El niño, el mantero, y la ciclotimia de las masas

El niño, el mantero, y la ciclotimia de las masas

Contra sus mentiras | Autor: | 17.3.2018

Se ha hecho referencia y no pocas veces a la demagogia y el populismo y a la relación que pueden tener éstos con el identitarismo, y cómo el empleo de la dinamita social debería ser desestimado por el activismo identitario y la lucha cultural. Las masas son volátiles y el populismo es un arma peligrosa. Quien desee explotar las emociones humanas necesita comprender que, tal como en una persona, la inestabilidad emocional es una condición contraproducente para lograr ser útil para una causa o idea, y que éstas deberían quedar en segundo plano para que sea la razón la que dicte el rumbo.

La ciclotimia[1], o desorden ciclotímico, es un desorden del estado de ánimo donde el individuo experimenta períodos en los que su estado de ánimo se desplaza notablemente hacia arriba y hacia abajo desde su línea de base. Por un tiempo, el individuo puede sentirse en la cima del mundo, y luego caer en un período de depresión.

El comportamiento de las multitudes tiende a fluctuar de la misma manera, y, peor aún, a manifestarse cambiante respecto de los motivos por los cuales se produce el cambio de ánimo. Sin ir más lejos, hace unos días España estaba consternada por la desaparición (y luego confirmada muerte) de Gabriel Cruz[2], un niño de seis años, y las masas se volcaron contra Ana Julia Quezada, la pareja de su padre, inmigrante dominicana. Como es de esperar, irracionalmente los dardos arrojados a la, hasta ese momento, supuesta asesina, apuntaban a su condición de inmigrante. Una reacción xenófoba y visceral como ésta podría explotarse por el identitarismo o nacionalismo para crear y canalizar sentimientos de unidad basados en la emoción del momento. No obstante, esta condición es efímera e inestable como todas las situaciones que tengan relación con la emocionalidad de las muchedumbres.

Los manifestantes queman basura después de la muerte de un vendedor ambulante en el distrito de Lavapiés

Más recientemente, en España también, pero esta vez en Lavapiés (Madrid), una confusión entre incidentes que no tenían mayor conexión[3] pero que terminó con la muerte de Mame Mbaye, un inmigrante senegalés que vendía en la calle, ha desatado una ola de disturbios en la que se han hecho partícipes masas de inmigrantes y también de españoles manifestándose enardecidas contra el racismo. Una polarización social emocionalmente motivada que pudiera haber sido útil temporalmente para el identitarismo, necesitó tan sólo de un evento para que en España la pena patriótica fuera dejada de lado, se desatara un Baltimore español y aparecieran los carteles de “Las vidas negras importan”, se hablara de racismo institucional y se retornara a la ya condición por defecto en Europa de la culpabilidad respecto al tercer mundo.

Un ejemplo más de por qué la visceralidad es un catalizador poderoso, pero inestable, impredecible e ideológicamente insuficiente como para ser tomado en consideración por parte de una lucha cultural que debe apelar a la razón y no sólo a las emociones.

Notas.

[1] https://www.mayoclinic.org/diseases-conditions/cyclothymia/symptoms-causes/syc-20371275

[2] http://www.elmundo.es/andalucia/2018/03/15/5aa9ad0ce2704e62368b45cc.html

[3] https://elpais.com/ccaa/2018/03/16/madrid/1521190780_689150.html

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