado que es eso es un hecho. Los pueblos que lo hacen concientemente son más civilizados y cultivados, más honestos y espiritualmente desarrollados, menos infantiles y más crecidos que aquellos que cometen el mismo acto sin notar o negando su naturaleza caníbal. El mundo está construido sobre el acto de matar (y comer) – Dios-Hombre-Bestia. Ése es el sentido del sacerdocio. El sacerdote es el asesino primordial. Por lo que la existencia es dolorosa. Debemos aceptar como es. Causamos dolor, sentimos dolor. Es una situación bastante normal. El canibalismo no es una ‘excepción desagradable’ y una ‘horrible señal de depravación moral’. De alguna manera es natural. La tradición Hindú afirma que los ‘kshatryas comen vaishyas’. Los himnos védicos están repletos de metáforas sobre comer (matando, devorando). Sólo intento subrayar que somos responsables de lo que comemos, de los que matamos y destruimos. Las tribus africanas y de Oceanía nos dan un ejemplo que encuentro hermoso y puro.

 

Dado que él parece aceptar el relativismo moral, no está claro cómo Dugin puede coherentemente condenar el exterminio y esclavitud de los eslavos o judíos por el Nacionalsocialismo, o, por ese caso, la esclavitud y genocidio de otras poblaciones por colonialistas europeos – ninguno de los cuales es de manera alguna históricamente único en los europeos occidentales (cf., por ejemplo, el Antiguo Testamento). ¿A qué estándar moral universal se esta refiriendo? ¿A la ideología de los universales derechos humanos? Probablemente no. ¿La moralidad cristiana, que él se niega a aplicar a los africanos occidentales caníbales y traficantes de esclavos? Tampoco no está claro cómo él puede acusar al racismo de hipocresía, ya que no todos los supremacistas raciales agresivos son incoherentes o hipócritas sobre sus intenciones genocidas.  Finalmente, no está claro para nada cómo Dugin puede condenar al Nacionalsocialismo sin hipocresía desde un punto de vista moral mientras que al mismo tiempo rehabilita a figuras como Stalin y Pol Pot como “nacional comunistas”.

Aunque Dugin ve al “racismo” como una “enfermedad” típicamente occidental, no es particularmente difícil encontrar ejemplos de él entre sociedades no-occidentales y tradicionales o arcaicas, especialmente si definimos “racismo” como “ver al propio grupo étnico como normativo”. Esto es particularmente verdad en las sociedades tribales, donde el nombre de la tribu a menudo simplemente será la palabra para “humanidad”, y los miembros de otras tribus son vistos como más o menos no-humanos o sub-humanos. Por ejemplo:

 

Un caso ilustrativo es el de los Yanoama de la cuenca del Amazonas, quienes no sólo se llaman a sí mismos ‘humanidad’ (el significado de su nombre) y a todos los otros ‘seres subhumanos inferiores’, (nabä) sino que llevan el proceso aún más lejos: los miembros de una aldea yanoama habitualmente acentúan las diferencias de dialecto (o similares) que los separan de los residentes de otras aldeas; luego se burlan de los otros por ser menos que completos yanoama, es decir, algo subhumano (Bruce Lincoln, Death, War and Sacrifice: Studies in Ideology and Practice, p. 142).

Wilhelm Mühlmann, a quien Dugin se refiere como la fuente de su propio concepto de etnocentrísmo, deja en claro que este tipo de etnocentrismo racista es un fenómeno universal, antes que occidental:

Jacob Burckhardt escribió que “El contrario, mediante el cual la conciencia griega se completaba a sí misma, el no-griego, es llamado bárbaro”; pero esta actitud de acuerdo a la cual otros pueblos son bárbaros, con su sentimiento concomitante de mayor autoestima, no es sólo helénico, sino que casi universal, y es difícilmente debilitado entre los pueblos modernos, altamente civilizados. Uno sostiene la propia  cultura, actitud hacia la vida y lenguaje para que sean absolutamente normativos, e incluso para que sean los únicos verdaderamente humanos. Esta opinión está expresada en la más inocente manera cuando el nombre del propio pueblo es el mismo que la palabra para “seres humanos” en general, como por ejemplo koikoin (entre los hotentotes), yamana (Tierra del Fuego), ainu (Ainu), inuit (Eskimo), bantu (Bantu), leleges (un grupo aborigen de Caria, Asia Menor), o con la palabra para “hombre”, como es el caso entre muchos indios norteamericanos.

 […] En general, cada pueblo se ve a sí mismo como el centro de los eventos cósmicos. Cada tribu que Preuss encontró durante sus viajes en Sudamérica, tenía su propio creador mítico, que hizo el mundo específicamente para ese pueblo, los trajo a la vida como el primer pueblo de la humanidad, y proveyó con un culto anterior a todos los demás. Azara escribe sobre los Guaikurù: ‘Ellos se consideran a sí mismos como la nación más noble del mundo, la más magnánima y la más valiente, y como aquellos que mantienen su palabra más lealmente. Ellos son muy superiores a los españoles en estatura, belleza y elegancia y ven a las razas europeas como muy inferiores a ellos mismos’ […].

