Nota del autor: este artículo lo publiqué en otro sitio, con otro pseudónimo, en 2008. Como Chile recicla a sus presidentes, nosotros reciclamos artículos.
Hace unos días cumplí otro año más de vida, y un día después, se cumplió otro año más desde que Chile cuenta con una nueva fecha nacional, una nueva Independencia por la cual celebrar. El gobierno de la señora Bachelet (sin temor a ser considerado prejuicioso) ha estado fuertemente marcado por su tendencia independentista, casi separatista: un verdadero grito de libertad para el sexo femenino. Y digo «sexo» refiriéndome a los seres humanos nacidos mujeres (XX), dispuesto a recibir las recriminaciones que me puedan hacer el montón de imbéciles liberales y homosexuales promovedores del término «género» para indicar orientación sexual, quienes han enterrado algo que designa la «malvada, cruel y fascista» madre Naturaleza en favor de lo que puedan fraguar en sus mentes. Derecho a amar sin fronteras, dicen.
Nada les ha importado: el rastro remotamente aristocrático de elegir a las mejores personas para que desempeñen cargos públicos ha sido sustituido por la arbitraria decisión de elegir a hombres y mujeres en fracciones iguales para que desempeñen tales cargos, es decir, independientemente si existieran muchísimos más hombres que estén capacitados para desempeñar una función, ésta debe ser ejercida por una mujer para así lograr la tan anhelada igualdad de géneros. Siempre que la igualdad de géneros sea entre socialistas renovados, por supuesto. Probablemente, en diez años más tengamos un gabinete compuesto por hombres, mujeres, homosexuales, pederastas, zoófilos, necrófilos y todo lo que entre dentro del término «orientación», en partes iguales.
Estoy seguro que aquél que dio la orden de asesinar/reprimir (término que los modernistas utilizan para la acción de dar fin a una manifestación, protesta o huelga, por parte de las Autoridades) a las obreras textiles en 1909, si hubiera tenido la videncia para enterarse del favor que le haría al Movimiento Feminista al darle mártires), habría evitado toda confrontación con las mujeres… o acabado con el género completo.
Hace algunos años, al asesinato de un ser humano (cualquiera sea) se le denominaba «homicidio»; hoy, homicidio de una persona de sexo femenino ha sido sustituido por femicidio, quedando la palabra homicidio relegada para el sexo masculino. Simpática forma de pensar: el hecho de que sea mujer la persona muerta, hace el acto distinto y con particularidades: crimen horrible movido por odio al sexo débil (cada vez más, en sus propias palabras, empoderado). Matar un hombre es un crimen corriente: los hombres son iguales entre sí, pero la muerte de una mujer es distinta a la muerte de un hombre. Absurdo.
Bien, no quiero extenderme, ya que esto sólo era una forma de saludo en el Día de la Mujer. Terminaré con una pequeña reflexión, que la verdad dudo si la hice antes, o la hizo otro en mi lugar:
¿Qué tan lejos llegará la cruzada idiomática por reivindicar al sexo femenino? Tenemos femicidio para diferenciarlo del típico homicidio. Tenemos feminismo para diferenciarlo del trato normal que siempre ha existido (pero que, como no es mandado por mujeres, es Machista y despreciable)… Entonces, ¿cuánto tiempo pasará para que empiecen a separar fuerzas en Comunistas y Comunistos, Feministas y Feministos, Socialistas y Socialistos?
¿Ridículo, no?