Comienza un nuevo año académico y con el, como ya es de costumbre, empieza a aflorar por las calles un pestilente aroma. Al fijarte de dónde proviene, notas que es de un grupo de jóvenes de unos aproximados 18 años, harapientos y cubiertos con quién sabe qué sustancias. Se trata de los mechones y el ritual de mechoneo, el cual se realiza prácticamente en todas las universidades del país a los alumnos que ingresan a primer año. En dicho ritual, los alumnos antiguos ejecutan una serie de juegos a los novatos, en los que se mezclan alimentos putrefactos, prácticas de corte sexual y actividades físicas, junto con despojarlos de gran parte de sus pertenencias, las que luego deben recuperar con el dinero que reúnen limosneando en las calles. Podría resultar ser una actividad inocente, un simple juego, pero si se mira más a fondo, nos encontramos en un claro caso donde el mayor y más de experimentado, el poderoso (el alumno antiguo), somete y vulnera, con su cómplice actitud, a la persona más débil y nueva (el novato), quién se ve humillado a realizar distintos actos y a pagar por recuperar lo que ya era suyo…
¿Acaso esa lógica no nos resulta familiar? Todos los días experimentamos situaciones donde los regentes del poder, los políticos y poderosos, someten con arbitrarias medidas e incomprensibles acciones a quienes deberían proteger y ayudar. Lo que es peor aun, esos mismos sujetos más débiles siguen confiando y pagando para que los poderosos continúen en sus privilegiados sitiales (cagándoles la vida). Nos dejan sin agua, cambian nuestros valores y principios, nos venden un estatua de vida que no podemos sostener con nuestros míseros sueldos, vulneran nuestros más elementales derechos ¿y nosotros qué hacemos? Volvemos a confiar en ellos y volvemos a pagar sus campañas.
Es incomprensible ver cómo jóvenes, en la etapa de sus vidas donde la revolución debiese ser su norte y el aire que respiran, se dejan humillar con tal de ser aceptados en el grupo de los mayores y los más «cool»; porque al final del día, se dejen mechonear o no, ellos ya están dentro de la universidad y podrán estudiar (que a eso van). No necesitan que unos pendejos con un año más les den su «aprobación».
Al mirar a la sociedad actual y la ruina de la misma, difícil es sorprenderse de que nos tengan la bota sobre nuestras cabezas, cuando contamos con generaciones que se dejan humillar y denigran, que pagan por recuperar lo que les pertenece, que de seguro se lo ha dado sus padres (pareciese ser la representación del abandono de las enseñanzas que nuestros padres nos han dado por la aceptación de las reglas del sistema), con tal de formar parte de algo. Situaciones como ésta son reflejos de problemas más profundos que afectan nuestras sociedades. Son acontecimientos que dejan de manifiesto el buen trabajo diseñado por el Sistema con el objetivo de convertir a la humanidad en un manso rebaño de corderos. Cuando una mujer se deja tocar en un escenario para resultar popular, vulnerando su propia femineidad, cuando un hombre se alcoholiza a tal punto de hacerse encima con tal de quedar como macho ante el resto, cada vez que permitimos que suban y suban los servicios y alimentos básicos sin hacer nada al respecto, cada vez que permitimos que nos humillen para pertenecer a algo, y paguemos por ello, como ocurre con el mechoneo, la soga se va ajustando más y más a nuestros cuellos.