El hecho de que dos inmigrantes sub-saharianos musulmanes decapitaran en plena vía pública a un inglés debiera, por lo menos, hacernos reflexionar sobre los distintos elementos que confluyen y que terminan originando hechos de tal calibre. Y es que en realidad, se pueden identificar distintas circunstancias que lo determinaron en mayor o menor medida.
En relación a esto, si bien tengo la tentación de avocarme a los resultados de una combinación entre escasa capacidad craneana y una alta liberación de hormonas que cumplirían mejor su trabajo en medio de la selva como medio de defensa frente a posibles depredadores que en una ciudad al estilo europeo, características propias de la raza cónguida, prefiero enfocarme por esta vez en los factores sociales y políticos que enmarcan este episodio, más allá de los lloriqueos de la gente sin mayor cultura que a la que cualquier atentado a las llamadas (e inventadas) dignidades humanas les parece algo digno de la mayor condena porque sí.
Como Identitario no puedo dejar de sentir cercanía, más o menos cercana a mi vida diaria o a aquello por lo que lucho, con todas las culturas y pueblos europeos, entre ellos el inglés. Por ende, me indigna que ocurran hechos como estos, en que el honor de todo un pueblo es pisoteado en sus propias calles, bajo las sombras de los centenarios edificios que sus ancestros construyeron para cobijar a sus legítimos herederos, amparados en el derecho de sangre.
Sin embargo, y también como Identitario, me es imperioso decir que la monarquía inglesa y sus poderosos cercanos (antes nobles, hoy banqueros) han hecho de las suyas alrededor del mundo particularmente desde el siglo dieciocho, comenzando por crear países en América del Sur por medio sus logias masónicas para luego influir en su política interna. Posteriormente, se embarcaron en la extenuante pero provechosa tarea de formar imperios y hacerse con colonias, para luego abandonarlas militar y administrativamente, sólo para someterlas económicamente por debajo de la mesa. La continuación de esta política se da incluso en nuestros días, con las guerras de “liberación” que ha librado la Gran Bretaña en Oriente Medio para llevar la democracia parlamentaria, el neoliberalismo y la corrección política a naciones aún tradicionales.
Sí, los ingleses, en su afán de dominación mundial y a través de su ejército, han provocado en diversos pueblos daños mucho mayores que la decapitación de un individuo. Sin embargo, no hablo en defensa del gobierno británico, sino en defensa del mismo pueblo inglés, el autóctono, no respecto a aquellos que mediante un papel se hicieron succionadores de la teta del Estado, ni tampoco respecto a sus descendientes, sean de la generación que sean.
El dedo, la rabia y la armas hay que apuntarlas no al Islam (uno de los últimos reductos tradicionalistas en el mundo moderno) ni a los musulmanes. Esta es una religión que tiene algo que los tolerantes hippies democráticos liberales catalogan como extremismo. Yo, por otro lado, lo llamo tener huevos. Huevos que, sin embargo, deben quedarse en Medio Oriente y en el norte de África para que cuando revienten destruyan su propia huevera humedecida con su propia sangre. Los asesinos no eran musulmanes radicales, eran musulmanes a secas, con todas sus letras, poniendo en práctica los mandatos de su religión.
Pero más allá de eso y de cualquier debate que se pueda dar sobre la inmigración, han sido los diversos gobiernos británicos los que han intentado someter al mundo bajo la bandera del Liberalismo globalizante y opresor. Han sido sus propios gobiernos electos por sus desesperados votos y sustentados con el sudor de sus rudos obreros explotados sin misericordia por la sanguijuela escuela económica originada en mentes turbias de Manchester, los que han sumido a la isla en la convivencia forzada con elementos ajenos a su idiosincrasia y bagaje genético, por el afán de conseguir más votos y perpetuarse en el poder, de reafirmar la prevalencia de grupos económicos transnacionales sin patria y por seguir el juego de la corrección política cual mandato divino inviolable.
El objetivo de los agresores era, en sus palabras, iniciar una guerra en Londres. Quizás ya sea tiempo para que los descendientes de celtas, sajones, vikingos y romanos, liderados o no por un Ricardo Corazón de León, dejen de lado su flemática hipocresía que ya los caracteriza, sus bastones, su parlamentarismo y su individualismo protestante y den cara a sus verdaderos enemigos.
A fin de cuentas, y por muy irónico que pueda ser, deben quedar bordadas en las mentes y corazones de los ingleses las palabras de uno de los asesinos, junto con su reveladora verdad: “USTEDES NUNCA ESTARÁN A SALVO. DESHÁGANSE DE SUS GOBIERNOS. ELLOS NO SE PREOCUPAN POR USTEDES”.