Escrito por Jack Donovan originalmente como «Anarcho-Fascism«, el 3 de Marzo de 2013. Reeditado en el libro A Sky Without Eagles (Dissonant Hum, 2014). Traducción por F.A.
“En una sociedad que ha abolido todo tipo de aventura, la única aventura que queda es abolir la sociedad.”
—Graffito situacionista, Mayo de 1968
Como ideología política, el fascismo fue un grupo heterogéneo de ideas del siglo XX. Su presencia atlética adornada con coquetos y políticamente expedientes esquemas como el sufragio universal, en muchos sentidos el fascismo del siglo pasado estuvo definido por sus respuestas a otros movimientos políticos de la época — como el marxismo y el capitalismo liberal.
Pero, más allá de los detalles históricos del fascismo, hay algo eterno. El escritor italiano Umberto Eco lo llamó «Ur-fascismo«, que significa «primitivo» u «original». Desafortunadamente, sus irregulares «catorce puntos» estaban excesivamente preocupados con el totalitarismo de arriba hacia abajo de dictadores notables del fascismo y sus muchachos del partido. Su «ur-fascismo» no era lo suficientemente «primitivo». No era en absoluto «eterno».
La palabra «fascismo» se ha convertido en un tipeo descuidado para cualquier estado policial violento e intrusivo. Para la mayoría de la gente, el fascismo evoca un pueblo forzado en férrea conformidad por un gobierno todopoderoso. El fascismo político del siglo XX tenía muchas otras características, y fueron instituidos diferentemente en diversas naciones. Gobiernos fugaces y opresivos no son únicos al fascismo del siglo XX. El Islam, el catolicismo y el marxismo han producido crueles estados policiales con mano de hierro. Si temes más a tu propio gobierno que a sus enemigos externos es un indicador de una tiranía totalitaria; el mismo estado de vigilancia «progresista» de Estados Unidos funciona así. Fascismo y totalitarismo pueden ser confundidos en el imaginario popular, pero no son la misma cosa.
Los fasces era un poderoso símbolo antes del nacimiento de Mussolini, así que es posible separar el símbolo de su régimen y verlo en su mérito propio. No me preocupo mucho del uso de los fasces como símbolo de poder magisterial en la república de Roma. Estoy más interesado en el fenómeno que este símbolo pre-romano aparece para representar. El Fascismo ha sido descrito como una «fantasía masculina», y estoy de acuerdo que los fasces simbolizan una cosmovisión claramente masculina. ¿De qué tratan los fasces que capturan la imaginación masculina?
Mayoría de la gente asocia los «males» del fascismo con una institución burocrática de arriba hacia abajo, pero a mí los fasces aparecen para simbolizar una idea de abajo hacia arriba.
Las varillas de los fasces representan la fuerza y la autoridad de un colectivo masculino unido. Ése es su atractivo «primitivo». La verdadera unidad tribal no puede ser impuesta desde arriba. Es un fenómeno orgánico. La profunda unidad proviene de hombres atados por una cinta roja de sangre. La sangre de la catastrófica necesidad que une a la banda de hermanos se transforma en la sangre del legado y del deber que une a la familia, a la tribu, a la nación. Los fasces capturan la imaginación masculina porque parece simbolizar la voluntad unificada de los hombres. Los hombres prefieren creer que ofrecen su lealtad por elección, ya sea si verdaderamente lo hacen o no. La libre asociación —o su mera apariencia— es la diferencia entre los hombres libres y esclavos. Si no puedes marcharte, eres un prisionero. Si decides quedarte, si decides alinear tu destino con el destino del grupo y someterte a la autoridad colectiva del grupo, eres un miembro, no un esclavo. Como miembro, debes aportar el peso de tu hombría a una confederación unificada de hombres.
