Chile y los Afrikáners

Chile y los Afrikáners

Está muy de moda pensar que el “progreso”, en términos de liberalización social y desarrollo económico, es un fenómeno lineal. Que, en nuestra época, cada año es mejor que el último, y que cada década puede ser entendida como un avance sustancial sobre la anterior. Siempre se puede encontrar datos para apoyar esta idea: la riqueza va aumentando, la expectativa de vida promedio va subiendo, etc. Pero eso no quita que el progreso sea igual algo muy precario. El sentido de comunidad que tenga un país puede ser destruido por un gobierno corrupto, incluso con uno breve. La fe en instituciones importantes para cualquier sociedad: policía, iglesia, escuelas, puede desaparecer con solo uno o dos escándalos. Y como la historia de Chile enseña, décadas de avances económicos pueden ser derrumbados en menos de tres años con un gobierno marxista.

La situación en Sudáfrica durante los últimos 25 años es una lección moderna de esto. Por mucho tiempo, fue considerada la joya del continente africano, un rincón seguro, desarrollado, libre de tantos de los problemas típicos del África negra, como guerras civiles, hambrunas, y caudillos. Pero ya no es así. Con ver solo un par de datos, se puede apreciar cuan mala es la situación. El índice de homicidios, por ejemplo, es de 34,30 por cada 100.000 habitantes — casi diez veces más que Chile, donde es de 3,60. Es más alto que incluso muchos de los pueblos del nuevo mundo que son notables por su criminalidad: Guatemala es 31,20; Brasil es 26,70; Colombia 26,50; y México 16,30. Aun peor, hay evidencia de que las instancias de matanzas van subiendo, no bajando, anualmente. Los datos sobre corrupción son chocantes también. Medido entre 0 y 100, cero siendo lo más corrupto y cien lo menos, Sudáfrica sale con un 43. Chile, mientras tanto, saca un 67— es decir, Sudáfrica tiene 150% de la corrupción que tiene nuestro país. E igual con los homicidios, incluso muchos pueblos del nuevo mundo — que no son notoriamente modernos — están en mejores condiciones que Sudáfrica. Incluso países muy pobres como Cuba, Jamaica, y Bahamas tienen menos corrupción. Las estadísticas sobre violaciones son las peores: Sudáfrica suele ser considerada la capital mundial de las violaciones. Por cada 100.000 habitantes, hay 132,4 violaciones. Incluso en un país violento e inestable como Nicaragua, el número es solo 31,6— y en Chile, 13,3.

Esta anarquía necesita ser entendida en su contexto apropiado.

Superficialmente, Sudáfrica es una democracia, y las organizaciones más importantes a nivel nacional denominan a Sudáfrica como democracia. Pero la verdad es más complicada. Uno de los rasgos más básicos de una democracia es tener elecciones competitivas, con a lo menos dos partidos equilibrados en términos de poder y apoyo. Sudáfrica no tiene nada de eso. Un partido, el Congreso Nacional Africano (CNA), ha dominado la presidencia y el congreso desde 1994 (cuando acabó el gobierno apartheid). Ése es más tiempo en el poder que los chavistas en Venezuela, un país ya solo considerado democrático por la izquierda extrema. Ninguno de los gobiernos militares del Cono Sur durante la Guerra Fría se quedo con las reinas del poder por tanto tiempo. Ni siquiera países latinoamericanos sin tradición democrática han tenido instancias de gobiernos uni-partidistas que durasen veinticinco años.

Otro rasgo fundamental de las democracias es el respeto a los derechos de las minorías — y ese respeto incluye el derecho fundamental a la propiedad privada. La Sudáfrica de hoy día no calza con eso. En vez de un sistema de ley igualitaria, se encuentra un tipo de socialismo “racializado”, y ese sistema de poder arbitrario combinado con odio va aumentando cada día más.

Los perdedores en este sistema son los afrikáners, a veces conocidos como “bóeres”. Son un pueblo pequeño (hay alrededor de 2.7 millones en Sudáfrica, lo cual en un país tan grande representa solo el 5,2% de la población total), descendientes de exploradores holandeses que llegaron a lo que ahora se llama Sudáfrica a principios del siglo diecisiete — causa por la cual llevan el nombre de “la tribu blanca de África”. Similar a los primeros pioneros de Norteamérica, los afrikáners tienen una cultura muy religiosa (específicamente, una variedad de protestantismo muy intenso, “calvinismo”), muy agraria, y muy guerrillera. Su historia es de combate existencial en contra de, por un lado, las tribus africanas con quienes tenían disputas territoriales, y por otro lado, contra los británicos imperialistas que querían dominar el país en términos políticos y económicos, y hacer a los afrikáners a un lado. Por más de cuatro siglos, contra tantos obstáculos y enemigos, sobrevivieron y prosperaron.

