Si bien no soy muy fanático de la televisión y menos aún de los reality shows, debo reconocer que el recién terminado concurso de cocina «Masterchef» me atrapó y me pareció muy interesante. Pero lo que más me llamó la atención fueron las reacciones tras la final de dicho concurso de talento culinario.
Llega el día de la final, por un lado un concursante popular (concepto utilizado en éste caso para hacer alusión a alguien de las clases más bajas), recolector de basura de oficio, de fenotipo claramente mestizo; y por el otro lado, la «cuica», la hija de papá (según los comentarios vomitados en algunas noticias referentes al tema), la joven blanca, criolla, de clase media (nada del otro mundo, valga decir). Luego de una reñida competencia, vence la joven criolla, quien se hace acreedora de una cuantiosa suma de dinero, la publicación de un libro de recetas y un automóvil…
Pero bueno, vamos a lo interesante. Tras la victoria de la joven, en los distintos comentarios registrados en la prensa, la gran mayoría de los comentaristas dejaron aflorar ese sentimiento de la masa chilena que sólo se deja ver tras la seguridad de un ordenador o del respaldo de la muchedumbre: el resentimiento visceral a lo blanco, lo criollo y lo europeo.
«Típico, tenía que ganar la blanquita«, «Obvio que iba a ganar la cuica y no el recolector de basura«, «Ignacio -el otro concursante- es el ganador del pueblo«, «Arreglado… tenía que ganar la rubia«. Todo un bombardeo de comentarios en los que, como es de costumbre en Chile, se mezcla lo racial y lo económico, siendo el enemigo del «pueblo», el blanco con plata que se pasa por donde no llega el sol a todo el resto, desde el tiempo de los conquistadores. No importa si eres un criollo que trabaja y estudia, no importa si eres igual de pobre que ellos, no importa si eres su vecino en el barrio: siempre serás el blanco privilegiado.
Más allá del concurso y el cuestionado resultado, surgen odiosas preguntas: ¿acaso los criollos no pueden conseguir cosas por mérito propio? ¿Todo se les ha dado y nada se han ganado?
Cuando estos temas salen a colación en una charla cualquiera, donde un criollo es el sujeto juzgado, se puede apreciar que los criollos son un grupo poco apreciado entre los demás, que esa tan inflada idea de la nación chilena jamás ha sido y que en verdad somos nosotros contra ellos y ellos contra nosotros. Nuestra idea de pueblo-nación versus su idea de pueblo-idea.
Acá, en una sociedad como la nuestra, divida en tres grandes grupos (naciones indígenas, criollos y mestizos) existe una alianza que si bien es silenciosa, realizaría grandes carnavales si pudiesen ver sus botas bailando sobre nuestras cabezas. Al final de cuentas, llegado el momento, acá estamos: solos. Siempre seremos el allegado opresor y adinerado que destruyó el hermoso paraíso que existía antes de nuestra llegada.