Cada tribu socialmente sana tiende a sentirse superior a sus vecinos. Su propio estilo de vida es el único correcto, mientras que el de sus vecinos es desviado, equivocado, e incluso repugnante. Si las tribus vecinas hablan otro dialecto, entonces sólo es una corrupción de su propio dialecto, o sus miembros son incapaces de hablarlo correctamente; si sus legendas son diferentes, son simplemente ‘mentiras’; si sus ceremonias difieren en detalles, entonces son malas copias de las ceremonias ‘correctas’, etc.

La autoestima étnica no es lo mismo que la sensación de ser poderoso. Los Papua pueden temer mucho a sus vecinos por ser magos o guerreros, pero todavía verse a sí mismos como ‘mejores’.  Del mismo modo, los esquimales Netsilik temen el poder de los europeos, cuyos recursos tecnológicos creen que son inagotables, pero sin embargo los ven como inferiores. Ven a los blancos como una especie de bárbaros poderosos, que por su riqueza y fuerza merecen cierta consideración.  Uno debe ser algo paciente con los hombres blancos, ya que son como niños: fáciles de enojar, cuando no consiguen lo que quieren, caprichosos y llenos de ideas extrañas y nociones tontas. Ellos mismos (los Netsilik) son también mejores construyendo igloos, trineos de perros y remando kayaks, en fin, en todo lo que está conectado con la vida en una tierra fría […] Orgullo de cultura y orgullo de raza coinciden […].

 Para los Netsilik tradicionales, es auto-evidente que tanto indios como blancos son bastardos, engendrados por una persona inútil, i.e. y una mujer Eskimo que copuló con un perro […] Otro rasgo importante es la tendencia a ver a los miembros de pueblos extranjeros sólo como parte de un colectivo, i.e., sólo como miembros de su comunidad, y no individualmente (Krieg und Frieden: Ein Leitfaden der politischen Ethnologie, 1940, pp. 39-42).

Dugin tampoco hace distinción entre el simple reconocimiento de la raza como una realidad y factor relevante en la historia, y racismo en el sentido de supremacismo racial. Un ejemplo de racismo imperialista (supremacismo blanco) sería la siguiente declaración de Winston Churchill de 1937:

 

No estoy de acuerdo con que el perro en un establo tenga el derecho definitivo al establo aunque se haya encontrado allí por un muy largo tiempo. No acepto eso como correcto. No acepto por ejemplo, que un gran daño haya sido hecho a los indios rojos de América o a la gente negra de Australia. No acepto que un mal se haya hecho a estos pueblos por el hecho de que una raza más fuerte, una raza de más alto grado, una raza más mundialmente sabia por decirlo de alguna forma, ha venido y tomado el lugar de ellos.

La gran mayoría de los “nacionalistas blancos” americanos o etno-nacionalistas europeos hoy en día son, sin embargo, mucho menos “racistas” o “supremacistas blancos” que Winston Churchill. Incluso aquellos que creen que la raza blanca es innatamente superior a otras razas, como opuesto a meramente reconocer la realidad de la especificidad racial, normalmente no ven esto como si fuera una justificación moral para la esclavitud o genocidio de otras razas. En su gran mayoría, los racialistas contemporáneos solamente afirman el derecho al separatismo racial y el derecho de cada raza a construir una sociedad adecuada a sí misma y a cultivar sus únicas características y potencialidades.

En cuando a la validez histórica de la interpretación de Dugin sobre el Nacionalsocialismo como un proyecto de dominación mundial (la creación de un “Reich planetario” análogo al comunismo mundial o liberalismo global), es dudosa, por decir lo menos. Ciertamente la búsqueda de la dominación mundial no fue una idea universalmente aceptada entre los nacionalsocialistas, como lo demuestra esta declaración de Léon Degrelle:

El racialismo alemán ha sido deliberadamente distorsionado. Nunca fue un racialismo anti-“otra-raza”. Fue un racialismo pro-alemán. Estaba preocupado haciendo a la raza alemana fuerte y saludable en todos los sentidos. Hitler no estaba interesado en tener millones de degenerados, si estaba en su poder no tenerlos. Hoy en día uno encuentra la adicción al alcohol y a las drogas rampante en todos lados. Hitler se preocupaba de que las familias alemanas fueran sanas, de que criaran niños sanos por la renovación de una nación sana. El racialismo alemán significó redescubrir los valores creativos de su propia raza, redescubrir su cultura. Era una búsqueda por la excelencia, un ideal noble. El racialismo nacionalsocialista no estaba en contra de las otras razas, sino que a favor de la propia. Buscaba defender y mejorar su raza, y deseó que todas las otras razas hicieran lo mismo para sí.

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