Pero ahora más que nunca, su existencia se ve amenazada. Esto es porque el CNA, el único partido con poder desde 1994, ve al pueblo afrikáner como responsable por el viejo—y ahora mal visto—gobierno de apartheid. Por lo tanto, los afrikáners son tratados con una mezcla de odio y negligencia. Esto se manifiesta de dos maneras: por un lado, el gobierno hace poco o nada para ayudar los afrikáners amenazados por la violencia y anarquía del país; por otro, el gobierno ha empezado a oprimir el pueblo afrikáner con una política de socialismo anti-blanco.

Es necesario notar que los datos sobre crimen y violencia, ya notados arriba, que eran para el país entero de Sudáfrica — son aún peores para los afrikáners. La frecuencia de matanzas para campesinos blancos (los cuales son casi exclusivamente afrikáners; los anglos y judíos viven mayoritariamente en las ciudades) es cuatro veces más alto que el promedio nacional. Se estima que un ganadero blanco es asesinado cada cinco días. Estos crímenes suelen ser brutales también, los hombres son torturados, las mujeres son violadas, y muchas veces incluso los niños y mascotas del predio atacado son asesinados. Esto parece tener dos causas: una, con sus muchos recursos naturales, los granjeros y ganaderos de Sudáfrica en general tienen bastante dinero; la otra, aún muchos negros del país echan la culpa por el gobierno apartheid a cada afrikáner, y quieren castigarlos. Que ésta sea la situación por ya más de dos décadas, deja claro que al gobierno CNA o no le importa, o secretamente apoya que esto esté pasando.

Esto fue más claro aún cuando el gobierno anunció que en lugar de ayudar a este pueblo tan vulnerado iban a confiscar sus predios — sin compensación alguna. Esta política es plenamente marxista, con el detalle de ser también racista. A juicio del gobierno, los blancos rurales tienen demasiada riqueza, y, por lo tanto, es necesario que el Estado intervenga para equilibrar la situación económica, forzar a que algunos blancos se fuguen de su propia tierra, y que luego, éstas sean entregadas a negros. Hace muchos años, Zimbabue lanzó la misma política bajo el dictador marxista Robert Mugabe. El resultado fue caos económico, inflación astronómica, pobreza, y la fuga completa de la minoría blanca del país.

Como algunos lectores probablemente ya han notado, la situación que describo es comparable a la de Chile durante el gobierno de Salvador Allende. En esos años, el gobierno utilizaba grupos terroristas como el MIR para no ensuciar sus propias manos. Cuando pandillas de izquierdistas armadas se apoderaron de empresas o predios, la UP se negaba a mandar Carabineros para defender a sus dueños legales, y mucho menos los juzgaba judicialmente. Y en una inversión total de la verdad, mientras esto estaba pasando, el gobierno marxista hablaba de que las clases altas tenían demasiado poder, y que era necesario forzar un “equilibrio” económico. Otra similitud: la UP quería demostrar que el “pueblo” estaba listo para gobernar, y por lo tanto expulsaron a gerentes muy calificados y destacados del gobierno y de las industrias recién nacionalizadas, y los remplazaron con miembros favorecidos de sus propias organizaciones, sin dar la menor importancia a si esta gente podía hacer sus trabajos de una manera por lo menos adecuada. Esto también pasa en Sudáfrica, pero en vez de la dicotomía de burguesía versus proletario, es de blanco versus negro. La consecuencia es que hay muchos ingenieros blancos sin trabajo mientras la infraestructura del país se desmorona bajo el cargo de negros corruptos. Tomando en cuenta nuestra historia, cada criollo debiese simpatizar con los sudafricanos que viven esta pesadilla cada día.

Pero la diferencia clave entre Chile de 1970-1973 y Sudáfrica desde 1994, es que en los años setenta, los anti-marxistas de Chile tuvieron apoyo internacional, y con ese apoyo llegaron recursos y ayuda. A diferencia de esto, el gobierno de Sudáfrica de hoy es visto por Occidente como el “anti-apartheid”, por lo tanto, es santificado en la perspectiva liberal, y todos sus problemas son simplemente ignorados o discutidos. En nuestra época de la tiranía de lo políticamente correcto, nadie tiene el coraje suficiente como para ver a los blancos como víctimas, y a los negros como opresores — lo opuesto de la narrativa venerada.

