Reflexiones I

Reflexiones I

Me preguntan qué formas propongo para restablecer la vieja sabiduría y creencias de la estirpe indoeuropea. Yo creo como los hindúes, que más allá de escuelas y maestros, cada uno debe seguir su propio camino. En mi caso, en estas tierras lejanas, sentí desde niño la presencia de los dioses en la naturaleza, dioses antiguos que cobraban forma según las inquietudes y sentimientos atávicos de mi sangre. Dioses que estaban felices de su nuevo cielo, renovados y alegres se me hacían presentes en los sitios mágicos y característicos de estos lares, a los cuales y en los cuales escribo mis poemas. Luego, andando el tiempo, he tomado consciencia intelectual de una larga trayectoria: La India, el Bhagavad Gita, los dioses griegos y romanos, Juliano, Hipatia, la sabiduría helenística y pitagórica. La espiritualidad celta, Nietzsche, Heidegger.

El libro de Alain de Benoist Cómo se puede ser pagano ciertamente me ha influido. Mis amigos de Italia, en especial los del sitio Ereticamente, por supuesto Evola, los pitagóricos italianos que siguen a Arturo Reghini, en especial Roberto Sestito. Y siempre la poesía, como forma idónea del lenguaje filosófico: La Ilíada, La Odisea, La Eneida, Dante. Y los poetas del Sur, sobre todo Jorge Teillier, poeta de los lares en el sentido romano. Les debo mucho a los escritores Borges y Mujica Lainez, sin olvidar mi lecturas sobre budismo, que es una disciplina no una religión. No puedo nombrar más autores, son muchos y no tendría sentido en esta apretada síntesis.

No soy un maestro, simplemente comparto poesía y pensamiento con amigos. Tengo mis mitos: el viaje iniciático, las estrellas del Sur, los fuegos nocturnos en la inmensidad. No soy un gurú, soy un pequeño poeta pagano perdido en el extremo Sur del mundo, no sé cuál es el camino de cada persona de mi estirpe, sólo puedo manifestar el mío a través de la poesía, con diversa fortuna. No soy quien para señalar un camino, a quienes no pueden encontrarlo por sí mismos, pero sí puedo compartir mis vivencias, hasta donde una experiencia espiritual particular pueda compartirse.

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