¿De qué nos sirven?

¿De qué nos sirven?

Contra sus mentiras | Autor: | 13.6.2015

“¿De qué nos sirven manifestaciones?
¿De qué nos sirven huelgas generales?
¿De qué nos sirven? No nos sirven.”

Eskorbuto, Anti-Todo.

Durante estos meses, hemos visto un sinnúmero de protestas sociales, algunas que abogan por un mejor servicio de salud, otras que gritan “Educación Gratuita y de Calidad”, otras que critican los malos tratos y las pésimas condiciones laborales, unas que reclaman la autonomía de los pueblos, unas que van contra la represión policial y, así un largo etcétera. Todas ellas, todas y cada una, dirigidas al Estado. Sin embargo, este último poco y nada hace al respecto.

Pero, ¿cuál es el motivo – el  porqué – del actuar, o, mejor dicho, de la inactividad del Estado ante estas demandas sociales? ¿De qué nos han servido las manifestaciones y las huelgas?

Si bien es cierto que, dentro de lo que se conoce como estados democráticos, se asume que el gobierno de éstos debiese estar y actuar en favor del pueblo, pues, en teoría y según los paradigmas actuales del Sistema, de eso se trata la democracia, la verdad de las cosas es que, viendo la realidad, nada de eso ocurre. Todo lo contrario: vemos cómo quienes tienen las facultades – entregadas por el mismo Estado, dicho sea de paso – para trabajar las materias que son objeto de demandas sociales, se dedican sólo a favorecer a los suyos y es que, si en la teoría, todos somos iguales y pertenecemos a un mismo grupo humano, en la práctica ello no es así, por cuanto quienes dirigen el país no ven al bajo pueblo de Chile como sus semejantes. Respecto a esto último, sus semejantes serían la gente envuelta en el poder económico, el poder empresarial, y no – como hacen creer a toda una sociedad – el obrero de la construcción ni el estudiante universitario con crédito CAE.

Durante años, la clase política, perpetuada en el poder durante décadas, ha engañado al pueblo, al cual, se supone, debería servir, haciendo creer que mediante el sufragio eligen a sus representantes, los que traerán una serie de beneficios a sus electores. Y, como es de esperarse de una sociedad incapaz de actuar – fuera de lo legal, por supuesto, porque todo lo que está amparado por el ordenamiento jurídico no es más que un modo permitido funcional a quienes dirigen la estructura – frente a ese engaño, ésta cae rendida a los pies de la elite política ante las promesas de un mejor porvenir. Así, cada vez que se celebra la “Fiesta de la Democracia”, consistente en las elecciones presidenciales, parlamentarias, etc., el mismo pueblo, que antes reclamaba contra los abusos de los políticos, vuelve a creer y a votar por sus candidatos “favoritos” y vuelve a depositar su confianza en el sistema.

No obstante todo lo dicho aquí, y mi desprecio absoluto a la clase política y al Estado, debemos tener presente que no todo lo que ocurre, es decir, la forma que el Sistema funciona y los abusos producidos por quienes detentan el poder, es única y exclusiva responsabilidad de los mismos, pues la sociedad, el pueblo, debe asumir que es debido a su tolerancia a los abusos y a su ingenuidad – aunque, en realidad, es derechamente una ignorancia suprema – que se siguen permitiendo toda clase de abusos.

Muchos critican el violento actuar de las fuerzas policiales y cómo el Estado abusa día a día de la gente, pero, al parecer, nadie ha aprendido una lección, pues cuando se han agotado las instancias amparadas por la ley, sólo quedaría actuar fuera de ésta y tornar la lucha hacia una violencia contra quienes, cada segundo, te violentan de manera silenciosa. Desafortunadamente, vemos cómo es la indiferencia lo que se perpetúa, y toda causa justa es ahogada en un mar de causas que jamás llegarán a puerto.

 

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