El futuro de Sudáfrica promete solo más crimen, delincuencia, corrupción, pobreza, racismo, y caos.  Como Venezuela demuestra, un país desarrollado y moderno puede rápidamente convertirse en una mezcla entre manicomio y morgue. Aunque la popularidad del CNA va bajando (a causa, en parte, de que el último presidente renunciase por acusaciones de corrupción, y posiblemente vaya a la cárcel por ello), el partido que a su vez ha crecido, los Luchadores por la Libertad Económica, son más marxistas y más anti-blancos. Parece que no hay una fuerza social que tenga suficiente apoyo y suficiente poder para rescatar al país. Con eso, algunos comentaristas han dicho que pronto Sudáfrica será un estado fallido, similar a Zimbabue. Muchos Afrikáners, por su parte, han decidido abandonar el país de sus ancestros, e ir a cualquier país que acepte su estatus como refugiados.

¿Y a Chile, qué le importa?

Como ya es conocido, Chile es un destino popular para inmigrantes. Eso ha sido verdad históricamente y hoy en día también. La gran diferencia entre la inmigración histórica de este país y la inmigración moderna, es el origen de los inmigrantes. Durante todo el siglo XIX y la gran mayoría del siglo XX, inmigrantes vinieron de Europa: Alemania, Croacia, Italia, Irlanda, Gran Bretaña, y de varios otros países europeos. Pero con el fin del gobierno militar, y acelerando rápidamente durante el segundo gobierno del Michelle Bachelet, la inmigración a Chile dejó de ser mayoritariamente blanca y empezó a ser una mezcla de mestizos, indios, e incluso negros. Es chocante ver las cifras históricas y compararlas a las cifras actuales.

 

Año Población nacional POBLACIÓN INMIGRANTE
Número de inmigrantes Porcentaje de la población nacional Porcentaje de inmigrantes europeos Porcentaje de inmigrantes del nuevo mundo Porcentaje de inmigrantes de otros lugares del mundo
1865 1.819.223 21.982 1,21 53,7 41,4 4,9
1875 2.075.971 25.199 1,21 62,3 33,0

4,718852.057.00587.0774,2330,167,22,719073.249.279134.5244,553,342,74,019203.731.593114.1143,0660,031,28,919304.287.445105.4632,4660,024,615,419405.023.539107.2732,1467,221,711,119525.932.995103.8781,7555,923,420,719607.374.115104.8531,4260,926,113,019708.884.76890.4411,0253,334,412,3198211.275.44084.3450,7531,854,513,7199213.348.401114.5970,8620,165,114,8200215.116.435184.4641,2217,271,811,0201216.634.603339.5362,0410,585,63,8201717.574.0031.119.2676,112,483,83,8

 

Las cifras más recientes, para los diez países de origen más frecuentes son:

Número de personas estimadas según país de nacimiento
País Inmigrantes
Venezuela 288.233
Perú 223.923
 Haití 179.338
 Colombia 146.582
 Bolivia 107.346
 Argentina 74.713
 Ecuador 36.994
 España 21.147
 Brasil 18.185
 República Dominicana 17.959

 

 

Este es un problema demográfico muy serio. El mestizaje no es algo que pueda ser rebobinado. Como una enfermada genética, que cuando llega, se queda. La nueva ola de inmigración a Chile representa la ola menos blanca de nuestra historia, y con cantidades tan sustanciales, va a tener un impacto notable y permanente en la balanza racial de Chile.

La influencia del marxismo cultural—que ya tiene tentáculos en cada rincón del mundo — ha logrado popularizar el mito de que Chile es ahora, y siempre ha sido, un país completamente mestizo. Yo personalmente he conocido más de un blanco chileno diciendo tonterías como, “Tengo rasgos mapuches, como todos los ciudadanos”. Ahora bien, es cierto que Chile no es, y nunca ha sido un país puramente blanco, pero siempre ha sido por lo menos “castizo” en vez de “mestizo”: es decir, una mezcla de sangre europea e indígena, pero más del primero que del segundo. Además, esa sangre indígena es (y ha sido) mayoritariamente sangre Mapuche, no Inca, Maya, o Azteca.

