Ya no queda nada

Ya no queda nada

Ya no queda nada. La gente se mira entre sí con cara de vaca muerta o asustada. Otros parecen hienas cebadas. No hay miradas fuertes, justas y seguras como aquellas que antaño nos amparaban.

Ya no queda el idioma, ni la estética, las estaciones, las casas o las calles. Los árboles se talan, las bellas luminarias de las ramblas que iluminaron a nuestros bisabuelos, se reemplazan por extraños símbolos luminosos ajenos y horribles.

Viene gente que odia todo lo que fuimos. Gente que nos odia, porque ven en nosotros lo que nosotros mismos no podemos ver. Un grupo de gerentes administra la quiebra y la liquidación. A veces se parecen a nosotros por fuera, para que pensemos que un día todo esto se va a detener. Pero siempre ocurre lo contrario y la destrucción se acelera.

A veces las personas asumen bandos como en un juego virtual. Se enardecen, hacen que se pelean. Son como esos jóvenes que han sido criados jugando video juegos. Han involucionado hacia algo que no es ni siquiera el mono, ya que el mono al menos conserva su instinto natural.

Lo poco que queda de valor está completamente aislado, esperando su momento de morir. sean cosas o personas. Nadie encuentra entre ellos una grieta por la cual evadirse, alejarse un poco y resistir.

No hay obreros, no hay poetas, no hay soldados. Aunque a decir verdad, los obreros eran marxistas, los poetas escribían horrible y los soldados estaban sólo para reprimir y custodiar las fronteras económicas y los intereses de un país artificial.

Este Sur es parte de la muerte de Europa diferida. Cada estertor europeo nos enviaba en navíos como botes salvavidas, en los cuales su ADN tratando de salvarse viajaba con la cultura y la belleza a bordo. Eso arraigó aquí en el Sur, como prende una hermosa planta destinada a dar la más hermosa flor y luego morir. La gente es ahora un injerto espantoso, ya sin nada de lo bueno de aquel primer ejemplar.

Me preguntaban ayer: ¿Qué hacer ? Pues no sé. Yo vago entre las ruinas de mi viejo territorio atento y melancólico. No soy un ejemplo a seguir. Me he equivocado mucho. Sólo puedo decir que todo lo bueno de nuestra raza proviene del movimiento incesante, de la capacidad de moverse y encontrar el sitio adecuado para reconstruir. Pero para eso se necesita limpiarse por completo de la escoria que nos destruyó durante más de dos mil años y empezar de cero. No lo veo muy factible la verdad, cuando miro a mi alrededor, pero tampoco creo que haya otra alternativa más que volver a lo más antiguo, a lo olvidado, a lo esencial.

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