El cambio y la verdad: Nietzsche y Occidente

El cambio y la verdad: Nietzsche y Occidente

Textos » Otros Textos | Autor: | 18.1.2015

Más malas noticias: Carlos Martel no va a resucitar. Carlomagno tampoco. Bueno, a decir verdad, ese hombre asesinó unos cuantos europeos también. Cristo tampoco va a resucitar. Creo que la mayoría de los europeos sí son Charlie, en rigor: todo Occidente es Charlie. Por eso: no me interesa Charlie ni Occidente. Si esto es una cruzada de cristianos contra musulmanes, no me interesa; del mismo modo que no me interesa el fanatismo musulmán.

Todo cambio es primero antropológico, vale decir: un cambio en el hombre. Las conductas, regidas por actitudes y valoraciones, se visten de religión, de ideología, pero responden a lo que el hombre es en su trama profunda de intereses. Occidente también es eso: un código de conducta asimilado durante miles de años. Una asimilación de dogmas, de conceptos, de conductas que responden a esos dogmas y conceptos. Lo que se nombra hoy con desprecio, las palabras que se utilizan para nombrar «el mal» son códigos que disparan conductas: que el hombre antiguo, es algo anterior al hombre «evolucionado»; que el «pagano» es un primitivo. Esto pese a que el hombre antiguo comprendía el universo de un modo mucho más amplio, y pese a que el cristianismo haya quemado todo el conocimiento y la comprensión humana anterior a él.

Todo cambio es un cambio antropológico. Lo demás es una pérdida de tiempo.

¿Qué la verdad? preguntó el romano. Todos aquí tenemos nuestra verdad. Supongo que eso habrá pensado. Los judíos quieren que ejecute a uno de ellos; aunque yo, como romano y bajo la ley romana, no le encuentro delito. Pero estoy en Judea, ¿y qué vale más en Judea para Roma? ¿La política de Roma con Judea? ¿O los problemas de los judíos con un alborotador judío? Nunca imaginó, que luego la verdad sería la del alborotador judío, en la propia Roma.

Retomando el milagro anunciado al principio: si esperan a las SS europeas no van a venir. La cosa es sencilla: cada uno está sólo con su tribu, y si no tiene tribu está completamente sólo. Formen clanes y confederen los clanes. Eso funcionó por milenios: se llamaba Roma (no sé si lo recuerdan). Quizá todavía funcione. Al menos es algo básico, orgánico, natural. Tenía razón Nietzsche, la decadencia comenzó después de los presocráticos.

Hoy de nuevo los romanos nos preguntamos «¿Qué es la verdad?» Y cumplimos así nuestro deber de romanos, nuestro destino.

Nietzsche: el más incomprendido de todos. La sociedad occidental no acepta lo evidente. Milenios de dogmas, conceptos y estructuras la han convertido en lo que es hoy. El salto propuesto por Nietzsche es demasiado alto. Cuando decimos que Occidente debe caer, no invocamos la destrucción y la muerte — aunque ronden y se manifiesten — sino la desaparición de un tipo de hombre. Oriente nos lleva en eso mucha ventaja: ellos al menos saben que existe el dolor. El hombre sin tal consciencia no es un hombre. Además señores, el hombre blanco ha sido «Oriente» por milenios, ya que no existía Occidente ni la llamada filosofía Occidental.

Cuando Schopenhauer, Nietzsche y Heidegger vuelven a las fuentes, no hacen más que volver a nuestra patria de origen.

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