Los fasces se convirtieron en un motivo decorativo popular para los edificios del gobierno americano en el siglo XIX y principios del XX, y su simbolismo es consistente con un lema en latín anteriormente adoptado por la Unión: e pluribus unum. «De muchos, uno». El mismo fascismo político del siglo XX estuvo precedido por el fascio italiano — «hatajos» voluntarios» o uniones de hombres enlazados para hacer valer sus intereses colectivos. Mussolini era miembro de un fascio antes de que fuera un «fascista». Esta idea de hombres que deciden agruparse y aumentar su fuerza más fue más elocuentemente explicada por el simio «César» en El Origen del Planeta de los Simios (2011). Rompiendo una sola rama y luego recogiendo un montón, César muestra sus camaradas encarcelados que «simio solo… débil… simios unidos… fuertes.»
Cuando los fasces son venerados, simbolizan el «poder de nosotros». Cuando los fasces son denigrados, son despreciados porque se han vuelto un símbolo del «poder de ellos».
Los hombres viriles no se unen para volverse sacos de arena. Los fasces simbolizan a los hombres unidos con un hacha, listos para la acción, lanzando una amenaza de violencia — de «o sino». Los fasces son una advertencia, una promesa de venganza, una pala en la pared para los traidores, holgazanes y transgresores de la ley.
En The Way of Men, escribí que «El Camino de los Hombres es el Camino de la Banda». La masculinidad primigenia está arraigada en el espíritu práctico, en el ethos táctico de un grupo de hombres que luchan por sobrevivir y triunfar sobre las fuerzas externas.
Desde esta perspectiva, veo los fasces como un «signo universal de la banda». Simboliza, mejor que cualquier otro símbolo que recuerde, el momento en el cual los hombres unen sus destinos y se alinean contra la naturaleza, contra otros hombres, contra… el mundo. Los fasces representan la génesis del «nosotros», de «nuestro equipo», de «nuestra cultura», de «nuestro honor» — la formación de una identidad colectiva. Simbolizan, entonces, el momento cuando la guerra de todos contra todos se convierte en una guerra de hombres contra hombres, de «nosotros» contra «ellos». Los fasces simbolizan el momento cuando los hombres crean orden desde el caos.
Esta masculinidad primigenia y pura, sólo puede desarrollarse bajo estrés. Sólo puede surgir desde el caos, como reacción a las fuerzas externas. Desde allí madura, formado por el tiempo, en una cultura del honor, y desde esa cultura —aquella combinación de historia colectiva y costumbres que caracterizan la identidad de un pueblo— proviene la Tradición. Todo lo que reconozco como bueno y digno de rescatar de los hombres y de la masculinidad prospera en este punto cultural de inflexión entre la pureza de la banda de guerreros y la arruinada y manipulada depravación de las culturas complejas basadas en el mercantilismo.
Sin más fronteras para explorar, salvo el espacio — lo cual sólo puede ser permitido, incluso en la fantasía, como un proyecto burocrático castrado — los modernos, afeminados y burgueses estados del «Primer Mundo» ya no pueden producir nuevas culturas de honor. Las nuevas y puras bandas de guerreros sólo pueden surgir en la anárquica oposición a las corruptas, feministas, anti-tribales y degradadas instituciones del orden establecido. La hombría sólo puede reiniciarse mediante la destrucción del futuro de éstas, y la creación de nuevos futuros para las nuevas o renacidas tribus de hombres. Es demasiado tarde para el conservadurismo. Para la mayoría de los hombres, siguen siendo sólo estructuras ocupadas y gestos vacíos.
El camino de los hombres sólo puede ser redescubierto en la Noche y el Caos.
El Ur-fascismo es la fuente de la cultura del honor y de la auténtica tradición patriarcal.
El Ur-fascismo es una respuesta a la anarquía.
La posición política del Camino de los Hombres es «anarco-fascista.»
Este anarco-fascismo no es un fin; es el anhelo de un nuevo comienzo.
¡QUE COMIENCE EL MUNDO!
Los secretos del antiguo abismo, un oscuro e
Ilimitado océano sin bordes,
Sin dimensión, donde la extensión, la profundidad
Y el tiempo y el espacio se pierden; donde la Noche
Y el Caos primigenio, Ancestros de la Naturaleza, mantienen
La Eterna Anarquía, entre el bramar
De guerras eternas, y mantenidos por la confusión.
—John Milton, Paraíso Perdido.