Escrito por Brett Stevens originalmente como «Liberals are apologists for the failure of our civilization«, en Amerika. Traducción por F.A.
Una forma popular para desestimar argumentos consiste en ofrecer un sustituto. Éstos toman la forma de símbolos que representan el problema, pero no incluyen todos sus aspectos.
Si estás preocupado de los problemas ambientales, por ejemplo, podrías afirmar que la raíz del problema son los recipientes de espuma de poliestireno y prohibirlos. Esto crea una solución tangible y fácil basada en la eliminación de una mala práctica en vez de una solución total, avanzada y constructiva que consista en cambiar el comportamiento a un nivel inconveniente. El sustituto es más fácil de entender e implementar así que triunfa por sobre una solución real.
Todo del liberalismo representa un sustituto. Nacido de un simple problema (que bajo los reyes habían prosperado las clases más bajas hasta el punto donde se estaban reproduciendo más allá de la capacidad de carga), el liberalismo ha crecido a través de este proceso de encontrar chivos expiatorios fáciles en lugar de abordar los problemas reales.
De esta manera, los liberales se han convertido en apologistas de los fracasos de nuestra civilización, negando sus problemas profundamente arraigados y reemplazándolos con superficiales cambios triviales que nos permiten seguir negociando como de costumbre. El núcleo de la ideología liberal se basa en la idea de igualdad, o hacer que todas las personas tengan una porción similar de la riqueza, poder y prestigio en una sociedad. Todas sus soluciones toman alguna forma a partir de esta idea.
Esto demuestra una preferencia por el mejoramiento en la cantidad — igualdad — por sobre un intento de mejorar en la calidad. Ésta es la diferencia entre tener más gente y hacer que nuestra especie evolucione a un nivel superior, lo que refleja el problema original de la sobrepoblación de la casta inferior, que para ocultar esto el liberalismo fue creado. La idea liberal representa un impuesto: pagar un poco de lo que tienes para lograr la «paz», haciendo a todos importantes y que no se necesite hacer nada más.
Esto ignora los vastos problemas subyacentes. Nuestro entorno es cada vez más tóxico, estamos matando a especies a diestra y siniestra, nuestras ciudades son horrendas, el comercio rige nuestras vidas y las personas se están volviendo seres parasitarios, egoístas y vacíos sin ningún punto de referencia excepto su placer inmediato, conveniencia y estatus social. De los dos grandes escritores apocalípticos, Aldous Huxley estuvo en lo correcto en «Un Mundo Feliz» y George Orwell se equivocó en «1984»: nuestra perdición no proviene de los tiranos encima de nosotros, sino que nos convertimos en tiranos a través de la ausencia de control. Hemos creado una sociedad que persigue la riqueza, el poder y el placer sensual hasta el punto de ser ajenos a la realidad. De hecho, da gran deleite el ignorar forzosamente las consecuencias de sus acciones.
Pero, ¿oímos algo de esto de los liberales? No: su actitud es que la perdición está sobre nosotros así que bien podemos dividirnos y lo que tenemos que hacer es «comer, beber y ser felices, que mañana moriremos». Para ser felices, necesitamos una ausencia de conflicto, para que se entreguen las riendas a Nosotros El Pueblo, para que votemos con celeridad a todo lo que nos favorezca y nos haga sentir bien con nosotros mismos, ignorando el problema de la salud de nuestra sociedad en su conjunto, que va de mal en peor. Somos el enfermo del mundo y parecen decididos a crear tantos humanos como sea posible para llevarse a todo nuestro mundo con nosotros.
En lugar de leer a los liberales en su valor nominal, tiene sentido mirar sus reales motivaciones. No son distintos a un adolescente vacío comprando accesorios para verse genial ante su grupo de compañeros. Excepto con los liberales, los accesorios son lo que los reyes tenían pero la gente moderna sólo puede imitar: subvenciones en lugar de generosidad, ideología audaz en lugar de liderazgo, altruismo en lugar de evolución. Cuando los liberales se revelen como lo que son, es decir, más vacíos que un cenicero de francés, podremos recoger los escombros y crecer más saludables en lugar de crecer sin pensar hacia un destino que suponemos que no puede evitarse.