BLANCO

BLANCO

Desde el principio, hubo una palabra prohibida. La prohibió el cristianismo, la prohibió el liberalismo, la prohibió el marxismo. Esa palabra es: BLANCO.

Los países se establecieron sobre bases aparentemente universales, sin embargo en realidad, se establecieron sobre intereses que favorecen lo indiferenciado.

Las diferencias que se permiten son las que trabajan o sirven a esos intereses. O las que les son funcionales. Los negros pueden decir negro. Los judíos judío. Los amarillos amarillo. Los indígenas son «razas oprimidas» que deben redimirse. El mestizaje es el cenit de la humanidad. Los países se han establecido sobre todas esas cosas oficialmente, cuando en realidad se han establecido sobre la capacidad y el esfuerzo del hombre blanco, al que ahora deben exterminar como último poder real contra el mundialismo.

Borges se decía europeo en el exilio, sin embargo nunca equiparó blanco a europeo, y siempre tuvo cuidado de ser a su vez: «universal». Lo mismo los grandes próceres sudamericanos, plenos de hombre universal iluminista, herederos del hombre universal cristiano, precursores del hombre universal marxista.

Las personas no pueden desarmar el andamiaje y la estructura psicológica que se les ha inculcado desde niños. La patria no ha sido más que un cúmulo de intereses comerciales disfrazados de ideología. BLANCO: es algo intrínsecamente malo, eso es lo que se transmite a las nuevas generaciones desde hace muchas generaciones.

BLANCO es NAZI, aunque tu bisabuelo no haya estado ya en Europa cuando ocurrió el nazismo. Aunque Hitler sea para vos algo tan lejano como los extraterrestres.

Aunque los procesos políticos independentistas y soberanistas hayan sido conducidos por criollos, nunca fueron procesos en los que se explicitara la defensa de una identidad blanca. Del mismo modo como Borges u otros grandes escritores americanos de ascendencia europea nunca lo explicitaron, tampoco lo hicieron los próceres de las independencias o los que les siguieron en todos estos países del Sur.

Hay entre nosotros dos clases de personas: aquellos que están dispuestos a explicitar su identidad y su origen, y aquellos que pese a compartir raza y cultura, prefieren no explicitarlo para mantenerse dentro de lo políticamente correcto, o para no perder su posición social.

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