La situación chilena es sorprendentemente similar a la situación de los EEUU. En Norteamérica también la inmigración fue principalmente europea (con algunas excepciones, al igual que en Chile) por todo el siglo XIX, y la mayor parte del siglo siguiente. Luego, hubo un giro racial (en el caso estadounidense, con una nueva ley de inmigración que fue aprobada en 1965) y ahora hay una nueva ola, una ola casi completamente tercermundista. La consecuencia de ese giro ya es clara: crimen, delincuencia, balcanización, sistemas de apoyo social llevados hasta el límite, la inestabilidad que viene con el “multiculturalismo”, y tensiones raciales. Antes de este giro, los EEUU eran lo que se llamaba un “crisol de culturas” europeas. Entre la Independencia y la mitad del siglo XX, Chile, de alguna manera, fue un crisol europeo también. Esto es evidente al mirar diferentes cosas: la fuerza naval británica, el ejército alemán, los carabineros italianos, la elite vasca, los alemanes del Sur, los croatas de Punta Arenas, los noruegos y anglos de Tierra de Fuego, etc. Con la excepción de los italianos, cada uno de los pueblos nombrados ha tenido más influencia en Chile que en cualquier otro país Latino Americano — y esa influencia ha sido en términos tecnológicos, militares, culturales, y genéticos. Por ejemplo, cuatro porciento de los chilenos tienen raíces británicas y/o irlandesas: es decir, una de cada veinticinco personas. Y ese porcentaje incluye personajes históricos muy destacados: la familia Edwards, Bernardo O’Higgins, Marmaduke Grove, Patricio Aylwin, Roberto Simpson, Thomas Alexander Cochrane, por nombrar solo algunos. El desarrollo económico y la estabilidad política de Chile se debe, parcialmente, a estas raíces europeas. Esta sospecha se puede confirmar rápidamente con ver los nombres y los rostros de la elite chilena, y compararlos con los países a nuestro Norte, con todo su caos y pobreza.

Pero, manteniendo la metáfora, un crisol necesita ingredientes particulares que se mezclen bien, y también hay límites sobre cuanto uno puede añadir a un crisol antes de que pierda el gusto a cualquier cosa, y termine rebalsándose. Brasil es un buen ejemplo de un crisol demográfico que se ha podrido. Su situación permanente de pandillas, violencia, crimen, corrupción, y entropía en general es tan clara que no se puede sacar otra conclusión. Y como alguien que creció en los EEUU, les cuento que, sin un milagro, ese país será un “Brasil del Norte” en un par de décadas.

La llegada a Chile de cantidades tan grandes de mestizos, indios, y negros pone a este país en uno de dos caminos: una balcanización estilo brasileño, o el mismo fin de los estados mestizo-indios del centro y norte de Latino América, como México o Nicaragua. No sé bien cual destino sea peor.

Afortunadamente, no es demasiado tarde para salvar Chile de este destino horroroso. El proceso de “mestizacion” de este país se ha acelerado. La parte obvia de la solución es acabar con esta inmigración masiva, y cuando sea posible, repatriar a los inmigrantes ya llegados a sus países nativos. El gobierno actual de Sebastián Piñera ha sido más bueno que malo cuando se trata de esto, con su esfuerzo de regularizar inmigración, combatir delincuencia, y echar a los haitianos. Pero para “blanquear” Chile no basta con esas medidas, los cuales son políticas más bien reaccionarias y defensivas. Lo que Chile necesita es una inyección nueva de sangre europea. Y aunque hemos tenido un chorreo de españoles desde la crisis económica de 2008, en general, es difícil atraer europeos del viejo continente a un país indiscutiblemente más pobre. Es lo mismo con los europeos de Norteamérica, Australia, y Nueva Zelandia.

Pero, existe una tribu de blancos en el mundo que están actualmente en una situación cada día peor: atacada físicamente por criminales que ya son casi terroristas raciales, oprimidos políticamente por un gobierno que ve en ellos un enemigo permanente, y rodeados de una situación económica horrible.

Estoy hablando de los afrikáners de Sudáfrica.

La gran mayoría de ellos ve dos posibilidades para su futuro: irse de su país histórico, o ser liquidados. La pregunta actual es simplemente sobre dónde se van a ir. Por ahora, no han concurrido a un destino principal, y los refugiados son un poco como semillas al viento, con alrededor de cuarenta mil en Gran Bretaña, más un par de miles en: EEUU, Australia, Canadá, y Nueva Zelandia. Hay algunos cientos en Argentina, y Rusia recién dejó entrar a quince mil.

Aunque sea una tragedia, esta fuga representa un recurso para el país que termine con ellos. No hay país existente al que le sobre gente trabajadora, religiosa, inteligente, y dura. Chile debe aprovechar. Ya tenemos un sentimiento “solidario austral” con los anglos de Australia y Nueva Zelandia, y ese sentimiento debe ser extendido a los europeos de Sudáfrica. Al igual que los australianos, ellos ya saben de minería e ingeniería — dos temas muy importantes en la economía sudafricana. En el siglo XIX, anglosajones de Norteamérica y Gran Bretaña, como William Wheelwright, introdujeron a Chile muchos avances tecnológicos para barcos a vapor y ferrocarriles. Al principio del siglo XX, muchos alemanes, como Emilio Körner Henze, introdujeron al ejército chileno muchos avances tecnológicos y estructurales. A fines del siglo XX, varios norteamericanos ayudaron rescatar al pueblo chileno del marxismo.

En este siglo, los afrikáners podrían re-fortalecer el ingenio, el espíritu trabajador, el sentido anti-marxista, y las raíces europeas en Chile.

 

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